Quirke en San Sebastián

Opinión:

Con "Quirke en San Sebastián", ya son ocho las entregas de John Banville/Benjamin Black (el pseudónimo más inútil del mundo pues todo el mundo sabe ya quién es Benjamin Black) dedicadas a este patólogo con serios problemas para encontrar la felicidad que intenta comprender la psique humana cuando se dirige a los más bajos instintos.

En el arranque de la novela, encontramos a la pareja protagonista viviendo unas vacaciones idílicas durante en San Sebastián. Al lector español le dará curiosidad descubrir la visión del autor de lugares tan emblemáticos de la península como la playa de la Concha, permitiéndose incluso algunos apuntes, sutiles pero dirigidos, en torno al problema de las relaciones entre País Vasco y el resto del territorio español. En la obra se recuerda el episodio del rescate del Quirke niño en el orfanato o la muerte del periodista, pero el motivo fundamental es la sensación de cruzarse en la ciudad con April, la amiga de su hija que supuestamente fue asesinada por su hermano en el libro "En busca de April".

Ese ambiente de vacación y detenimiento sirve muy bien a la intención del autor, que busca siempre una acción más interior que exterior. Quizá la novela nace demasiado detenida, lo que no será un problema para los que ya conocen la saga pero sí para ganar nuevos lectores. Llena de divagaciones de exploración del yo propio y la búsqueda de la felicidad, hasta el asesino parece dar vueltas sobre su indigno oficio, resultando en esa especulación sobre el propio género que es característica del autor.

Como curiosidad, nótese la libertad de traducción de la editorial con respecto al título, del "April in Spain" original a este "Quirke en San Sebastián" que luce en la portada. No esperen emociones exteriores sino interiores. Heridas internas, taras emocionales, pero no una trama trepidante, ni siquiera algo agitada. Lo curioso de esta novela es que cada dato nuevo casi parece oscurecer más la narración, antes que aclararla. John Banville no podría haber alcanzado popularidad con esta novela, pero sí continuarla. Sus lectores habituales encuentran una prolongación honrosa a las aventuras que conocen bien, sostenida por el estilo entre pastoso y evocador de este irlandés de sutil precisión.

Rafael Ruiz Pleguezuelos