Los bastardos de Pizzofalcone

Opinión:

En "Los bastardos de Pizzofalcone" se llevan dos investigaciones paralelas, un crimen y un posible secuestro. Pero el auténtico protagonismo y el nudo de la trama recaen en los personajes, de modo que vamos a conocerlos un poco:

El comisario Palma, a pesar de que lo emplazan sus superiores a esa comisaría que cuenta con una pésima imagen, es un hombre bastante innovador, competente y con evidente liderazgo para asumir la dirección de un grupo algo heterogéneo y especial. No así los seis agentes que sustituyen a "los bastardos". Todos ellos son personas difíciles, con zonas oscuras y problemas personales importantes. 

Pero el futuro profesional de los policías va a obligarlos a entenderse y formar un equipo, eso lo tienen claro y el comisario se ocupa de recordárselo.

En el grupo de agentes destaca el protagonista, Giuseppe Lojacono, un inspector que actuó meritoriamente al investigar un caso anterior pero no logró acallar las sospechas que había sobre él acerca de su posible relación con la mafia. Es el personaje más centrado, aunque le afecta mucho su conflictivo divorcio y el alejamiento de su hija adolescente con la que apenas puede mantener contacto y vive con su madre.

Pero los perfiles del resto de investigadores son algo extravagantes y en algún caso poco creíbles porque sus características aparecen exageradas:

Tenemos una mujer con un hijo enfermo o retrasado que odia a su marido, a pesar de que la trata como a una reina, y a ese niño al que no soporta y desearía ver muerto. La otra representante femenina es una joven lesbiana adicta a las armas, expedientada por disparar dentro de una comisaría. También ente los nuevos, tenemos al típico chulo, que se ve a sí mismo como un policía americano, actúa de forma despótica y teatral y conduce a todo trapo, aunque sea en el centro de la ciudad, a hora punta y sorteando peatones. Otro agente encarna el perfil del típico machista, un hombretón que golpea a su mujer con toda impunidad. Y por último aparece un sujeto, supuestamente con una enfermedad grave que ignora, que parece trabajar por su cuenta, empeñado en repasar expedientes y hacer averiguaciones sobre varios casos de suicidio que a él le parece que podrían no ser tal cosa y existe una mano tras esas muertes.

Con este panorama, los protagonistas tienen un lugar propio en la trama, incluyendo a la víctima del crimen que se investiga y a otra mujer que podría estar retenida contra su voluntad. La primera, rica, de la alta sociedad, casada con un hombre que solo por el dinero de ella consiguió hacerse notario y forjarse una profesión, está sola una vez tras otra, su marido le es infiel de forma continua, la humilla en público...; pero aún así la mujer se lo perdona todo y vive enamorada de él... La verdad es que leyendo esa historia me ha venido a la mente aquel libro de la periodista italiana Costanza Miriano "Cásate y sé sumisa", que admito no haber leído pero del que conozco la polémica que originó. También la protagonista de esa historia paralela posee un perfil algo parecido, aunque en su caso prima el interés.

La novela está escrita con una prosa sencilla, rápida, incisiva y dinámica..., tiene su intriga porque es una historia de género negro y ese hecho es un requisito imprescindible, pero no me ha atrapado.

La trama policial me ha parecido floja y muy previsible en ambos casos a investigar. Admito que apenas ha despertado mi interés, a pesar de que se intercalan unos escritos a modo de reflexión o diario que animan a descubrir al autor del crimen. Pero hay pocas sorpresas. Quizá la escasa empatía que generan los protagonistas y las propias víctimas, la exageración con que actúan en algunos momentos, contribuya a desmerecer una investigación que, por otra parte, es bastante lineal. De hecho, es al final del libro cuando en un cortísimo capítulo nos llevamos una sorpresa relacionada con ese tema de los suicidios y constituye el punto de mayor interés, en mi opinión.

En cualquier caso, la novela resulta distraida, eso no voy a negarlo. Para ir leyendo y pasar el rato.

Pilar López Bernués