En la oscuridad

Opinión:

En "En la Oscuridad", otra entrega de la longeva serie del Inspector Rebus de Ian Rankin, el autor ofrece una de sus meditaciones más intrincadas y evocadoras sobre el poder, la memoria y las sombras que ambos proyectan. Con Edimburgo al borde de una profunda transformación política la construcción del nuevo Parlamento de Escocia como telón de fondo, Rankin utiliza una ciudad en transición para iluminar las grietas que resquebrajan sus instituciones y a sus habitantes.

La novela comienza con una imagen digna de una excavación gótica: una chimenea tapiada en Queensbury House, recién abierta durante una visita rutinaria al futuro complejo gubernamental, revelando un cadáver oculto entre sus paredes. Lo que podría haber sido una curiosidad histórica se convierte rápidamente en algo mucho más peligroso. En cuestión de horas, un hombre sin hogar se suicida con una inexplicable suma de libras esterlinas guardadas discretamente en su cuenta bancaria, y un prometedor heredero político de una de las familias más influyentes de Edimburgo es asesinado. Rebus, receloso como siempre de las coincidencias, intuye una línea conductora mucho antes que nadie.

El Edimburgo de Rankin siempre ha sido más que un escenario, pero aquí la ciudad se convierte en un palimpsesto estratificado. La plasma en tres planos simultáneos: la pulida fachada cívica; la ciudad enterrada y desfigurada por viejos agravios y muertos olvidados; y la moderna maquinaria financiera que zumba bajo ambos. Pocos escritores de novela negra integran su terreno con tanta fidelidad. Leer a Rankin es menos como recorrer un lugar que como recorrerlo.

El propio Rebus se encuentra sumido en la desolación de su mediana edad: cínico, desgastado y con hábitos de cuidado que tanto hieren como insensibilizan. Su colaboración con Siobhan Clarke, cada vez más el contrapeso moral y procedimental a su brillantez irregular, fundamenta el libro. Ella es metódica donde él es instintivo, empática donde él es abrasivo, y juntos trazan un patrón de depredación que abarca décadas: corrupción política, podredumbre aristocrática y la escalofriante cacería nocturna de dos jóvenes que merodean la ciudad agrediendo a mujeres con impunidad.

Rankin entrelaza estos hilos con notable dominio, moviéndose entre el pasado y el presente, la violencia y la burocracia, la ambición pública y la ruina privada. Incluso Ger Cafferty, el eterno némesis de Rebus, resurge de la prisión bajo la sombra de una enfermedad terminal, aunque Rebus, con razón, huele algo fétido bajo la compasión. Todos los personajes de la novela parecen llevar una máscara, y Rankin deja que el lector se pregunte cuáles son disfraces y cuáles son simplemente rostros.

Amigo lector, esta no es solo la trama laberíntica, aunque el rompecabezas está magistralmente elaborado, sino su insistencia en que los crímenes no empiezan con los cuerpos. Empiezan con omisiones, con silencios, con la facilidad con la que los poderosos entierran sus restos y los vulnerables son barridos. El cadáver en la pared no es simplemente una víctima de asesinato; es un recordatorio de lo que las sociedades prefieren olvidar.

Estamos, al menos para mí, ante una de las obras más maduras y resonantes de Rankin, una novela negra que trasciende el género para adentrarse en la sociedad. Para los seguidores de Rebus, supone una profundización en una figura ya de por sí compleja. Para los recién llegados, es una invitación irresistible a adentrarse en las sombras de una ciudad que nunca abandona sus fantasmas.

Si el final deja un toque de ambigüedad, incluso de inquietud, parece intencional: Rankin entiende que las instituciones rara vez ofrecen soluciones claras, y tampoco quienes las sirven. Lo que ofrece, en cambio, es algo más honesto: la sensación de que la justicia es un blanco móvil y que la luz solo brilla donde alguien es lo suficientemente tenaz como para mantener la lámpara firme.

Muy recomendada. 

*Publicada por RBA Libros.

Violeta Lila