Ava en la noche

Opinión:

Los lectores habituales de Manuel Vicent ya estábamos acostumbrados a sus originales historias de gusto costumbrista, escritas con un estilo profundamente personal y en las que el autor despliega todo su arsenal de referencias culturales, tanto literarias como cinematográficas. Es por ello que quienes hayan disfrutado de "Balada de Caín" o de "Tranvía a la Malvarrosa" descubrirán en "Ava en la noche" la suma perfecta de todos aquellos elementos que Vicent había manifestado como propios en sus novelas anteriores. De nuevo recurre aquí a una especie de alter ego, en este caso David Arnau, un joven venido del Mediterráneo peninsular (¿de Castellón, quizás?) a Madrid, con dos objetivos fundamentales: entrar en la Escuela de Cinematografía y conocer a Ava Gardner en persona.

Esta especie de autoficción es la materia prima que Manuel Vicent toma para desarrollar, con una dosis de excepcional imaginación, una novela que nos traslada a esa España de "color ala de mosca" en la que se entremezclan las ejecuciones a garrote vil de criminales como José María Jarabo o la envenenadora de Valencia, con el glamour de las noches de vino y rosas protagonizadas por actores y actrices de Hollywood, así como tertulias de literatos y apasionantes incursiones al cine. Vicent nos presenta una España, hoy lejana, en la que los actores más famosos vivían con una gran libertad (rayana en el libertinaje) y que contrastaba con la sociedad sumida en una realidad gris bajo la represión de la dictadura franquista; recuérdese que era la época de las torturas por parte de Billy el Niño, que tenían lugar a pocos pasos del glamuroso meollo madrileño. Nos acerca el autor también a aquellos soldados negros de la base de Torrejón, a quienes el lector acompaña en una experiencia sensorial entre huertas de cítricos, rayos de sol, rumor del mar, borracheras, tablaos y prostitutas. Todo ello se nos aparece ante los ojos casi como las escenas de una película del neorrealismo italiano.

Y es que, no en vano, el cine es el centro neurálgico sobre el cual pivota toda la narración de "Ava en la noche": la investigación del protagonista en torno a los cuatro macabros crímenes de José María Jarabo, el caso de la envenenadora de Valencia y su amable gesto ante un verdugo pusilánime; y, de ahí, la película El verdugo de Berlanga, a quien el alter ego de Vicent habría inspirado para la idea germinal del filme. Tras todo ello, permanece la omnipresente fotografía de Ava Gardner y Orson Welles con su puro habano, deleitándose con una comida en las Ventas, ignorando que en ese mismo momento, en esa misma ciudad, se estaba ejecutando a garrote vil a un reo, un Jarabo que hasta poco tiempo antes compartía borrachera y desenfreno con ellos en los escenarios de la noche madrileña.

Como siempre, el ingenio de Vicent y su dominio magistral de la lengua nos acercan a un Madrid vetusto en el que, aunque hoy parezca el rumor de un sueño, podías ver a Ava Gardner en cualquier garito, a Gary Cooper cruzando un paso de cebra, a Rita Hayworth de compras por Serrano o a Audrey Hepburn saliendo de las Mantequerías Leonesas. Todos ellos acudían a España como una especie de paraíso exótico donde eran protegidos por el régimen franquista y, al mismo tiempo, garantizaban a ese mismo régimen una propaganda que le convenía.

"Ava en la noche" nos enfrenta, precisamente, a ese Madrid de apariencias donde la libertad y el éxito escondían una tragedia de veinte años (y que aún se alargaría quince más) de represión y ruindad.

Darío Luque