A los actores

Opinión:

Aunque su nombre no aparezca continuamente en los medios, Manuel Gutiérrez Aragón es uno de los cineastas más sólidos con los que España cuenta en este momento. Director de más de veinte películas, entre las que destacan títulos como "Habla, mudita" (1973) o "Sonámbulos" (1978), y contando además con una valiente adaptación de El Quijote llamada "El Caballero Don Quijote" (2002), se trata de un director de cine de gran talla. El autor cántabro ya había realizado bastantes incursiones en el mundo editorial, y además con cierto éxito. Su obra "La vida antes de marzo" conquistó el Premio Herralde de Novela en 2009, y desde el 2005 es miembro de la Real Academia de la Lengua.

Esta entrega llamada "A los actores" no es un trabajo de ficción, sino un ensayo más personal que erudito en el que el director recorre biografía y producción propias al tiempo que explora el universo de los actores, materia fundamental del cine y fuente inagotable de análisis fílmico. La profesión actoral es hábilmente diseccionada por Gutiérrez Aragón, centrando su atención en los aspectos más estéticos y especulativos del tema. Según qué pasajes, el libro podría parecer un sencillo ensayo de semiótica, porque en "A los actores" se teoriza sobre la profesión actoral con conocimiento de terminología y base académica. Pero lo que más valor otorga al texto es que, al tiempo que el director narra detalles concretos de sus años de formación, no cese de deslizar anécdotas y peripecias de sus años de formación, así como de la odisea que supusieron algunas de sus grandes películas. Por las páginas de este ensayo, como no podía ser de otra forma, desfilan muchos de los grandes de nuestro celuloide, desde Alfredo Landa a Fernando Fernán Gómez, desde Ángela Molina a Fernando Rey.

Lo mejor del libro, sin duda, es el recorrido que el autor nos ofrece por los grandes hitos en la memoria de ese niño que soñaba en imágenes y que llegaría a ser un cineasta reconocido. Hay capítulos realmente sutiles y mágicos, como el dedicado a la justificación del desnudo femenino en la pantalla y la relación del espectador con el cuerpo del que actúa. También es un gozo entrar de la mano del director en los entresijos de "Demonios en el jardín", su película de referencia, o conocer las circunstancias de su adaptación de El Quijote. El libro tiene por tanto un primer valor que podemos llamar generacional, pues realiza una pintura exacta y clarividente de una generación concreta de cineastas, la que vivió en primera línea la transición de dictadura a democracia. Su segundo valor es memorístico, ya que Gutiérrez Aragón ha forjado historia de nuestro cine y ha compartido experiencias con todos los grandes , de modo que el libro añade datos de interés al gran anecdotario de nuestro cine.

Por último, aunque no menos importante, podríamos decir de manera sencilla que Gutiérrez Aragón sabe escribir. Conoce el oficio de escritor casi tanto como el de cineasta, así que su prosa está bien construida y sabe administrar el interés del texto. Esto convierte a la narración de "A los actores" en un texto ameno, de lectura muy agradable.

Solamente habría que poner algún pero al texto por su brevedad. El texto en conjunto te deja continuamente con ganas de más. Uno acaba el libro con la sensación de que Manuel Gutiérrez Aragón se ha dejado demasiadas cosas en el tintero, y de que muchos de los capítulos que lo componen se han quedado en el esbozo de algo que merecía más texto y empeño.

Rafael Ruiz Pleguezuelos