Los penúltimos días de Escohotado

Opinión:

El periodista Ricardo F. Colmenero, conocido sobre todo por sus colaboraciones en El Mundo, ha escrito un buen libro por muchas razones. La primera y más relevante, que ha conseguido acercarnos a la figura controvertida de Antonio Escohotado sin recurrir en la hagiografía, que es lo que suele lastrar el resultado de tantas obras de carácter biográfico. Tampoco ha pretendido lo contrario: despertar el demonio que el biografiado lleva dentro, y eso que en el caso de Escohotado la cuestión estaba casi en bandeja. El primer mérito de este "Los penúltimos días de Escohotado" es, por tanto, acercase a la persona de la manera más neutra posible, sin pecar de ser el mayor fan del personaje ni de traicionarle. Se articula sobre los testimonios directos de una larga entrevista, discontinua y prácticamente errática, dicho sin que esa ausencia de dirección sea un problema, como una especie de entrevista-río que nunca se sabe qué camino lleva. Eso permite conocer a un autor en aspectos que no se recogen habitualmente, y además hace que el libro sea siempre sorprendente. Lo mismo aparece el fútbol, las drogas, la geopolítica mundial o los grandes filósofos occidentales, porque los temas hacen entrada y salida en el libro de la manera más natural, como las conversaciones verdaderas.

El Escohotado que se nos presenta en el libro es el mismo enfant terrible de siempre, metido en ochenta años y refugiado en una cabaña de Ibiza en la que pretende vivir esos penúltimos días de su vida a los que alude el título. Por esa cabaña, descrita como una especie de academia de Atenas de la decadencia pasa todo el mundo, desde el curioso que apenas sabe quién es ese tipo raro que habla tanto hasta invitados más o menos ilustres. Escohotado se muestra, como la gran mayoría de las vacas sagradas (por más que él haya luchado en tantos momentos de su vida contra esa idea), como un locutor iluminado, incontinente, que habla mucho y tiene la sensación de sentar cátedra hasta cuando habla del asunto más nimio. Se reconoce poseedor de una sabiduría que regala de una manera caprichosa, discontinua, casi azarosa. Ricardo F. Colmenero sabe administrar muy bien qué incluye y qué no en el libro, y delimitar unos capítulos que tienen una intención muy clara aunque parezcan meras conversaciones a la deriva. El periodista es un narrador inteligente, que sabe manejar el material, de manera que el libro podría utilizarse para discutir sobre el cometido real del biógrafo.

El tema de las drogas, como suele ocurrir en los trabajos sobre Escohotado, no acapara toda la atención del libro, algo que se agradece. Tiene una buena presencia en el texto, pero Colmenero ha hecho muy bien en no permitir que sea el único referente de conversación. Un libro meritorio, por tanto, necesario para admiradores de nuestro filósofo más heterodoxo, y todos aquellos que quieran asistir a la fiesta de una mente que funciona de manera bien distinta a la del resto de los mortales.

Rafael Ruiz Pleguezuelos