Una cita con la Lady

Opinión:

"Vine al Zapotal para morirme de una buena vez". Con esta magnífica declaración de intenciones arranca Mateo García Elizondo su primera novela, "Una cita con la Lady", de inspiración claramente rulfiana. La Comala que tanto ha seducido a los narradores latinoamericanos de las últimas décadas se convierte aquí, bajo la mirada apática de un joven heroinómano, en un pueblucho mexicano que bien podría situarse en los confines del mundo conocido. Más allá no puede haber nada (o, lo que es lo mismo, solo puede haber la muerte). Pero, antes de entrar en la novela propiamente, permítanme hablarles de su autor, este joven García Elizondo que acaba de recibir el Premi Ciutat de Barcelona de novela. Sus apellidos podrían no significar nada más allá de su historia familiar, pero en este caso se da la casualidad de que esa historia es crucial para conocer y presentar al autor: es nieto del gran Salvador Elizondo y del inmenso Gabriel García Márquez. Todo queda dicho con esos dos nombres.

A narrar se aprende en casa, pensarán muchos. Pero tal vez no sea así: García Elizondo lleva en sus espaldas una significante preparación (estudió Letras Inglesas en la Universidad de Westminster y Periodismo en London School of Journalism) y un prestigioso recorrido en el campo del guion cinematográfico, pues es autor de los cortometrajes "Domingo" (2013), "Desierto" (2015) y "Clickbait" (2018). Esa trayectoria deja huella en una novela como "Una cita con la Lady", que podría definirse, muy laxamente, como una mezcla de "Trainspotting" y "El sexto sentido", pero todo ello teñido con la mirada mística del México más tradicional.

"Una cita con la Lady" cuenta, a modo de memorias, los últimos días de un muchacho mexicano que, tras haberlo perdido todo, emprende el viaje a un pueblo recóndito acompañado únicamente por una gran cantidad de 'lady' (heroína, en su jerga). El viaje físico no deja de ser, como suele ser habitual en la literatura, un pretexto para otro trayecto, pero en este caso no es un viaje interior al uso (como el que podían hacer Ulises o Don Quijote), sino una aventura narcótica debido al consumo de todo tipo de drogas.

Durante su estancia en el Zapotal, el narrador relata en forma de memorias sus encuentros con personajes a los que creía haber abandonado en el pasado (como su mejor amigo, el Mike, o la que fuera su novia, Valerie, que sucumbieron también al enganche de las drogas). En el Zapotal, dos misteriosos mexicanos parecen indicarle al protagonista que su presencia es perturbadora para quienes viven allí: primero un tal Rutilo Villegas, con apariencias de policía; luego, también Antonio Sierra, que le pide ayuda para cumplir su última voluntad.

Mateo García Elizondo ha escrito una apasionante novela en la que vivos y muertos se cruzan por las mismas calles, rehuyéndose los unos a los otros, pese a que todos bailan bajo la melodía de la Lady, la muerte inevitable.

Darío Luque