Un dios en ruinas

Opinión:

Hace unos veranos leí "Una y otra vez" de esta misma autora, Kate Atkinson. En ella, cual "Atrapado en el tiempo" literario, Ursula Todd empezaba una y otra vez su vida (de ahí el título) y se nos relataban las consecuencias que tenían cada una de las decisiones importantes que podían marcar su rumbo. Como un tronco que se bifurcara en múltiples ramitas, la lectura de "Una y otra vez" te retaba a seguir el hilo a las diferentes vidas posibles de Ursula y, te introducía en el seno de la pintoresca familia de Ursula Todd, hija de unos padres adinerados del sur de Inglaterra (él ejecutivo en un banco, ella anfitriona de fiestas y veladas) que tenía dos hermanas y tres hermanos. El penúltimo de ellos, Teddy, siempre fue el favorito de Ursula y, en la presente novela, Kate Atkinson lo ha elegido a él como protagonista para contar otra cara de la Segunda Guerra Mundial que no contó en la primera. Mientras que Ursula trabajó como miembro de la resistencia en la misma Londres, ahora Teddy es ejemplo de otra forma de lucha de la época: los bombardeos continuos a objetivos enemigos. 

Pese a esta introducción, la novela que nos ocupa, "Un dios en ruinas", se puede leer de manera independiente a la primera, ya que Ursula aparece en esta como personaje secundario (igual que Teddy lo hacía en la primera) y no constituye ningún tipo de segunda parte o continuación de aquella, pero sí es cierto que la lectura de ambas enriquece muchísimo más la historia y te proporciona una visión de la guerra (el gran tema de ambas) más rica.

Una vez aclarado esto, os comento que, si bien la primera novela de este par complementario me enganchó por la enorme calidad de la prosa de Atkinson y porque soy una fascinada de las historias del Blitz británico y me encantan los juegos narrativos temporales (sí, vuelvo a remitirme a Bill Murray y su despertador pesadito), soy consciente de que la novela pecaba en ocasiones de repetitiva y enrevesada (y más tarde comprobé que era una opinión más o menos generalizada en el mundo de reseñas literarias). Desconozco si la crítica especializada inglesa circuló también por estos lares y la señora Atkinson comprendió que aquel aspecto no era del todo bien recibido por el público, pero el caso es que en "Un dios en ruinas", el juego narrativo es mucho más ágil y no existe tal repetición, de modo que, esta vez sí, tenemos ante nosotros una novela redonda.

"Un dios en ruinas" toma como "excusa narrativa" la dilatada trayectoria vital de Teddy Todd para relatarnos la II Guerra Mundial desde el punto de vista de un bombardero y los conflictos morales que de dicha actuación sufrieron aquellos jóvenes que, a priori, estaban defendiendo a su país pero que, más tarde, descubrieron que fueron utilizados por el gobierno británico para destruir ciudades civiles enteras y de forma indiscriminada. Por ello, el tema de la culpabilidad, de la inocencia perdida (el Paraíso aparece en múltiples momentos y fijémonos también en el título), de la religión, del perdón y la necesidad de redención, son elementos que tienen una importancia vital en la novela.

Por otro lado, en esta ocasión Kate Atkinson nos cuenta la vida de Teddy, no solo a través de sus ojos, sino también de los de su hija Viola (cómo he llegado a odiarla) y sus nietos Sunny y Bertie. Estas distintos puntos de vista (el narrador siempre es una tercera persona omnisciente, pero se ubica desde la perspectiva de uno de ellos), consigue que el personaje de Teddy cobre tridimensionalidad, que parezca totalmente humano, que veamos sus defectos y carencias más allá de las que él mismo es capaz de observar. Asimismo, los diferentes roles que ocupan, nos proporcionan una reflexión sobre la familia, las responsabilidad de cada miembro para con la felicidad de los otros, el amor paterno-filial (hasta dónde han de llegar los padres por sus hijos o qué ocurre cuando un padre/madre se desentiende de su descendencia), la educación y la importancia de vivir el momento, ser flexibles y saber ceder si la situación lo requiere.

Teddy es un hombre muy recto que no deja de reflexionar sobre la naturaleza de aquello que se vio obligado a hacer. En principio, la guerra supone un alivio para él porque podrá poner en pausa su carrera como banquero (profesión que no ha elegido), pero muy pronto descubrirá que él, que de niño era incapaz de pisar ni una hormiga, tiene que descargar sus bombas sobre seres humanos, personas que, descubrirá más tarde, no siempre fueron objetivos militares. Esta bofetada de realidad lo convertirá en otro hombre distinto, uno que se promete a sí mismo hacer siempre el bien, ayudar en todo lo posible a quienes le rodean y eso, a ojos de nosotros, lectores, lo transforma en un personaje inolvidable en sus flaquezas y debilidades tan humanas como las nuestras.

Por último, no puedo dejar pasar la ocasión de alabar la prosa de Kate Atkinson (aunque algo mencioné ya más arriba). Atkinson es una autora exigente consigo misma, enamorada de una buena documentación y de la creación de tramas complejas narradas de forma muy elaborada. En este caso, la historia de Teddy no se nos relata en orden cronológico, sino que vamos saltando hacia delante y hacia atrás como quien contempla las piezas aún sin colocar de un puzle. Sé que esto tampoco es nada nuevo, pero lo excepcional de Atkinson es la precisión con la que decide qué te cuenta en cada capítulo/salto temporal y qué se calla para desvelar más tarde cuando retome el relato en ese momento vital; cómo organiza los saltos y, sobre todo, qué as se guarda bajo la manga para sacarlo al final de la partida y hacer prácticamente, que la mesa entera con todas las piezas haga "boom" en tu cabeza. Porque sí, amigos, ésta es una de esas novelas con un giro final inesperado que hace que te entren ganas de releer inmediatamente toda la novela para verlo todo desde esa nueva perspectiva. Se trata de un giro que aunque sea abrupto (y este es el único pero que le pongo a la novela), cuanto más lo piensas más sentido tiene y mayor es el asombro que te produce la jugada maestra de Atkinson. Porque sí, siendo clara, creo que Kate Atkinson merece ser considerada una auténtica maestra de la novela contemporánea inglesa.

Una auténtica delicia de alta literatura.

Ana Vanesa Cremades