Orfancia

Opinión:

"Orfancia" me llamó la atención, en primer lugar, por su impactante portada (Destino ha hecho un gran trabajo para despertar la curiosidad de los lectores): un niño tan blanco que se confunde con el fondo  con una cabeza enorme para su enclenque cuerpecillo y que es todo ojos tristones… y no tiene ni nariz ni boca. (Más tarde descubriría que, efectivamente, el niño protagonista es todo ojos, todo lo ve a su alrededor, pero jamás abre la boca).

La sinopsis acabó por interesarme y, la lectura, simplemente, me dejó estupefacta por un tiempo (que creo que, en buena medida, es lo que iba buscando el autor).

Esta novela la relata el niño en primera persona y cabe destacar lo tramposa que llega a resultar esta elección narrativa. Tramposa o juguetona, más bien. Me explico: por un lado, su voz como narrador no resulta demasiado creíble porque es demasiado rotunda, la sintaxis y las reflexiones que plasma demasiado complejas para un niño tan pequeño. Por otro lado, si entras en el juego malévolo que plantea el autor has de hacerlo con todas sus consecuencias y, una de ellas, es gozar con un narrador algo sabihondo, prejuicioso y sentencioso que, ya que nunca abre la boca para comer (y tampoco habla mucho), ha desarrollado una cosmovisión muy punzante para su edad. Nuestro protagonista lo ve y lo juzga todo.

A través de sus ojos vemos la disgregación familiar, cómo sus padres sufren por él hasta llegar a la desesperación más extrema y, también suyos son los ojos que contemplan y describen con mordacidad la vida de una familia de clase social media en una ciudad italiana (extrapolable, creo, a cualquiera europea en la actualidad, al menos las que pertenecen a la zona occidental). Es suya la mirada que desentraña temas como los trastornos mentales/alimenticios, la necesidad de encajar en la "normalidad" (sea esta la que sea), el acoso escolar, la hipocresía social…

Por ello, el relato de este niño sin nombre (ergo… ¿sin identidad propia e individualizada?) resulta tan impactante y provoca incomodidad. Este narrador sabe ver la hipocresía y sin sentido de esa "normalidad" en la que sus padres quieren que ingrese y, aunque él también resulta repulsivo en algunos de sus pensamientos y comportamientos, no deja de meter el dedo en una llaga que escuece mucho al lector.

Ni qué decir tiene que su final es para leerlo, reposarlo, pensarlo…  ¡y volverlo a leer!

Por otro lado, a nivel literario propiamente dicho, la novela es breve y se lee muy bien. Zontini, como rasgo definitorio de su narrador y protagonista, fija la atención a menudo en detalles escabrosos, situaciones incómodas y todo ello lo plasma a través de una narrativa sin mayores andamiajes o circunloquios: es directo y no gusta de adornos y, justamente ahí, reside una de sus mejores bazas.

En conclusión, esta es una novela que no sé si recomendaría a todo el mundo porque sus temas y la manera en que son tratados pueden repeler a más de uno. Además, creo que es una novela que requiere del lector algo más que una simple lectura ociosa para poder sacarle todo el jugo y la enjundia crítica que esconde.

Personalmente, el narrador en ocasiones me sacaba de la historia por la madurez que ya he comentado antes, pero la valoro como un experimento osado, sorprendente en su desarrollo y original como pocos. Cabe destacar que esta es la primera novela de Zontini y, creo, nos ha presentado un trabajo que no deja indiferente.

Ana Vanesa Cremades