Nadar en la oscuridad

Opinión:

No puedo escribir sobre esta novela sin antes dedicar unas líneas a su magnífica portada (obra de Raúl Lázaro), que funge como reclamo y pórtico ante todo aquel que quiera adentrarse en la historia de amor y conocimiento de Ludwik y Janusz. Dos esferas, una luminosa y otra oscura, como las dos vidas, una pública y otra privada, que las personas LGTB han debido alternar durante siglos por razones de seguridad y supervivencia. Entre las dos esferas, dos cuerpos desnudos que se saltan como quien se dispone a zambullirse en una piscina o en un río. Y, a su alrededor, un precioso y elegante mapa del cielo estrellado y sus constelaciones, que son unánimes y universales, sean vistas desde Polonia o desde Estados Unidos. Desconozco cómo era la portada que acompañaba a la edición original de "Nadar en la oscuridad", pero dudo que pudiera ser más acertada que esta, en la que se mezclan trama y alegorías para contar un nuevo relato emotivo.

Aunque la novela puede resultar confusa al principio, su argumento es simple y -lamento decirlo- un poco estereotipado. Desde su presente en los Estados Unidos, Ludwik se propone enfrentarse a los fantasmas de su pasado y, en concreto, a la huella que marcó una segunda persona a la que dirige su narración. Tras varios circunloquios innecesarios que profundizan en episodios melodramáticos de su pasado familiar, el protagonista y narrador no tarda en desvelarnos la identidad de esa segunda persona: su narratario es Janusz, un apuesto joven al que Ludwik conoce en el campamento de educación laboral al que asiste en verano. Es a partir de este punto cuando la narración adquiere un cariz idílico, ideal para lectores sensibles y enamorados del amor.

Sin embargo, no pasan tampoco desapercibidas las numerosas diferencias que distancian la mentalidad y las ambiciones de los dos protagonistas: Ludwik, como todo chico de ciudad -nació y creció en Breslavia-, sueña con viajar y explorar la libertad que ofrecen otros países democráticos; Janusz, en cambio, es fiel a los rígidos preceptos que le han inculcado en su pueblo natal, Rabka, cerca de los montes Tatras. El primero se debate entre el exilio y la posibilidad de hacer un doctorado en literatura contemporánea; el segundo, por su parte, halla cierta seguridad al inmiscuirse en los círculos sociales de la élite y al encontrar trabajo en el ministerio de información y censura.

De hecho, el trasfondo histórico-social constituye el freno necesario para que la narración de Tomasz Jedrowski no se deje llevar por los sencillos efectismos del melodrama contemporáneo. La ambientación del romance en los años de Gierek, cuando Polonia aún estaba bajo la tutela de una URSS fantasmal, permite dotar de realidad y pragmatismo a una historia que parecía condenada, desde su inicio, a ser un cuento de hadas para soñadores despiertos. Así pues, y sin tener en cuenta los deslices líricos y sentimentales de algunas descripciones, lo cierto es que Tomasz Jedrowski ha conseguido con "Nadar en la oscuridad" una novela con un equilibrio casi perfecto entre tensión y pasión. Todo un logro.

Darío Luque