Meditaciones

Opinión:

Entre 1916 y 1934, Ortega y Gasset trabajó en una de sus obras más ambiciosas, los ocho volúmenes que constituyen "El Espectador". Le parecía, y lo es, su obra más personal y la más libre. Dicha libertad radica en que la obra original es una recopilación heterogénea de ensayos, realizada en una atmósfera de fina intimidad y un intento de observación detallada de la realidad circundante. Actuó como un cajón en el que volcar escritos diversos, interesantes en la elección libre y variada de los temas tratados. Son más de cien ensayos magistrales, que han pasado más desapercibidos de lo que debieran y por ello este "Meditaciones" que ahora pone en circulación Hermida Editores hace bien en reivindicarlo, aunque sea con una selección pequeña de fragmentos.

Como todas las obras extensas del pasado, son pocos los lectores que encuentran el tiempo e interés de dar con "El Espectador" de manera completa. Eso es lo que deben haber pensado Hermida Editores, y por eso nos ofrecen bajo el título de "Meditaciones" -lo que genera cierta confusión con el célebre libro de Ortega y Gasset "Meditaciones del Quijote"- una selección de extractos breves de "El Espectador". El encargado de la tarea de selección del material es Francisco Fuster (Alginet, 1984), profesor de Historia Contemporánea en el Departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad de Valencia, quien ha participado previamente en libros de contemporáneos de Ortega y Gasset como Azorín, Unamuno o Baroja.

El resultado es necesariamente diverso, algo que me parece bueno, porque dota de amenidad al resultado. Recorre temas muy variados, que van desde la dimensión histórica de lo que ocurre, disquisiciones puramente filosóficas sobre el alma, la memoria, la interpretación de la realidad, etc. También hay espacio en el libro para aspectos de la vida más mundanos, relativos al amor, los periódicos, otros autores (Azorín, por ejemplo), la música clásica…

El libro resultante constituye un buen primer paso al pensamiento orteguiano, un volumen que puede ser una puerta de entrada a la filosofía de este gran nombre de nuestra cultura. Está muy recomendado para lectores que quieran abrir una ventana en el pensamiento del 98. Para lectores más avezados, puede quedarse demasiado corto: descontando el buen prólogo del propio Francisco Fuster, que nos introduce y prepara bien para el libro que tenemos delante, con interesantes detalles sobre su concepción y desarrollo, el espacio concedido a estas meditaciones no va más allá de las ochenta páginas (en un libro de formato pequeño). Para que se hagan una idea, la edición de "El Espectador" que tengo en casa va más allá de las 1.100 páginas. Con ello quiero decir que el material ofrecido es relevante, está bien elegido, es pertinente, pero parece escaso. Sabe a poco. Se puede leer en un par de ratos, y te deja con demasiadas ganas de más. Una edición más extensa, con más fragmentos de la obra, quizá hubiera cumplido mejor su cometido.

Rafael Ruiz Pleguezuelos