La tiranía de las moscas

Opinión:

Si la portada, bueno, mejor dicho es que toda la cubierta, tanto la parte interior como la exterior, ya es bastante moscarda, la tarjeta que acompaña el libro compone un retrato de familia totalmente amoscado, con todos sus miembros recorridos y medio tapados por un enjambre de moscas.

Esa es la muestra del ambiente que destila la historia de una familia donde la verdad es que cada cual va a la suya mientras no haya una fuerza mayor que una a algunos miembros contra algo o alguien que les ataque o perjudique más allá de lo que estén dispuestos a soportar.

Un detalle que marca buena parte del desarrollo es el tartamudeo del patriarca que estropea así los nombres de los hijos cada vez que los pronuncia, modificando los originales Casandra, Caleb y Calia en Cacasandra, Cacaleb y Cacalia respectivamente.

Vamos, que tal como dice Cristina Morales en la contraportada, el padre se convierte en una especie de Rey Midas asqueroso, que en este caso convierte todo lo que toca en mierda, sobre todo cada vez menciona a uno de sus hijos.

Por cierto, que Cristina Morales tiene parte en este libro en su función de editora y también como presentadora, tanto de la esencia de esta novela como de Elaine Vilar Madruga, la autora de esta historia rebelde y antiautoritaria, que tiene el foco en Casandra, narradora de sí misma y de los entresijos familiares.

Aunque el libro esté dividido en tres partes, una por cada uno de los hijos, no es que adquieran protagonismo en esas páginas concretas, puesto que la narración sigue a cargo de Casandra, mientras que Caleb sigue enfrascado en su obra de arte, por decirlo finamente, realizada a partir de variados restos muertos y que conseguirá terminar hacia el final de la novela; y Calia se pasa toda la novela dibujando animales en una serie de tandas que puede no ser nada o un fatídico presagio de lo que está por venir.

Un aspecto indefinido es la identificación del lugar y el país en que viven los protagonistas, aunque lo cierto es que la imaginación tiende a situarlos en uno en particular. Así es por las referencias al Abuelo Bigotes, el líder indiscutible, e indiscutido por la cuenta que trae, de la nación; también por el cuidado con lo que se pueda decir, ya que las paredes oyen y, si es el caso, denuncian a quien ose infringir cualquier ley, este o o no escrita.

Tampoco es que haya muchos escenarios, pues aparte la casa, centro neurálgico de todas las rencillas y disputas, solamente hay algo más digno de mención: un puente que será determinante en la evolución de los acontecimientos.

"La tiranía de las moscas" resulta una novela embriagadora, que muestra con toda naturalidad un ambiente oscuro, de expectativas truncadas, de cesiones vitales por asegurar la mera supervivencia, de subrepticias y lúbricas rebeldías que arrastran al lector a una performance tan extravagante como rompedora.

Selin