La canción de los caballos

Opinión:

Aenlin es una joven de trece años que siente un amor incondicional por la deslumbrante yegua de su hermano: Meletay. Esa es la razón por la que acepta suplantar a su gemelo en un viaje organizado por su padre para llevar un presente a la reina Urraca.

Llegando a tierras de Castilla, su caravana se topa con el ejército del Cid Campeador y su destino cambia para siempre. Es vendida como esclava y años después, se convierte en perla de un importante harén.

Enamorada de la cultura y las gentes de Al-Andalus, no duda en dejarlo todo cuando Rodrigo Díaz de Vivar vuelve a aparecer en su vida. Seguirá a su amor donde él la lleve, convirtiéndose en testigo de sus hazañas y derrotas.

"La canción de los caballos" de Ricarda Jordan, es una novela que conjuga historia y ficción.  La ambientación histórica está profusamente documentada, pero la autora se ha tomado ciertas licencias en torno a la figura del Cid.

Nos han vendido siempre la imagen de un audaz guerrero, adalid del cristianismo, perdidamente enamorado de Doña Jimena. Pero ¿es esa la realidad? Hay documentos árabes, que desdicen las alabanzas del "Cantar del Mío Cid". Fue un gran guerrero, sin duda, pero no el "ángel" que nos han pretendido vender.

Sea como fuere, la autora nos dibuja a un Cid que sembraba el terror a su paso. Su afán de fama, poder y riqueza no tenía fin y utilizaba todos los medios a su alcance para conseguirlo. No dudaba en luchar para reyes o emires, a conveniencia, siempre que sus arcas se llenaran más y más.

A través de Aenlin, la autora nos describe la sociedad árabe de la época. La vida en los harenes en las que las concubinas de los emires, pese a su esclavitud, era relativamente cómoda ya que tenían acceso a la enseñanza y cultivaban diversas artes como la poesía o la música.

A lo largo de la novela vemos como el gran amor que la joven siente por el Campeador se va desdibujando. Sus continuas ausencias y los destrozos que siembra a su paso convierten al Dios en un mero héroe con pies de barro.

Lo que se mantiene inmutable es el gran amor que siente por los caballos. Su yegua lo es todo para ella y no duda en desafiar a nobles, emires y obispos para escapar a cabalgar, vestida de hombre, a lomos de su adorada Meletay.

Por ella, aprende diversos remedios para curar a los caballos y consigue convertirse en una gran experta, que cura en más de una ocasión a Babieca, el idolatrado caballo del Cid, que, como todos, sufre los desmanes de un jinete para quien prima la victoria sobre todo lo demás.

Una novela maravillosa protagonizada por una joven valiente que luchará sin denuedo por conseguir sobrevivir en un país asolado por guerras y razias. Gracias a su audacia y su buen corazón marcará a todos aquellos que se cruzan en su camino, incluyendo a aquellos que hemos leído esta gran novela.

Ana G. Aranda