Epiléptico. El ascenso del Gran Mal

Opinión:

Cuando David B. todavía se llamaba Pierre-François (5 años) y jugaba en la calle felizmente con su hermano Jean-Christophe (7 años) bajo la atenta mirada de sus padres y su hermana pequeña Florence (4 años), descubre que el primogénito está enfermo al punto de que se puede llegar a desmayar (entre otros síntomas). Vemos cómo a lo largo de sus vidas sus padres van buscando, desesperados, una cura, pero corren los años 70: todavía no hay cura ni tratamiento que funcione y además está de moda lo esotérico y todo tipo de corrientes alternativas.

Así vamos viendo como el autor plasma de una manera sobresaliente todas esas medidas alternativas que pasan por estafadores o verdaderos creyentes, convirtiendo su odisea en un fresco de la época. Los padres acuden a lo macrobiótico, a la acupuntura, los masajes, el magnetismo, el espiritismo incluso (creyendo fielmente en una posible sanación mediante los espíritus pudieran), la alquimia… Se comprometen siempre, y aunque les fallen una y otra vez nunca tiran la toalla.

Si quería plasmar eso en su novela gráfica, la historia de su vida, lo ha hecho de maravilla, pero hay otra cosa que me ha gustado más. Al principio pensé que no era lo que quería: el autor hablaba demasiado de sí mismo en comparación con su hermano. Se detenía mucho en su pensamiento, sus hobbys, su manera de luchar contra lo que les había tocado vivir; su fantasía creaba personajes imaginarios (David B. dibuja desde niño) y los convertía en sus amigos, confidentes y huida, y esta parte resultaba apabullante y demasiado extensa para mi gusto, pero poco a poco va tomando forma algo: estaba tratando de sobrevivir porque con ese problema todos eran víctimas, y todos se sentían frustrados, al punto que el hermano mayor, para rebelarse y no ser menos -o peor-, se decanta por el fervor al nazismo entre otras cosas. Esto te descoloca mucho pero cuando acabas la novela gráfica entiendes qué pretendía (por supuesto porque el autor le da sentido).

Su hermano, con tantos golpes e intentos de cura fracasados, cada vez iba a peor. Falta de medicación o medicación inapropiada por sus efectos secundarios, una violencia en el muchacho que cada vez es más desmesurada… crece el odio entre los hermanos. Los celos pueden con el enfermo. La tensión queda clarísima. Sí, David B. soñaba con encontrar la cura para su hermano, pero los años pasaron y todo parecía ir siempre a peor.

Lo cierto es que acabamos entendiendo a la perfección lo que quería transmitir: los dos se sentían fatal. Uno por estar enfermo, el otro porque sufría la enfermedad de su hermano. Así, a través de dibujos en ocasiones horripilantes, otras extravagantes y siempre utilizando un contundente blanco y negro, narra las tremendas odiseas que esta familia francesa hubo de pasar una y otra vez sin éxito.

Cierto que al principio me ha costado engancharme y que no me ha parecido que se haya currado tanto el tema de su hermana (saber que tuvo un intento de suicidio queda raro porque casi ni sale ni da explicaciones), quien por cierto se encarga del prólogo, pero el recorrido final ha sido clarificador y era necesario el camino. Finalmente el autor supo transmitir aquello que creía que jamás podría lograr.

Anika Lillo