Anika entre libros

El último vuelo

Ficha realizada por: Pilar López Bernués
El último vuelo

Título: El último vuelo
Título Original: (El último vuelo, 2015)
Autor: Edwin Winkels
Editorial: Ediciones B
Colección: B Papel


Copyright:

© Edwin Winkels, 2015

© Ediciones B, S. A., 2016

Edición: 1ª Edición: Enero 2016
ISBN: 9788466658249
Tapa: Dura
Etiquetas: basada en hechos reales investigación intimista militares literatura española novela tragedia crónica literatura holandesa años 50 aviación azafatas accidentes de avión pilotos
Nº de páginas: 290

Argumento:

(Novela basada en hechos reales)

El 4 de diciembre de 1958, el avión Languedoc MB-161, matrícula EC-ANR de la compañía AVIACO, volaba de Vigo a Madrid con tiempo muy inestable y tormentoso. La radio de a bordo dejó de funcionar y el radiotelegrafista consiguió contactar con Barajas de forma directa a las 18,15 horas, anunciando que todo iba bien y en quince minutos estarían en el Aeropuerto. Pero el avión nunca llegó a su destino ni se restableció el contacto con la cabina. Viajaban diciséis pasajeros y cinco tripulantes.

Edwin Winkels, periodista y corresponsal holandés que reside en España desde 1988, nos muestra esa historia de forma novelada, pero fiel a los hechos e investigando a los protagonistas que iban en el avión ese día de 1958.

 

Opinión:

 

No imaginaba que una historia novelada podría impactarme tanto, hasta el punto de sentir la piel de gallina, no poder dejar de leer y desear recopilar más datos sobre el tema. Nos dice el autor que, lógicamente, los diálogos y algunas escenas son ficticias, pero los hechos son reales y los protagonistas también; ha urgado en las vidas, ha consultado a testigos y ni siquiera les ha cambiado el nombre a los personajes. Quizá en ese hecho radique parte del interés, porque los humaniza. La azafata de dieciocho años Maribel Sastre, que es la que encabeza la historia, no solo existió y viajaba en ese avión sino que se llamaba así y hay en el cementerio de Monjuich una tumba con un busto suyo y una lápida con su nombre.

Edwin Winkels inicia el libro con un prólogo en el que se explica la búsqueda, durante dos días, de los restos del aparato desaparecido, que contó con el inconveniente del mal tiempo y de la nieve, además de que se había perdido el contacto con la nave.

En 1958, la aviación en España estaba casi en pañales, el 90% de los españoles no había subido a un avión y no existían los medios ni la tecnología que conocemos ahora. Por ello, y porque pilotaba Pepe Calvo, el "jefe de pilotos", un héroe de la Segunda Guerra, con muchas horas de vuelo y el más cualificado de la flota, se mantuvo la esperanza de hallar el aparato intacto, tal vez tras un aterrizaje de emergencia en cualquier punto perdido de la Meseta. Pero no fue así. El Languedoc se estrelló en la sierra de Guadarrama, contra el macizo conocido popularmente como "La mujer muerta" y concretamente en el pico Pasapán, situado en tierras segovianas.

Tras esa introducción, el autor comienza a escribir en primera persona, y ahí nos damos cuenta de que se pone en la piel de Maribel Sastre, esa azafata barcelonesa, hija única, que deseaba volar desde niña y que vio su sueño cumplido solo seis meses antes del desastre, cuando la compañía AVIACO la seleccionó. Las páginas escritas por esa muchacha nos acercan a su familia, sus intereses, la ilusión de cada viaje, lo mucho que disfrutaba con su profesión, lo orgullosa que estaba... Y es a través de ella cuando nos hacemos una idea de las horas previas al embarque, de las dudas del piloto ante la borrasca que tenían encima, del retraso en el momento de salir, de que el comandante, incluso, colgó una nota en la sala de espera anunciando a los pasajeros que el viaje sería movido y podían desistir de hacerlo, que en la bodega del avión iba un cargamento de marisco y pescado fresco destinado a la fiesta de la Purísima y las cercanas navidades... Y también a través de Maribel intuimos cómo fue el vuelo y quiénes eran los pasajeros.

Cuando no escribe Maribel Sastre, Edwin Winkels vuelve a narrar en tercera persona. Es así como conocemos a la madre de la muchacha, ya anciana cuando el autor la entrevistó, o asistimos a las historias de algunos de los que murieron en el avión; quiénes eran, por qué viajaban... Cada persona tenía una vida, unas perspectivas, unas ilusiones que se estrellaron contra el monte Pasapán y unas familias que las aguardaron inútilmente y se debatieron dos días entre la esperanza y la desesperación.

Me ha llamado la atención la historia de las hermanas Josefa y Esther, de 10 y 9 años. Sus padres se trasladaron a Madrid desde Galicia cinco años antes, llevándose solo a Carmen, su hija mayor. Dejaron a las pequeñas con los abuelos hasta poder instalarse y ganar suficiente dinero para la familia. Cuando lograron salir de la habitación en la que vivían con Carmen y otra hija pequeña nacida ya en Madrid, hacerse con uno de los pisos para empleados de Correos y sentir que podían reunirse todos, ya habían pasado cinco años; cinco años sin verse, sin conocer las niñas gallegas a su hermana Teresa... Esther y Josefa iban en ese avión, solas, y a cargo de Maribel, que era la única azafata.

La historia de las niñas muertas refleja muy bien la época, esa España de 1958 en que muchas personas, en ocasiones familias enteras, abandonaban los pueblos para buscar una vida mejor en las grandes ciudades, pero pasaban sus penurias y les costaba adaptarse. Vemos cómo los padres de Josefa y Esther, por ejemplo, aunque habían ahorrado peseta a peseta para el viaje de sus hijas y aceptaron que llegaran a Madrid en avión porque podrían ir solas, no habían estado antes en un Aeropuerto e ignoraban si debían vestir de "domingo" para acudir allí a buscarlas. Tampoco había teléfono en la mayoría de los hogares y los contactos se hacían con una llamada al bar de la esquina o a algún vecino.

No voy a explicar más cosas, mejor os leéis el libro. Lo que sí me gustaría destacar es una duda, que apunta también el autor: ¿Debió despegar ese avión?

Aquella misma mañana, en el viaje Madrid-Vigo, el Languedoc ya tuvo que aterrizar en Santiago a causa del mal tiempo, para llegar a Vigo algo después con infinitas dificultades por las condiciones climáticas. La tripulación, reunida antes de viajar a Madrid, no deseaba volar y el piloto José Calvo estaba intranquilo porque la borrasca era importante, sabía que estaba nevando en la Meseta y ese modelo de avión no se desenvolvía bien con temperaturas bajas; en esas circunstancias fallaban los controles y el hielo lo desestabilizaba... Lo más acertado hubiera sido posponer el despegue, en eso coincidían los cinco miembros del equipo. Pero el comandante era militar, como casi todos los pilotos de la época, estaba habituado a aceptar órdenes de sus superiores y la orden fue viajar. Aunque sus subordinados habían expresado dudas, todos confiaban ciegamente en la pericia de Pepe Calvo, nada menos que el jefe de pilotos, y aceptaron subir al avión porque no ignoraban, tampoco, las consecuencias profesionales que supondría incumplir un mandato de arriba. AVIACO, que era una compañía pequeña comparada con IBERIA, había adquirido a poco precio una flota de aviones Languedoc a los franceses, que los retiraron del tráfico comercial tras muchas horas de vuelo. Pero la empresa no quería aplazar el viaje, que sí hizo esa misma tarde su competidora IBERIA, ni estaba dispuesta a pagar un hotel en Vigo a los pasajeros si posponían el despegue hasta el día siguiente; tampoco deseaban que se echara a perder el cargamento de marisco que iba en las bodegas...

Y como ocurre en algunos casos: José Calvo no debía estar ahí, pero asumió hacerlo al fallarle el piloto que tenía que hacer el viaje. Tampoco uno de los pasajeros se presentó, perdió el vuelo porque su hija enfermó repentinamente.

"El último vuelo" es una novela trepidante, muy bien situada en la época y escrita con sensibilidad, respeto y bastante humanidad. Me ha impactado, como explicaba al principio. No he podido dejar de leer. Al autor le llamó la atención el busto que hay en el cementerio sobre la tumba de Maribel y el epitafio, largo, cincelado en una placa de cemento con forma de pergamino. A mí me ha estremecido leer que (quizá) esa joven azafata no murió en el accidente sino por congelación.

Pilar López Bernués

 

 

Frases de esta opinión pueden utilizarse libremente en otros medios para promoción del libro, siempre que no se varíe y se mencionen al autor de la misma y al medio anikaentrelibros.com

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