El cantar de Aglaé

Opinión:

Esta novela gráfica es muy curiosa. Está llena de simbolismos. El patriarcado, el machismo, e incluso la educación que han recibido millones de mujeres de ser sumisas al marido o al hijo (he dicho hijo, no hija) por ser varón, se muestra aquí como la pescadilla que se muerde la cola. Por más que Aglaé quiera ser libre y en cierta forma lo consiga, no habrá forma de desaprender.

Ni Aglaé ni los demás personajes son seres humanos -a excepción de alguna- si no animales o seres mitológicos como la propia protagonista (o inventados, como su amante). Eso no quita que quede clarísimo en todo momento quién es quién. Tenemos un rey déspota que recuerda demasiado a esos "hombres" que se casan con niñas y abusan de ellas (sabéis de qué hablo ¿cierto?); tenemos un hombre enamorado de su esposa que lleva fatal las infidelidades de ésta pero no se queja porque ella nunca le engañó -nunca quiso casarse, no obstante cumplió con él-; y tenemos a una mujer con arrestos capaz de enfrentarse al mismísimo rey y engañarlo cuando éste secuestra a sus niñas. A partir de ahí Aglaé se convierte en heroína. ¿Pero qué pasa con el poder? Todo el mundo no está preparado para ello, y en Aglaé veremos una de las formas en que puede actuar el hombre o la mujer con poder sobre todo un reino.

La historia es activa (siempre pasa algo) especialmente centrada en la evolución de Aglaé que acaba involucionando a causa de algo que no puedo contar, pero es tristísimo ver cómo la educación y el amor incondicional, así como la tiranía que convierte en sumisa a una mujer acaba con todos los logros conseguidos luchando por la libertad.

Una de las cosas que más me llamaron la atención fue que cuando el padre la exilia por la deshonra que supone tener a una hija preñada, le pone una capa negra con capucha. Rápidamente lo interpreté con un burka. Parece, de verdad, que el simbolismo se esconda entre las páginas, y más sabiendo que es una historia, en el fondo, feminista, pero con un final desesperanzador. Para salir adelante hay que desaprender, y Aglaé, por muy luchadora que fuera, no supo hacerlo, quizás porque las mujeres somos eminentemente emocionales.

Lo recomiendo, porque muestra de una forma estupenda cómo para aprender y evolucionar, hay que desaprender.

Anika Lillo