El 8 de octubre

Opinión:

Eva Illouz se ha convertido, con los años, en una de esas voces que vuelven una y otra vez al centro del debate público. Ha pasado por universidades de medio mundo, desde Princeton y Yale hasta la Escuela de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales (EHESS), pero lo que realmente la ha situado en un lugar propio es su manera de pensar las emociones en el contexto del capitalismo tardío. Libros como "Por qué duele el amor" (2012), "El fin del amor" (2020) o el reciente "Modernidad explosiva" (2025) mostraban ya esa capacidad suya para leer la vida afectiva a través de materiales cotidianos, como la publicidad, el cine comercial, la televisión y las redes, y luego convertirlos en claves para entender nuestra época. En "El 8 de octubre. Genealogía de un odio virtuoso", publicado por la editorial argentina Katz, Illouz lleva esa misma sensibilidad a un terreno más abiertamente político: se pregunta por los marcos culturales e intelectuales que hacen posible que ciertos discursos presenten hoy determinadas formas de odio como si fueran moralmente legítimas.

El punto de partida del ensayo es la reacción pública e intelectual que siguió al pogromo del 8 de octubre de 2023 en Israel. Illouz observa cómo, en algunos sectores de la izquierda académica y militante, emergió una mezcla de entusiasmo, justificación o indiferencia ante la violencia contra civiles. Esta reacción, cuidadosamente documentada mediante citas, fechas y contextos, constituye para la autora una suerte de 'enigma moral' que exige una explicación. Su estrategia consiste en reconstruir la genealogía de lo que denomina un 'odio virtuoso': una forma de hostilidad que se presenta como expresión de justicia, resistencia o solidaridad con los oprimidos. El libro articula así un recorrido que va desde los campus estadounidenses, escenario temprano de esta deriva según la autora, hasta los ecos del pensamiento crítico de los años setenta, pasando por la influencia desigual y a veces simplificada de la French Theory en el discurso progresista global.

A lo largo del texto, Illouz examina los mecanismos conceptuales que permitirían que una parte de la izquierda contemporánea considere legítima la violencia contra ciertos colectivos o identidades. Entre esos mecanismos destaca la lectura estructuralista del poder, la sospecha generalizada hacia la razón ilustrada, la centralidad de las categorías de opresión y la extensión de modelos explicativos que sustituyen los hechos por marcos morales prefijados. La autora subraya cómo determinados discursos (pantextualistas, poderistas, supercríticos o dependientes de estructuras "itinerantes") se han convertido en formas de análisis que clausuran el debate, neutralizan la falsabilidad y favorecen interpretaciones binarias del conflicto israelí-palestino. Estos procesos, combinados con la competencia simbólica en los campus y con el auge de las políticas identitarias, configuran el terreno en el que la virtud pasa a justificar la indiferencia ante el sufrimiento de determinados grupos.

"El 8 de octubre. Genealogía de un odio virtuoso" es, pese a su brevedad, un texto de lectura intensa y provocadora. Su valor no reside en ofrecer conclusiones cerradas, sino en la valentía de señalar los puntos ciegos, los silencios y los sesgos de una parte del pensamiento progresista contemporáneo. Illouz propone recuperar una actitud analítica y una fraternidad amplia como condiciones mínimas para reabrir el diálogo en un escenario crispado. En un momento de polarización extrema, su ensayo funciona como una invitación (quizás incómoda para muchos, pero necesaria para otros) a reconsiderar las categorías con las que se interpreta el conflicto y las emociones que este convoca.

Darío Luque