Cauterio

Opinión:

Una de las decisiones más arriesgadas que puede tomar un novelista es la de combinar varias tramas en su novela. Los riesgos son muchos: una de las tramas puede robarle todo el protagonismo a la otra, o ambas pueden quedar flojas por la imposibilidad de detenerse y ahondarse en sus detalles, o también pueden repercutir negativamente la relación que se establezca entre ambas tramas, ya sea por un exceso de puntos en común o por unas diferencias demasiado notables. Muy pocos autores, posiblemente los más experimentados y seguros en el arte de la escritura, son capaces de combinar dos tramas con resultados excelentes. En el caso de "Cauterio", lamento decir de entrada que, pese a los magníficos y loables esfuerzos de Lucía Lijtmaer por caracterizar cada una de sus historias, lo cierto es que su novela se desinfla tempranamente debido a una mala gestión de las intrigas y las tensiones narrativas.

La primera de las tramas, ubicada en la Barcelona de 2014, es tópica y un tanto sentimentaloide. Una mujer vive de forma traumática el fin de su última relación amorosa, pues su exnovio se había asegurado de crear en ella cierta dependencia emocional. La narración nos pasea por las formas de maltrato a las que la protagonista se vio sometida en esa relación, y al mismo tiempo nos ofrece todo un catálogo de reacciones ante la ruptura: impulsividad, depresión, desenfreno, ira, venganza. Tras plantearse incluso el suicidio como posible opción para liberarse de tanto dolor, la protagonista recibe una oferta tentadora: su exnovio se presenta a las elecciones en las listas de un partido político y una compañera del grupo la chantajea para empezar una nueva vida en Madrid a cambio de su silencio. La trama gira, en verdad, en torno a la traición que la protagonista siente haber cometido hacia su propia dignidad como mujer al haber aceptado esa oferta humillante.

La otra trama, mucho más original, recrea -con algunas libertades por parte de la autora- la vida de Deborah Moody. Nacida en Londres y enriquecida gracias a su relación con un terrateniente, Moody huyó a las colonias de América del Norte en 1639, tras quedarse viuda y haber sido víctima de una persecución religiosa debido a sus creencias anabaptistas. En el Nuevo Mundo aprovechará su influencia social para divulgar su doctrina en la fe con la ayuda de Anne Hutchinson, pese a las dificultades que ambas encuentran para hacerse oír y para tejer su red de tertulias femeninas. Sus ideas son claras: proponen una visión de la religión menos angustiante, en la que la culpa no tenga un peso tan crucial sobre la vida y las decisiones de las personas. Además, proponen la importancia del rol femenino en la correcta gestión del hogar y de la vida familiar, otorgándole a la mujer un rol activo en la sociedad y una responsabilidad inaudita.

El diálogo que se establece entre ambas tramas, pese a ser demasiado débil en una lectura superficial, crece cuando uno se detiene en detalles. Por ejemplo, las dos historias comparten temas como la huida de la mujer y la traición. Asimismo, uno de los temas cruciales que se exploran -y que quizás la autora habría podido desarrollar en mayor detalle- es el del urbanismo: por un lado, la mirada de la mujer contemporánea sobre una Barcelona que nunca duerme y que se halla en continuo cambio; por otro lado, el papel de Deborah Moody como la diseñadora del primer trazado urbano de lo que en la actualidad es Brooklyn. Intuyo que la autora quería convertir su estilo en una especie de cauterio, un instrumento quirúrgico que permite abrir la carne y después cauterizarla para depurar y sanar las heridas. Sin embargo, tengo la sensación de que el resultado no es el esperado, pues en "Cauterio" hay más opinión que novela, y eso lleva a construir una ficción demasiado pretenciosa.

Darío Luque