Lo único que le interesa a la gente

Opinión:

Cuando hace ya un tiempo leí "Documento 1", una de mis mejores lecturas de ese año, me quedó claro que leería todo lo que cayera en mis manos de François Blais, ya que ese autor brillante, con una sensibilidad tan afín a la mía, era todo un descubrimiento. Enterarme de que se suicidó poco después de publicar este libro, que además trata bastante sobre ese tema, me produce una gran tristeza, aunque también me ayuda a tener una visión más profunda de la novela el conocer ese dato.

"Lo único que le interesa a la gente" es una reflexión sobre el poder, qué nos hace humanos y el (sin)sentido de la existencia desde un prisma irónico y humorístico.

Esta trama de ciencia ficción se sitúa a finales de este siglo, aunque el mundo ha cambiado radicalmente: la situación geopolítica ha dado un giro, siendo India la principal potencia y habiéndose dado un impulso al ecologismo devolviendo a la naturaleza sus espacios. Además, el transporte ha evolucionado de forma revolucionaria y, lo más importante, la inteligencia artificial ha evolucionado tanto que se la puede considerar humana cuando alcanza una serie de parámetros. Nos ayudan a conocer este mundo los incisos en blanco sobre negro, fragmentos de libros y manuales de historia y técnica de la época, además del propio desarrollo de la trama.

Nuestro protagonista se dedica a evaluar mediante test objetivos el nivel de consciencia que ha alcanzado cada máquina; cuando sobrepasan cierto punto, son considerados seres humanos y pueden ir a vivir a una especie de reserva con sus semejantes, sin interferencia humana.

De especial interés es que la mayor parte de esas máquinas sean androides sexuales pertenecientes a gente poderosa que sistemáticamente se saltan las reglas para dar rienda suelta a sus fantasías, y cuyo sueño es que despierten a la consciencia antes de que las evalúen para poder ser propietarios de un ser humano durante un corto periodo de tiempo. Esto contrasta con un mundo hipócrita en el que se dice que controlan los abusos a las mujeres mediante la regulación química de la libido de los hombres con poder.

La cuestión es que la androide que tiene que evaluar el agente, supuestamente con sentido del humor, no debería tener un nivel de consciencia cercano a ese punto por puras limitaciones técnicas, lo cual es todo un misterio que le supondrá un reto, y más teniendo que formar a una becaria ambiciosa.

Pronto, el protagonista (y el lector) se da cuenta de que hay algo raro y que se está intentando desviar su atención para ocultar una serie de secretos sorprendentes. Aunque debo decir que los secretos que él mismo guarda, tanto en lo personal como en su trabajo, también dejarán al lector con la boca abierta.

Lo bueno es que, además de ser un mundo interesante con una trama que no carece de misterio, el libro tiene un toque de humor maravilloso. A lo largo de sus indagaciones, marcadas por la burocracia y las pautas higienizadas, el protagonista se topa con todo tipo de personajes y muchas situaciones estrafalarias. Con un humor sutil y buenos diálogos, es muy fluido el avance de la trama, que además lleva a un inevitable final que sin embargo sorprende por su contundencia y las revelaciones que trae.

En definitiva, es una gran historia, divertida pero profunda y cargada de reflexiones. Espero que Barrett siga trayendo obras del autor, que ojalá no nos hubiera dejado.

Déborah F. Muñoz