Un paraíso en el infierno

Opinión:

Rebecca Solnit es una ensayista estadounidense con amplia presencia en la vida cultural norteamericana a causa de su compromiso social, que además se mueve en frentes muy diversos, pero sobre todo centrada en la justicia social, el pacifismo y la lucha por los derechos y la imagen adecuada de la mujer. Después de unos años en los que parecía que su carrera estaba excesivamente dispersa (no había dos libros de la autora que trataran de algo parecido ni tuvieran un enfoque aproximado), parece ir centrando su objetivo y al hacerlo gana lectores.  La edición en la misma editorial, Capitán Swing, del muy recomendable "Los hombres me explican cosas" les valió el Premio al libro del año 2017 del Gremio de Libreros de Madrid. Contenía ensayos tan lúcidos como ácidos sobre las relaciones desiguales entre hombres y mujeres y el origen de la violencia machista.

Quizá por esa dificultad que expresaba antes de la autora para elegir un tema sobre el que escribir que le interese, "Un paraíso en el infierno" se construye sobre una idea, y no un período histórico o un hecho. Esa emoción vertebradora es la sensación de que la humanidad es capaz de encontrar alegría en la desgracia, solidaridad en la desdicha, paz en la guerra. Las dificultades sacan lo mejor de nosotros, está convencida, y a partir de una iluminadora introducción que ahonda en esa intuición, cada capítulo propone ejemplos de tiempos y lugares en los que ese "fenómeno" altruista y constructivo ha sucedido.

Algunos de los lugares que visita para buscar ese paraíso construido en el infierno son el terremoto y los fuegos subsiguientes de San Francisco en 1906, el terremoto de México en 1985, los atentados de las Torres Gemelas, la explosión de Chernóbil o el huracán Katrina.

El libro puede pecar en ocasiones de exceso de voluntarismo, Rebecca Solnit intentando de la manera más convincente que encuentra de defender esa tesis de que los desastres son oportunidades para rescatar nuestros mejores sentimientos. Está bien que así sea, aunque al hacerlo se pierda mucho método de investigación y exposición, porque no está de más mostrar un poco de confianza en el ser humano y su capacidad de compasión en una tradición ensayística que está habitualmente instalada en una visión negativa de cuanto ocurre. Es, por tanto, un soplo de aire fresco y una llamada a la esperanza, aunque por esa pretensión entusiasta de conseguir su objetivo inicial la solidez del relato se pueda poner en entredicho (ha recibido tantas reseñas laudatorias como demoledoras en su país de origen).

Rafael Ruiz Pleguezuelos