Hijos de nazis

Opinión:

Este ensayo es impactante, porque describe perfectamente las diferentes reacciones a la hora de enfrentarse a la realidad de un padre que fue un criminal nazi. Un libro que responde perfectamente a la pregunta sobre si es posible amar a un monstruo. Si es posible querer, apreciar, respetar, incluso amar, a un individuo con un comportamiento familiar más o menos ejemplar que al mismo tiempo ordena la ejecución de millones de personas. Si una caricia, una sonrisa, un juego o un regalo, son compatibles a la hora de recordar, de conservar una imagen íntima de un padre que ha quedado para la Historia como un implacable asesino de millones de seres inocentes. Como uno de sus protagonistas, que llegó a afirmar sin reparo "mi padre es un criminal nazi, pero yo lo amo". Aunque esas caricias se hicieran bajo la trágica nube de cenizas que se precipitaban sobre la lujosa villa del mayor responsable del campo de Auschwitz.

Un libro donde encontrar explicaciones para entender la imposibilidad material de aprender a (sobre)vivir sin la pesada y alargada sombra del padre, unos defendiendo y apoyando tanto sus hechos como sus ideas; otros, los que demuestran una mayor sensibilidad y humanidad, con la obsesión de la búsqueda permanente de la redención a pesar de su radical inocencia. De elegir entre ser cómplice o víctima, aunque en el fondo todos sean víctimas de un pasado en el que ellos no participaron. Hijos inocentes que se dividen entre los que toda su vida actuaron como entregados seguidores de la funesta ideología nazi y apologistas o negacionistas del holocausto, nostálgicos de un pasado irreversible, y los que vivieron obsesionados por la desaparición o el perdón colectivo, buscando respuestas en la religión católica tan odiada por los nazis, o llegando incluso a esterilizarse para que sus apellidos murieran con ellos, o también los pocos que gestionaron con una ambigüedad calculada ese espeso legado gracias a cierto "ambiente" de simpatía de una élite más o menos atrapada por su propia historia. Víctimas, hermanos enfrentados, apellidos más o menos camuflados. Todos perseguidos y marcados toda su existencia por el legado de un apellido maldito. En la mayoría de los casos, hijos que echan en falta una conversación con sus padres para poder preguntarles por qué, para pedirles una explicación sobre tanta brutalidad e inhumanidad. Poder hablar con ellos una sola vez para mirar a sus ojos y preguntarles a la cara por qué. Un silencio invencible que les obsesiona hasta marcar sus vidas y la de los seres que les rodean.

También se pueden encontrar entre sus páginas las peripecias vitales de todos ellos, especialmente tras la derrota del régimen nazi, que en muchos casos fueron de dificultades económicas e incluso en algunos de auténtica miseria. Del paso del lujo más excesivo a la austeridad de una posguerra con ganas de pasar página cuanto antes de un pasado maldito. Peripecias que incluso incluyen a España como santuario de nazis escapados o para aquella hija de uno de estos dirigentes que se hizo modelo para Balenciaga. Para cuándo un libro como este sobre nuestro país... 

Pero también es un buen libro cuando describe la humana pero trágica y perversa atribución de responsabilidades a los familiares de los asesinos, cuando estos son absolutamente inocentes de las acciones de sus parientes. Algo que vemos con frecuencia incluso en nuestros días cuando asistimos al innoble e injusto desahogo de personas anónimas sobre los inocentes familiares de terroristas. Sobre la débil frontera que separa el ánimo de venganza con el sentido de la justicia. Sin duda un libro fascinante sobre el concepto de culpa, ese mismo que llevó incluso al mismo Günter Grass a ocultar hasta su vejez su propio pasado de joven miembro de la Waffen SS, el famoso escritor cuyo tambor de hojalata destripó el tercer Reich y le llevó al premio Nobel de literatura. Esa culpa, en todas sus variantes individuales o colectivas, propias o ajenas, ignoradas o heredadas, es el corazón de este magnífico ensayo.

Jorge Riet