Querido hijo

Opinión:

Sí, el libro es una carta de amor incondicional a Alberto, pero también es un sentido homenaje a Jack Gilbert (Kbag) y Harry Scoot-Hood (Lover), los otros dos artistas que perdieron la vida aquella fatídica noche, a otros grafiteros que corrieron la misma suerte, y cómo no, a los familiares y amigos que sufrieron, que sufren su terrible pérdida.

Pero este no es un libro polémico ni pensado para la polémica, aunque mueva a la reflexión sobre las circunstancias que empujan a los escritores o artistas del grafiti a arriesgar su vida. Es, sobre todo, una declaración de amor y una exposición del mayor de los desconsuelos. Merece, por tanto, respeto y admiración.

Tengo la certeza de que muchos cuestionarán la publicación de "Querido hijo". Por mi parte, agradezco al autor su pequeño-gran gesto con la Humanidad; como muchos otros lectores, desconozco las sensaciones que se experimentan tras la pérdida de un hijo, sin embargo, la aproximación al dolor de Carlos Fresneda me humaniza y ayuda a ralentizar el paso, a no ignorar el sufrimiento de otros. En este sentido, bajo mi humilde punto de vista, el presente volumen forma parte del club de libros estrictamente necesarios.

No obstante, "Querido hijo" no es sólo una reflexión sobre todas aquellas emociones que desatan la muerte y ausencia del ser querido, también representa una exposición -desconozco si improvisada o no- acerca de las inquietudes artísticas de los adolescentes y de su ansia de libertad en el marco de ciudades que, poco a poco, se han ido convirtiendo en grandes presidios. De la misma forma, los capítulos donde el grafiti es el protagonista nos obligan -me obligan por el mero hecho de ser un provincianito asombrado ante lo que contempla en Madrid o Barcelona- a mirar con otros ojos la marea de tags que inundan las grandes capitales y a preguntarnos los porqués de este desconocido y criticado mundo.

Recomiendo la lectura de "Querido hijo" sin hacer distinciones entre lectores, puesto que todos, en mayor o menor medida, deberemos administrar el dolor que conlleva la ausencia.

Jorge Juan Trujillo Valderas