Orgullo y prejuicio

Opinión:

Dos siglos y medio después del nacimiento de Jane Austen, "Orgullo y prejuicio" sigue brillando con una sorprendente modernidad, una paradoja para una novela tan impregnada de casas de campo, paseos en carruaje y decoro de salón. Sin embargo, es precisamente dentro de estos parajes de la Inglaterra de la Regencia donde Austen forjó uno de los actos de silenciosa rebeldía más perdurables de la literatura.

En el centro de todo está Elizabeth Bennet, quien sigue siendo una revelación incluso hoy: perspicaz, ingeniosa y totalmente reacia a sacrificar su felicidad por dinero. En una sociedad donde el futuro de una mujer podía depender de una simple mirada en un baile, Elizabeth insiste de forma radical en que la compatibilidad importa más que la conveniencia, y la integridad más que los ingresos. Su inteligencia resplandece en cada página. Percibe demasiado, cuestiona demasiado y ríe lo justo para no desesperar ante las limitaciones que se le imponen.

Frente a ella se alza Fitzwilliam Darcy, el hombre que durante mucho tiempo se ha visto reducido por la adaptación a un ideal romántico y taciturno. El Darcy de Austen es algo más: un estudio del orgullo, la incomodidad y las estrictas normas sociales que rigen incluso a los privilegiados. Sus diálogos son la verdadera coreografía de la novela, una «danza perfecta», como señaló un crítico; un duelo de intelectos en el que cada paso en falso revela la fragilidad del ego y la seducción del error de juicio.

Lo que hace que la obra de Austen sea atemporal no es solo el romance, sino la estructura que lo sustenta. La trama gira en torno a malentendidos, chismes y la frágil maquinaria de la reputación, pero lo que está en juego es existencial: la posibilidad de forjar una vida determinada por el propio carácter y no por las circunstancias. Con su característica ironía, lo suficientemente aguda como para penetrar, pero nunca herir, Austen desmantela la hipocresía de una sociedad que premia la docilidad en las mujeres al tiempo que les exige asegurar su futuro mediante el matrimonio.

La ansiedad y el dramatismo de la señora Bennet, la pomposa arrogancia del señor Collins, la tiranía aristocrática de Lady Catherine de Bourgh: estos personajes, a menudo utilizados para provocar risa, son en realidad las críticas más feroces de Austen. Encarnan un mundo construido sobre la precariedad económica y las rígidas jerarquías, donde el ingenio de una mujer es tanto su armadura como su única moneda de cambio. El triunfo de Elizabeth no reside en casarse con Darcy, sino en hacerlo en sus propios términos: una victoria tan sutil y a la vez tan trascendental que contribuyó a redirigir el curso de la literatura inglesa.

Esta edición de "Orgullo y prejuicio" de RBA Libros es una verdadera joya visual: una tapa dura de un verde profundo que abraza a dos aves elegantes, enmarcadas por un estallido de plumas azules y doradas. Los cantos pintados, también en verde, están delicadamente adornados con pequeñas flores y ramitas doradas que convierten el libro en un objeto casi artesanal, hecho para ser atesorado. Es una edición que no solo resguarda una de las historias más queridas de la literatura, sino que también la embellece, transformándola en una pieza digna de colección.

Que esta novela continúe siendo una obra tan querida no sorprende; que permanezca relevante es la mayor prueba del genio de Austen. Al narrar la lenta y mutua transformación de Elizabeth y Darcy, de las malas interpretaciones al reconocimiento, del orgullo herido a la comprensión generosa, Austen no solo ofrece una historia de amor, sino una lección de autoconocimiento. Es un recordatorio de que la humildad es una forma de valentía y que, para ver verdaderamente a otra persona, primero hay que atreverse a verse a uno mismo.

Doscientos cincuenta años después, la novela más célebre de Austen sigue planteando la misma pregunta: ¿Qué podríamos descubrir si pudiéramos dejar de lado la vanidad y el miedo el tiempo suficiente para escuchar? La respuesta, como siempre, es todo.

Violeta Lila