Notas para unas memorias que nunca escribiré

Opinión:

Los que somos nada mitómanos nos aproximamos con enorme prevención a esos ejercicios espirituales introspectivos de muchos autores, normalmente tan impostados como banales, que en muchos casos llegan incluso a desmerecer su propia obra literaria.

Es un vicio contemporáneo atribuir al personaje famoso virtudes y capacidades sobrenaturales, dotándole de una omnisciencia ridícula sobre cualquier aspecto de la vida. Algo que se convierte en un vicio ridículo cuando se persigue encontrar pistas ocultas en las biografías que expliquen la virtud narrativa, como si el hecho de vivir determinadas situaciones actuase como un mecanismo que garantizase la habilidad creativa.

Afortunadamente Marsé hace gala de su enorme inteligencia y honestidad en estos diarios, que pretenden justo lo contrario a muchos escritos de ese tipo, reflejar una vida cotidiana que combina normalidad familiar y personal con su trabajo creativo, con los ambientes en los que vivía, el circo literario y cultural donde se movía, unido a su percepción política de la sociedad de su época, incluso cómo afrontaba su trabajo creativo dando pistas más sugerentes que explícitas.

Sin duda es impagable esa demostración obsesiva sobre la eterna corrección de los manuscritos, aderezada de su brillante intuición sobre la calidad final de su creación.

Una de las sorpresas que ofrecen estas notas autobiográficas es la perplejidad que causa al lector esa paradoja entre riqueza editorial y creativa que se reúne en Cataluña, esa pléyade de conocidos escritores y editores, y su extrañamiento, su creciente aislamiento, por una agenda política que ha hecho a Cataluña una sociedad y territorio menos relevante e influyente que en el pasado.

En estas notas hay que destacar la ruda crudeza de sus opiniones, sus descalificaciones de personas y empresas, de políticos, periodistas, escritores y otros profesionales de la cultura, medios de comunicación, conocidos y familiares,que a menudo despiertan una sonrisa inevitable en el lector.

Un intelectual progresista desconfiado, sabio, distante de pasiones impropias de alguien con su experiencia e inteligencia, pero a la vez capaz de alarmarse e indignarse con asuntos del momento, como la estrategia de Aznar de involucrar a España en la mentira que desembocó en una guerra en Oriente Medio.

Unos diarios imprescindibles para conocer a este gran escritor, especialmente a sus inquietudes, hábitos y percepciones, en un ocaso de la vida habitado por achaques y la presencia de unos nietos, especialmente uno, que le fijan a la realidad, que le recuperan para sentir la necesidad de un futuro, de un mañana que le sobreviva, así como el dolor y preocupación que aún le provocan la estupidez, la miseria moral, la estrechez de miras, el provincianismo intelectual o político.

Un diario que retrata aquel año 2004 tan intenso de noticias y situaciones, pero sobre todo porque nos permite conocer mejor a aquel inefable Juan Marsé, un lujo de las letras españolas del que nos quedará para siempre su formidable creación.

Jorge Riet