Los años que amamos locamente

Opinión:

Esta crónica personal es la historia de un despertar, de un país, de una generación, de una sociedad, de mujeres y hombres que cruzaban el umbral de la dictadura a la democracia no sólo en el ámbito político e institucional, sino sobre todo en una nueva manera de entender la libertad. Un pasado que ahora nos devuelve Rosa Villacastín en forma de recuerdo personal de aquellos intensos años, en los que el sexo, la cultura, el feminismo, eran las expresiones de un cambio radical que alteró para siempre la hoja de ruta de nuestra nación.

El destape y el sexo como decorado de fondo del cambio, con personajes ya olvidados como Nadiuska y Victoria Vera, en una asociación de exhibición del desnudo y una nueva manera de entender el cuerpo en libertad, con escenas tan curiosas para la Historia como el desnudo de Marisol o el de María José Cantudo, o la histórica foto de Tierno Galván y Susana Estrada con su pecho al descubierto, con aquel genial comentario del viejo profesor que le advertía a la artista que podía resfriarse. Aquella España que creaba nuevos referentes con los que identificarse en un ambiente cargado de expectativas, como Fiorella Faltollano y su Asignatura pendiente, la combativa Cristina Almeida, César Lucas y sus extraordinarias fotografías, las crónicas del inefable Jesús Hermida o el papel de periodistas como Carmen Rigalt, Teresa Campos o la propia autora, junto con nuevas figuras como Juan Luis Cebrián, coetáneos de los viajes a Perpignan a ver las películas prohibidas, las noches regadas del alcohol con la intensidad del flamenco de madrugada, las primeras manifestaciones feministas, los bikinis, las minifaldas o los pantalones de campana, en aquella España que recibió a personajes como Brigitte Bardot o John Lennon que rodaban sus películas en aquella Almería de los spaghetti westerns.

Tiempos de cambio incluso en aquella Iglesia liderada por el olvidado Tarancón, con las crónicas papales de la famosa Paloma Gómez Borrero que se colaba casi todos los días en las casas de los españoles en aquellas televisiones en blanco y negro. También aquel país con aires de cambio que asistía asombrada las fiestas de Puerto Banús o la Marbella de Gunilla Von Bismark, el nacimiento de la estrella Rocío Jurado, las queimadas del incombustible Fraga, la formidable apuesta democrática de algunos cachorros políticos provenientes del franquismo como Adolfo Suárez y la UCD, o el cambio que se anunciaba de la mano de líderes progresistas como Felipe González.

Aquella España ansiosa de pasar del blanco y negro al color de una nueva época de esperanza, con combates populares como el divorcio o el aborto. Villacastín consigue hacernos recordar aquellos años y sus peripecias personales y profesionales, sin sesudos análisis o balances históricos, sin profundizar en ningún tema en concreto, porque pone deliberadamente el foco en los ambientes, en los debates, en las contradicciones de una sociedad con hambre de enterrar un pasado gris, represivo, injusto y anómalo, en las expresiones de la realidad y los debates de aquella época que fueron seminales para lo que es nuestro país en la actualidad.

Es evidente que Rosa Villacastín consigue el objetivo de fijar un tiempo histórico, cargado de sucesos, anécdotas e irreproducibles personajes, con el sexo y la exhibición del cuerpo como una epifanía histórica, como una expresión de un cambio radical de época, de las costumbres, de las actitudes y de los talantes, que han hecho de la tolerancia a la diferencia una seña de identidad global de nuestro país aquejado hoy de tantos problemas de autoestima. Un libro para recordar y también para aprender el contexto de una las páginas más apasionantes, constructivas, creativas y tolerantes de nuestra Historia.

Jorge Riet