La república del dragón

Opinión:

"La república del dragón" continúa tras los sucesos de "La guerra de la amapola", un libro que ya había tomado un camino más que correcto mezclando magia chamánica con un fuerte componente militar.

Tal y como anticipaba en la reseña de "La guerra de la amapola", R. F. Kuang ya no se basa tanto en hechos históricos (a pesar del claro paralelismo con la Revolución China) y a estas alturas de la historia la fantasía está más presente, lo que hace que tenga que hacer volar su imaginación y resulte mucho menos predecible que el libro anterior.

La trama tiene algunos giros y vueltas de tuerca interesantes, ya que todos tienen intenciones ocultas más allá de las que pregonan y Rin cada vez pierde a más gente de confianza. En este caso, se incorpora también una fuerza externa, los hesperianos (claro paralelismo de las potencias occidentales en época colonial), que han logrado un gran progreso científico gracias a su creencia en un único dios y que pretenden estudiar (y eliminar) a los chamanes.

Acostumbrados al nivel de violencia del anterior, "La república del dragón" se modera un poco, ya que la autora no se recrea tanto en la descripción de barbaridades y masacres. Sigue habiendo cosas bastante fuertes, sin embargo, son lo esperable dentro de un contexto de guerra constante. En este caso, se enfrentan dos facciones en un tablero geopolítico planteado muchos años atrás: Vaisra, jefe militar del dragón, busca el apoyo de los hesperianos para formar una república y conquistar el Imperio. No obstante, los occidentales no piensan mojarse hasta que la victoria no esté clara y se limitan a ser espectadores y a exigir, como condición, poder estudiar a Rin.

El arco de personaje de la protagonista es brutal: debe superar la adicción y los traumas, así como empezar a decidir por sí misma, y todos los pasos que va dando en esa dirección son coherentes (aunque, en caso de la adicción al opio, cuesta creer algunas cosas que le resultan demasiado fáciles). Eso no significa que tenga que caernos bien, toma decisiones monstruosas y no tiene una pizca de empatía, pero quizás es el hecho de que sea tan moralmente cuestionable lo que hace que el personaje sea tan interesante.

El resto de personajes cercanos a Rin también tienen que lidiar con sus propios traumas, problemas y secretos, por lo que tienen reacciones y comportamientos que llevan la historia en direcciones insospechadas, pero sin perder la credibilidad. Aprendemos bastante sobre ellos y sus motivaciones, pero algunos siguen siendo lo bastante opacos o estando tan confusos que no sabes por dónde van a salir.

En definitiva, esta segunda parte es en mi opinión mejor que el libro anterior, y todo apunta hacia una tercera parte también muy interesante que estoy deseando descubrir.

Déborah F. Muñoz