La procesión infinita

Opinión:

El autor nos ofrece en esta novela una historia de personas unidas por un momento y lugar, confirmando que el contexto atrapa los deseos y frustraciones, encerrándolos en una burbuja perversamente transparente pero al mismo tiempo consistente a pesar de las distancias geográficas y el transcurso de los años. Seres atrapados por esas realidades que envuelven con su peso inevitable, esas que encarnan el poder, las convenciones, las modas o las visiones, que conforman una determinada manera de comprender, sortear y consumir la existencia.

Trelles Paz nos conduce a través de esa realidad con su personalísimo estilo narrativo, que nos sacude, nos atropella, nos encara con la dureza de una realidad que desnuda vidas y exhibe obsesiones. Esta obra nos descubre que son vanos los intentos de huir del tiempo que a cada uno le toca vivir, de la ilusión de una existencia que puede evadirse de la realidad que otros ordenan, sólo confiando en organizar una vida cotidiana a salvo de las contingencias de un país y sus gobernantes.

Militancias, sacrificios, miedos, lugares comunes, modas ideológicas y sexuales, conformismos, sueños de revoluciones y cambios inalcanzables, en la mayoría de los casos cargantes frustraciones por una realidad fea, que el tiempo acaba sustituyendo por una memoria que pesa como una condena. Esa misma memoria que malvive en la incomprensión de una sociedad adormecida, indiferente, egoísta y tan individualista que la tristeza y resignación se dispersan ocupando todos los vacíos sin posible solución.

"La procesión infinita" provoca con preguntas incómodas, sobre todo con una fundamental y apremiante, cómo se puede vivir, amar, soñar, en un país siempre roto, siempre jodido en sus envidias y ajustes de cuentas, eternamente atascado en sus inveteradas frustraciones, debates, enfrentamientos y permanentes errores.

Esta obra encierra en su propio título un continente de pistas cuyo rastro podemos seguir en sus protagonistas, esos mismos que podrían vivir de parecida manera en otra ciudad y otra época sólo cambiando sus contextos y vivencias, pero que se nos muestran unidos en la causa común de sobrevivir en una realidad que les asfixia. Una historia que se sirve de la excusa de un escritor, un creador de ficciones, quién mejor para diseccionar su propia realidad, obsesionado por un ayer que no sólo dificulta que su prosa acabe residiendo en un puñado de papeles, sino que insiste en aparecerse como un reto existencial que ha de afrontar para seguir viviendo.

Trelles Paz goza de un estilo literario singular, veraz, tan innovador como capaz de sorprendernos con una sutil combinación de escenas que nos sugieren que en las novelas de calidad contemporáneas no caben las categorías ni las zonas estancas para lectores acomodaticios o críticos perezosos, como un sutil eco del mejor Bolaño. Un novelista que hay que buscar, leer con la misma intensidad que nos ofrece con su prosa. Un autor de amplia trayectoria que en el futuro seguro nos seguirá sorprendiendo con sus obras. Pero aquí y ahora, La procesión infinita es una obra más que recomendable. No se la pierdan.

Jorge Riet