La pintora pelirroja vuelve a París

Opinión:

Remedios Varo, como otras pintoras y artistas de su tiempo -pienso en Leonora Carrington, Maruja Mallo o Dora Maar-, es un personaje fascinante que no ha empezado a reivindicarse y estudiarse en profundidad hasta hace bien poco. Ara de Haro, seudónimo literario de la historiadora del arte Amparo Serrano de Haro, publicó hace poco menos de cinco años una sugerente biografía en la que incidía en aspectos inéditos de la obra y de la personalidad de la pintora. Desde su ingreso en la Academia de San Fernando y sus anécdotas de la Residencia de Estudiantes -donde convivió con García Lorca y con Dalí, entre otros- hasta su incursión en el círculo surrealista de André Breton y su etapa mexicana, esta biografía proponía un detallado recorrido por medio mundo siguiendo las pistas de la pintora catalana. Madrid, Barcelona y México fueron algunas de las ciudades que más importancia tuvieron en su formación, pero ninguna es comparable a la impronta que dejó en ella París, donde compartió tertulias y vivencias con varios grupos de artistas, capitaneados unos por Breton y otros por Picasso. Por ello, Ara de Haro ha aprovechado ahora la libertad que le concede la ficción para rellenar algunos huecos de aquella biografía, en especial los relacionados con el retorno de Remedios Varo a París, veinte años después de su exilio, cuando la ciudad ya no era la misma ni quedaba en ella apenas huella de lo que había sido en los años treinta.

"La pintora pelirroja vuelve a París" no es, pues, una biografía, sino una novela que pretende iluminar algunas sombras en la vida de Remedios Varo. Para ello, la autora construye la historia en dos tiempos: por un lado, la primera visita de la pintora a París, en 1937, huyendo de la guerra civil española junto al poeta y militante republicano Benjamin Péret; por otro lado, su regreso a esta ciudad veinte años después de haberse exiliado en México. Por supuesto, el grueso de la historia lo encontramos en la primera parte, cuando Péret introduce a la pintora en los círculos surrealistas de André Breton. En los bares y tertulias que frecuentaba su círculo, Varo coincide con algunas de las personalidades más fascinantes del París de la época: Victor Brauner, que será su amante, Dora Maar, Leonora Carrington, Max Ernst, Pablo Picasso, Óscar Domínguez, Man Ray o Salvador Dalí, entre muchos otros. También allí se reencontrará con Esteban Francés, quien la había introducido por primera vez en el movimiento surrealista, poco antes de romper su matrimonio con Gerardo Lizárraga.

Ahora bien: los años que retrata Ara de Haro en esta novela no son años de una gran producción artística o, al menos -y esto es lo inquietante-, apenas se nos muestra a Remedios Varo en acción. En cambio, sí asistimos a una difícil cursa de obstáculos en el plano de lo sentimental, pues sus relaciones consecutivas con Péret, Francés y Brauner se erigen como el centro temático de "La pintora pelirroja vuelve a París". París y sus hombres, París como la ciudad del amor: ese es el verdadero tema que explora la novela, lo cual no deja de ser desafortunado para una pintora que fue, sin duda, mucho más que sus relaciones con los hombres. En cualquier caso, la autora demuestra ser una gran conocedora de las vanguardias y de sus círculos intelectuales, pues la recreación que hace de sus ambientes, de sus dinámicas sociales y creativas e incluso de sus encuentros y desencuentros es digna de admiración.

El estilo de Ara de Haro es correcto y dinámico, de tal forma que el lector apenas siente la presencia del narrador ni le perturban los detalles históricos que construyen el relato. Así pues, "La pintora pelirroja vuelve a París" es una magnífica novela para quien quiera profundizar en la vida de Remedios Varo o, en su defecto, es una lectura amena y rápida, muy placentera, para quien esté interesado en perderse por el París de las vanguardias.

Darío Luque