La flor del rayo

Opinión:

Juan Manuel Gil adopta, como en entregas anteriores, una forma de escribir sin filtros, que surge a borbotones, que pone el sentido del humor por delante del estilo y que pretende que todo llegue al lector poco menos que a bocajarro. La trama de "La flor del rayo" se sostiene a partir del juego metaliterario del escritor que escribe, y que se plantea las fronteras siempre difíciles entre realidad y ficción. Todo regado con mucho humor, porque es marca de la casa y además la historia toma esa dirección desde el principio.

Los diálogos, rápidos y bien entonados, impregnan toda la obra. Estos hacen de su lectura un ejercicio vigoroso, en ocasiones virtuoso. Juan Manuel Gil sabe sostener diálogos y mover trama con ellos haciendo que el lector disfrute, y es especialmente lúcido cuando acerca la historia a la farsa. También explora de una manera interesante la forma en la que lo que cuentas y haces como escritor afecta a tu entorno. Insiste mucho en que es importante que la gente que te rodea te haga sentir ese apoyo emocional a la creación. He disfrutado especialmente los pasajes de la novela en los que su familia y pareja piensa que lo que está haciendo y hace no va a ninguna parte.

Resulta contagiosa y muy estimulante la manera en la que el autor -y su alter ego narrador- desdramatiza y desmitifica el oficio de la escritura, arrancándole toda pedantería y transformándolo en una serie de hábitos y técnicas que simplemente deben seguir su cauce. Ello no evita que sea toda una declaración de amor a la tarea con tanto de mito de Sísifo de emprender un texto detrás de otro tratando de contentar a los demás y a uno mismo.

Las reseñas que ya se han hecho de la obra otorgan algo de quijotesco al protagonista, y es muy posible que así sea. En cualquier caso, el libro es un juego irónico que toma al oficio de narrador como centro de interés y que ha acabado en una novela de fácil lectura.

Rafael Ruiz Pleguezuelos