La familia Martin

Opinión:

La premisa de partida de la novela es sencilla y original: un escritor es consciente de que se encuentra detenido en uno de esos temibles bloqueos creativos, y para encontrar la inspiración que necesita decide abordar a la primera persona en la que se fije en la calle para contar su historia. De alguna manera, con ello David Foenkinos (1974) está cumpliendo con esa máxima tantas veces dicha en literatura de que cualquier vida, estudiada con suficiente profundidad, puede ser una novela.

La elegida es una anciana (Madeleine Tricot, de nombre) que, aunque en primer momento pueda parecer que no tiene mucho que contar, irá abriendo capas de su memoria hasta ofrecer al novelista lo que busca. Un primer amor perdido será el componente más grato y novelístico que puede ofrecer. El trabajo que realizara como costurera para el Chanel de Karl Lagerfeld aporta la pátina de glamour necesaria. La situación se vuelve más complicada -e interesante- cuando las hijas de la señora (sobre todo la mayor, Valérie) entren en juego e impongan sus historias y limitaciones a la visión del conjunto. También saca provecho de alguna forma en la narración del sentido de la curiosidad que los humanos tenemos: queremos saber más de la familia, no podemos detenernos en lo que se nos ofrece en cada capítulo.

Foenkinos practica en esta entrega un estilo blanco, que dirían los franceses, con lo que pretendo decir que elige la práctica básica de narrar, sin embellecimiento alguno ni acercamiento literario marcado. Capítulos muy breves y sin despliegue técnico, en doscientas páginas de tipografía generosa. La mera funcionalidad de narrar, algo que puede ser bueno para unos lectores y que deje sin suficiente alimento a otros.

Foenkinos ha elegido para su historia el apellido Martin, consciente de que es uno de los más populares entre los tradicionalmente franceses, como si la novela se llamara "La familia García" en español. Posiblemente, la elección se deba de alguna forma a su pretensión más o menos velada de hacer un homenaje a las familias normales, preguntándose a un tiempo qué es lo que podemos entender por normal cuando se habla de relaciones personales.

También hay mucho de metaliteratura en el texto, el personaje del escritor a la caza de una historia compartiendo con el lector sus dudas, sus miedos, sus admiraciones, el proceso de pergeñar una historia. Tampoco en eso llega demasiado lejos en ningún momento, limitándose a ofrecer una especulación hasta cierto punto básica de la vida de un escritor. De lo que no nos cabe duda después de leer la novela es que el oficio de autor es, sobre todo, extraño.

Rafael Ruiz Pleguezuelos