Anika entre libros

Entrevista a Javier Negrete por la saga "El corazón de Tramórea"

"Reconozco que me gustan los personajes con un humor un tanto borde, como el Gran Barantán en "Tramórea" —y también Orfeo—, o el profesor Valbuena en "Atlántida""

Firma: Gemma Nieto / Foto de presentación: Anika Lillo / Primera foto: Juan Miguel Aguilera / Resto fotos: Gemma Nieto / Noviembre 2011

 

No sé si la saga de Tramórea ha cambiado algo en mí y ahora percibo como real (en mi imaginación) un mundo que no existe, pero desde luego no soy la única lectora a la que los personajes de la serie han tentado para abandonar esta existencia anodina e irme a luchar, espada en mano, junto a ellos contra el dios loco Tubilok. Reconozco que yo también he querido blandir una espada forjada por Tarimán y conocer algunos de los secretos de los Kalagorinôr.

Para los que no hayan leído las cuatro novelas que componen la saga (La espada de fuego, El espíritu del mago, El sueño de los dioses y El corazón de Tramórea) mis palabras anteriores no tendrán demasiado sentido porque pertenecen a un mundo de fantasía surgido de la mente de Javier Negrete. Un mundo completo y cerrado con una apariencia muy real.

Javier Negrete estudió Filología Clásica e imparte clases de griego en un instituto de Plasencia. No sé qué tal será como profesor pero, desde luego, como novelista se ha puesto el listón muy alto. Un autor que es capaz de hacer que los lectores continúen soñando con sus personajes y sus aventuras tras haber pasado la última página de sus libros es un verdadero escritor de raza.

La crítica ya lo ha reconocido otorgándole el premio Ignotus a la mejor novela de 1998 (La mirada de las furias) y el de 2003 (La espada de fuego); el Ignotus y Gigamesh por Estado Crepuscular; el premio Minotauro 2006 y el Utopiales 2008 por su novela Señores del Olimpo; el premio Celsius 2008 por Alejandro Magno y las águilas de Roma; y el premio Espartaco 2009 (Salamina). También ha sido finalista de los premios Edebé, El Barco de Vapor y La Sonrisa Vertical.

Con un currículo tan impresionante no podíamos dejar de entrevistarle para Anika entre Libros.

 

ENTREVISTA

 

Desde tu primera novela, La luna quieta (novela corta de ciencia ficción), pasando por Memoria de dragón (fantástica juvenil), por La amada de los dioses (género erótico y finalista de La Sonrisa Vertical), por Alejandro Magno y las águilas de Roma (de corte histórico) hasta la tetralogía sobre Tramórea, un libro de espada y brujería (o fantasía épica, según se prefiera), has recorrido un largo camino como autor. ¿Qué te ha llevado desde tus preferencias literarias iniciales hasta una serie de novelas épicas? ¿A qué se debe ese giro en tus intereses literarios? ¿Dentro de qué género te sientes más cómodo?

En primer lugar, debo decir que el primer libro que intenté publicar, allá por 1987, fue La Espada de Fuego. No lo conseguí hasta La luna quieta, y ahora que miro hacia atrás me alegro: la EdF de 2003 es una novela mucho más madura, que ha dado lugar a continuaciones que no habría negrete1imaginado ni sabido escribir cuando tenía veintitantos años.

Por otra parte, todo está relacionado. La primera novela que escribí entre los diez y los once años era una de romanos. Empezó siendo histórica, pero mi desconocimiento, mi falta de bibliografía y la audacia de la edad la convirtieron en una ucronía o fantasía histórica.

Mi manera de plantarme ante el libro con Salamina o con Tramórea es la misma, en realidad: quiero narrar una gran historia, un relato épico. Sólo que Salamina clava sus raíces en la historia real de nuestro mundo, y Tramórea… también lo hace, pero de otra manera.

 

La saga de Tramórea es una tetralogía que narra las aventuras del Zemalnit Derguín Gorión y de su amigo el tahedorán Kratos May, uno de los mejores guerreros de Tramórea. Podríamos enmarcarla dentro del género de fantasía épica. De toda la literatura de espada y brujería, ¿cuál es la que más ha influido en ti?

No soy un gran experto en distinciones del tipo «fantasía épica», «espada y brujería», «fantasía oscura», etc. Y he leído menos fantasía de lo que podría pensarse. Si sopesara mis lecturas de ciencia ficción con las de fantasía, creo que la proporción sería de más de 9 a 1 a favor de la CF.

Dicho esto, debo mencionar estas obras o series:

-Conan. Lo descubrí de niño, con ocho o nueve años, gracias a los cómics de la Marvel, y me fascinó desde el primer momento asomarme a ese pasado remoto e imaginario, anterior a las civilizaciones más antiguas. (Ya desde entonces me fascinaban los griegos y romanos, y lo poco que conocía de los pueblos de Mesopotamia. Asomarme a un mundo aún más alejado en el tiempo me parecía asombroso.)

-El señor de los anillos, por supuesto. Me presentaba un mundo imaginario como el de Conan, mucho más coherente y elaborado -aunque acaso menos pintoresco-, y con bastante más calidad estilística. Por otra parte, hombre de ciudad como soy, he tratado de aprender de Tolkien el amor por el paisaje, que he intentado «pintar» en esta saga, pero no sólo como decorado o escenario, sino también como protagonista.

-La serie de Lyonesse de Jack Vance, con su derroche de imaginación -habitual en este autor- y su economía de recursos. Como ha señalado más de un crítico, las ideas y giros argumentales que presenta Vance en cien páginas dan para escribir tres novelas.

 

No debe de ser nada sencillo recrear un mundo completamente nuevo: la orografía, los diferentes reinos, las clases sociales,… además de elaborar una trama creíble y entretenida ¿Cómo te organizas para no dejar ningún cabo suelto? ¿Cómo se plantea un autor la creación de un mundo tan completo, y complejo, como Tramórea? ¿Por dónde comienza? Pero sobre todo ¿cómo se consigue que parezca tan real?

Tramórea empezó por el mapa. Guardo en casa un cuaderno cuadriculado en el que dibujé mi primera Tramórea cuando estaba en 3º de BUP, a los 16 años. En aquella época no tenía nada parecido a un manual sobre literatura práctica, pero por alguna razón intuí que debía construir mis personajes antes de empezar y escribí algunas páginas previas sobre ellos: descripción física, intereses, temperamento, forma de hablar… Lo hice con Derguín, Togul Barok y Krust, y debo decir que los personajes de la saga definitiva se siguen pareciendo a aquellos primeros borradores. En cambio, los primitivos Kratos May y Tríane se parecen poco a los actuales.

Volviendo al mundo en sí, creo que la clave es que ha crecido y se ha ido construyendo poco a poco. Aunque ya tenía ideas preconcebidas sobre buena parte del mapa, eran más bien generales, y se han ido concretando conforme yo mismo exploraba los rincones de Tramórea junto con mis personajes.

¿Cómo se consigue que parezca auténtico? Creyendo yo mismo que es auténtico. Mientras escribía sobre Tramorea, vivía en Tramórea, como pueden corroborar quienes me rodean. (Otras veces vivo en Atenas o en Roma, dicho sea de paso.)

Por supuesto, la imaginación pura no basta, ya que no surge de la nada. Mi primera fuente de inspiración es el mundo real, tanto su historia como su geografía. Áinar tiene un poco de Roma y del Japón de los shogunes, por ejemplo, mientras que Malib es tal vez una mezcla de Babilonia y Tenochtitlán. Hay momentos, como el viaje por los bosques de las Kremnas de Derguín en La Espada de Fuego, que se basan en experiencias reales, como mi paso por el puerto de Honduras, que une los valles del Ambroz y el Jerte. O el Aural que sale en El espíritu del mago, un trasunto del espectacular paraje de las Médulas, en León. O el Kimalidú, que no es otra cosa que la roca de Uluru en Australia.

Reconozco, por otra parte, que también recurro a ilustraciones de negrete-librofantasías, tomadas de autores como Roger Dean -a quien tanto debe Avatar- o Jim Burns, e incluso a películas: a veces paro el fotograma y me esfuerzo en describir lo que veo.

En fin, no seguiré, que la respuesta va a ser tan larga como la saga…

 

Tras más de 2000 páginas escritas debe de haber muchas dudas, caminos cortados, subtramas que ensamblar como piezas de puzle… ¿qué partes de la obra te ha costado más encajar?

Espero que me permitas guardar ese pequeño secreto… Si comento que algo me ha resultado más difícil de encajar, ya saltarán algunos con la lupa a examinar esas costuras. Prefiero que los lectores no tengan prejuicios en ese aspecto. Aunque, por supuesto, tienes razón: hay muchísimas dudas, y cerrar en el cuarto libro me ha provocado dolores de cabeza literales. Por otra parte, en El corazón de Tramórea he tenido que ir cerrando algunas tramas antes del final, porque no se puede llegar al último episodio -símil televisivo- con todo por resolver.

 

Afirmas que con El corazón de Tramórea, la cuarta y última parte, has intentado cerrar todos los cabos sueltos y contestar todas las preguntas que planteabas en las primeras entregas. Es cierto, pero… aún me queda una duda ¿por qué tienen los dioses las pupilas dobles?

Como diría un político, «me alegra que me hagas esa pregunta».

En ese primer retrato de Togul Barok que mencionaba antes, el que hice con 16 años, le dibujé pupilas dobles. ¿Por qué me dio por ahí? Tres o cuatro años después salió el primer libro de Dragonlance y en él encontré a Raistlin, un mago que tenía pupilas en forma de reloj de arena: un poco más y se le habrían dividido en dos, en una especie de evolución convergente con Togul Barok.

negrete-presentacionEn el caso de mi personaje, creo que las pupilas dobles eran un símbolo de su doble personalidad. Me fascinan desde siempre los trastornos psiquiátricos. Por aquel entonces, tenía pensado reescribir la novela sobre los almogávares que había terminado con 12 años -mi madre me llamaba «repelente niño Vicente»-, y estaba retocando el personaje de Miguel IX Paleólogo, coemperador del Imperio bizantino junto a su padre. Había decidido retratarlo con esa doble personalidad -desde luego, dobleces ocultaba, como descubrió Roger de Flor en el banquete que le costó la vida-; pero luego no llegué a escribir esa segunda versión y lo reconvertí en príncipe heredero de Áinar.

 

Foto: Imagen de la presentación oficial

 

(Por cierto, como en esta vida no se tira nada, el banquete que se celebra en Malib, en El espíritu del mago, y donde el duque Forcas es traicionado, se basa en el que le ofreció Miguel Paleólogo a Roger de Flor en Adrianópolis.)

Volviendo a los ojos: una vez que Togul Barok tenía las pupilas dobles, considerando que era un semidiós, pensé al principio que los dioses las tuvieran triples. Luego me resultó demasiado complicado y lo dejé de nuevo en dobles. Pero hablamos de las primeras versiones de la EdF, la de 1981 y la de 1987. En aquel entonces, simplemente me parecía «molón» que los dioses tuvieran dos pupilas en cada ojo. Luego, en la versión definitiva de la saga de Tramórea, tuve que encontrar una razón… y de paso descubrí un arma al que los dioses recurren a menudo en la cuarta novela.

 

En la tercera parte de la saga, El sueño de los dioses, hay un gran giro: los dioses dejan de ser omnipotentes para pasar a ser humanos muy avanzados tecnológicamente, y como autor despojas a la humanidad tramoreana de sus creencias más arraigadas. ¿Hay una crítica velada a nuestra propia religiosidad? ¿Has pretendido añadir una dimensión extra a la complejidad de la saga?

En realidad creo que no hay tanto giro en ese sentido. No se puede decir que los dioses griegos, por ejemplo, sean realmente omnipotentes; entre otras razones porque, al ser tantos, tienen que competir entre ellos y esa rivalidad los limita. La omnipotencia es más propia de las religiones monoteístas, y casi diría que es un atributo desarrollado por la filosofía. En los mitos y las religiones tradicionales, los dioses siempre tienen limitaciones y cometen errores.

La verdad es que no había pensado en criticar nuestra religiosidad, porque además hoy día existen muchas formas de religión -como siempre han existido-, y tratarlas todas juntas me habría parecido simplista. Sí es cierto que, al escribir las dos últimas novelas, me planteé el tremendo shock de una humanidad que ha estado adorando durante siglos a unos negrete2dioses y descubre que éstos son sus enemigos mortales, y que, si quiere sobrevivir, debe destruirlos literal y no simbólicamente.

Por otra parte, no creo que el universo necesite de un dios creador; aunque la ciencia puede darnos grandes sorpresas y descubrir que todo nuestro universo es una especie de experimento de algún ser superior que, me temo, no tendrá barba blanca ni un triángulo sobre la frente, ni se dedicará a vigilarnos a todos para llevar un libro de contabilidad con nuestros pecados.

Pero sí creo posible que, si no nos destruimos antes, los humanos atravesemos ese momento llamado «singularidad» en que trascendamos y nos convirtamos en algo distinto. Y si el ser que resulte de esa singularidad atraviesa otra, y otra, y otra, y sigue evolucionando… ¿quién puede asegurar que al final no surja una superentidad tan poderosa como nos imaginamos a Dios?

En realidad, de eso trata El corazón de Tramórea, y eso es lo que pretende el «malo», Tubilok.

 

Todos los personajes de la saga son variopintos, cada cual se mueve en un registro muy marcado, como si tuvieras muy claro qué define a cada uno. A la hora de crearlos, ¿cómo los seleccionas? ¿Te fijas en las personas que te rodean para dotar a los personajes de mayor realismo o proceden enteramente de tu invención? ¿Con cuál de todos te has encariñado más?

Uno de los mayores retos de un escritor es crear personajes que se distingan bien. Para ello conviene otorgarles roles diferentes, y reforzarlos con apariencias físicas que tampoco se confundan. Aunque, como ya hice en el 81 con el primer borrador de la EdF, redacto documentos individuales sobre mis personajes -ahora con hojas de Excel, que los tiempos cambian-, lo más importante para mí es verlos. A veces les pongo caras de gente que conozco, otras son personajes reales que veo por la televisión o incluso actores, y en otras ocasiones sus rostros parecen surgir de la nada. Pero sí los veo físicamente, lo único que tengo que hacer es dejarlos sueltos y observar qué hacen. Aunque siempre intento conservar cierto control sobre ellos, es verdad que a menudo se desmandan un poco.

¿Con cuál me he encariñado más? En el caso de Tramórea no sabría decirlo. Derguín y Kratos son mis ojos, dos maneras de ver el mundo, el joven atormentado que se esfuerza por salir adelante y cumplir sus sueños, y el veterano desengañado que ve que el tiempo se le escapa sin que los sueños que concibió se cumplan del todo.

Reconozco que me gustan los personajes con un humor un tanto borde, como el Gran Barantán en Tramórea -y también Orfeo-, o el profesor Valbuena en Atlántida. Algunos que me conocen opinarán que se debe a que yo también puedo ser bastante borde. Otros lo negarán, aduciendo la dulzura de mi carácter ;)

 

Tras hablar con una autora amiga mía que suele escribir "novelas de personajes", me confirma que son ellos los que le van dictando la trama y la guían por donde desean ir. Al ser los personajes de tu saga tan potentes ¿a ti te ha sucedido algo similar?

Esto enlaza con la pregunta anterior, cuando dije que «a menudo se desmandan». Pues sí, claro que me ha ocurrido.

A quien no escriba puede que esto de la independencia de los personajes le suene a mística del novelista, pero no es así. Cuando escribo escenas entre varios personajes, como el debate en Ilfatar para dejar entrar a los Aifolu, o las discusiones familiares de los dioses en Señores del Olimpo, intento que cada uno hable y opine conforme a su personalidad, y eso hace que las respuestas que se dan y la interacción entre ellos resulten casi imprevisibles, lo que a menudo me abre nuevas puertas argumentales. Algo parecido me ocurrió con la discusión entre Derguín y Kratos en El sueño de los dioses, en la que ambos acaban diciendo cosas que no quieren decir… como ocurre en cualquier bronca entre amigos o parejas.

Definitivamente, sí: soy un autor de personajes, y prefiero cambiar parte del argumento que traicionar a un personaje y manejarlo como un títere.

 

Kratos May, el guerrero con 8 marcas de maestría, debió de crearse como un secundario de la Saga. Sin embargo, es un personaje con mucha fuerza y carga con un gran peso literario dando la sensación de ser más importante que el protagonista, Derguín Gorión. ¿Podemos hablar de un co-protagonismo?

En aquel borrador del 81 que ya he mencionado, supongo que era un secundario, pues la novela se centraba sobre todo en Derguín. Entre otros motivos, porque yo no poseía recursos literarios para manejar demasiados personajes. (En realidad, lo que no poseía eran demasiados recursos literarios, pero ésa es otra cuestión.)

En la versión del 88 que intenté publicar, ya tenía más importancia. Y también pelo, dicho sea de paso. Pero fue en la definitiva, la de 2003, donde creció. Supongo que la razón es que en aquel momento yo estaba a punto de cumplir cuarenta años. Un escritor veinteañero puede comprender las motivaciones de un personaje joven e imaginarse las de uno maduro. Un cuarentón recuerda las motivaciones del joven -e incluso las siente, porque en el fondo seguimos siendo siempre los mismos-, y además ya sabe de primera mano cómo se sienten los protagonistas que ya empiezan a estar un poco de vuelta de todo.

Sí, podemos hablar de co-protagonismo, y he tratado de plasmarlo negrete-gemmaclaramente en El corazón de Tramórea dándole la palabra en primera persona a Kratos.

 

Gemma Nieto y Javier Negrete 

 

Han tenido que pasar cinco años desde la publicación de la segunda parte de la serie, El espíritu del Mago, hasta que ha visto la luz El sueño de los dioses, la tercera entrega. Así que, es más que probable que Tramórea y sus personajes te hayan acompañado casi diez años. Tras tanto tiempo "conviviendo" con ellos ¿un autor no se siente algo vacío cuando termina de escribir una saga?

Es una auténtica depresión postparto. Por suerte, ya se me ha pasado gracias a que he escrito otros dos libros desde entonces. Pero si cierro los ojos todavía puedo verlos a todos ahí, pululando por Tramórea y los alrededores. ¿Volveré a escribir sobre ellos? Los lectores tienen la palabra…

 

Entrando de lleno en el nivel personal, y parafraseando la conocida canción de Perales: "¿A qué dedica(s) el tiempo libre?" ¿Cuáles son los pequeños placeres de la vida que te arrancan una sonrisa?

Leer es mi pasión. El problema es que lo que empezó siendo afición se ha convertido en profesión, porque no leo con los ojos inocentes de antes. En este momento tengo empezadas tres novelas, alterno entre un montón de libros de historia sobre Roma y Alejandría y al mismo tiempo dedico un buen rato al día a desempolvar mi latín y meterme en el cerebro de Julio César con De bello Gallico. Sé que muchos se reirán cuando diga que leer latín es un ejercicio apasionante, una gimnasia mental de lo más estimulante, pero es así.

Cuando despego los ojos de las diversas pantallas que me rodean -leo en todo tipo de gadgets-, me gusta salir con mi mujer para disfrutar de una buena cena y unas cañas con los amigos, ir al cine con mi hija, jugar al mus -cuando gano ya es la leche-, o pegar unas voces viendo al Real Madrid, a España o a Rafa Nadal. (Sí, mis lectores culés, soy madridista: nadie es perfecto.)

 

saga-tramorea-portadas

Volviendo a la literatura, sé que a finales de año publicas una nueva obra, ¿puedes adelantarnos algo? ¿Tienes algún otro proyecto en mente?

En efecto, ahora en noviembre se publicará Roma victoriosa en la Esfera de los Libros. Es una obra de divulgación histórica, que narra cómo Roma se convirtió en una superpotencia, y abarca desde su origen hasta la conquista de Grecia a mediados del siglo II a.C. (tendrá una continuación que relatará los acontecimientos desde ese momento hasta la subida al poder de Augusto.) Los aficionados a las batallas las encontrarán en abundancia, y muchas de ellas narradas con bastante detalle, como las de Cannas o Pidna. De nuevo, como mis novelas, es un relato sobre todo de personajes.

En enero saldrá La Zona, en Espasa. Es un technothriller que hemos escrito a medias Juan Miguel Aguilera y yo. Os copio el argumento:

«La doctora Laura Fuster, experta en armas biológicas, debe hacer frente a una epidemia que podría deberse a un ataque terrorista. El lugar es Matavientos, en Almería, en el corazón de un mar de invernaderos donde se hacinan miles de inmigrantes ilegales.

Al entrar en la Zona en cuarentena, Laura descubre que la amenaza es mucho peor de lo que suponía. El virus de Matavientos es letal, actúa con una velocidad sin precedentes y vuelve a los enfermos extremadamente agresivos.

Tras un primer encuentro desastroso con los infectados, Laura y su equipo se refugian en un restaurante, el Saloon, que se ha convertido en la última fortaleza para los supervivientes del pueblo.

Con la peligrosa ayuda de Adu y Madi, dos africanos que trafican con ilegales, Laura trata de descubrir la naturaleza del mal que asola Matavientos. Sus sospechas apuntan al doctor Aguirre, un enigmático neurólogo encerrado con ellos en el Saloon. La investigación de Laura se convierte en una lucha por la supervivencia contra los infectados y también contra el poder de una gran corporación empeñada en que el oscuro secreto de la Zona no salga a la luz.»

Todo eso ya está escrito. Ahora me dedico a otra novela histórica, cuyo título provisional es La reina del Nilo y que está ambientada en Alejandría en el momento en que Julio César llega a esta ciudad persiguiendo a su rival y antiguo amigo Pompeyo. Allí conocerá a Cleopatra, se encontrará en la situación más peligrosa de su vida…, y tanto a él como a los soldados de la Sexta legión que le acompañan les ocurrirán muchas cosas más.

 

Desde Anika entre Libros te deseamos el mayor de los éxitos.

 

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