Anika entre libros

Entrevista a Ignacio García-Valiño por "Querido Caín"

"Un profesor o un padre a veces no pueden hacer nada sin que sea entendido como maltrato porque ahora cualquier cosa a veces se considera maltrato"

Firma: Manel Haro / Fotos: autor / Diciembre 2006

 

García-Valiño ha escrito "Querido Caín", un thriller psicológico sobre un chico que aparentemente lo tiene todo pero ha adoptado una actitud cainiana. A través del ajedrez, un psicólogo intentará adentrarse en el perverso mundo del chico pero a la vez tendrá que vigilar sus propias piezas. Evitar el jaque se va a convertir en algo más que un juego. La novela ha sido finalista del V Premio Ciudad de Torrevieja 2006.

 

 

ENTREVISTA

 

Ignacio, ¿en qué momento nace la idea de escribir Querido Caín, una novela que toca temas que ahora mismo son de gran importancia para la sociedad?

Pues en el momento en que confluyen dos razones. Una muy personal de sacar una serie de fantasmas que yo tengo dentro del pasado y necesito convertirlos en creación y la otra es en el momento en que veo que el tema de los niños que sufren maltrato y acoso me preocupa porque en mi propio trabajo veo cotidianamente situaciones de ese tipo, tenemos que intervenir y trabajar con niños que sufren la crueldad de sus compañeros y esto llega a ser el tema que más me obsesiona y necesito escribir sobre esto para aclarar ciertas cosas.

 

El libro plantea la excesiva protección de los padres, en este caso de la madre, hacia sus hijos, aun a sabiendas de sus actitudes violentas. ¿Es este el problema de la mayoría de casos de los menores conflictivos?

Es parte de eso. La novela trata de un niño que es hijo de la sociedad de la abundancia, no es una familia de clase media baja o marginal, todo lo contrario, nace en una familia que ha invertido mucho en educación. El niño tiene todo alrededor para desarrollarse de una forma equilibrada, pero los padres no tienen el hijo que quieren. ¿Por qué es así? Es una pregunta que intenta responder la novela. Existe ahora el pequeño tirano de familia rica que tiene todo lo que quiere. Y es que esto es así, muchos niños tienen todo lo que piden: con doce años tienen móviles de última generación, pero no llevan libros a clase. Eso se debe a que mucha gente confunde la felicidad del niño con lo material, con el tener más juguetes.

Si criamos a un niño sin televisión ni videojuegos será un desgraciado al ver que todos sus amigos tienen eso y lo disfrutan, entonces se plantea una elección muy difícil, si tú quieres educar a tus hijos evitando ciertos mensajes, contenidos violentos… cómo lo haces sin que te vea como un mal padre. Al final acabas como los demás, le das lo que te pide, que es la manera más fácil de acabar con el asunto. Formamos parte de la sociedad de consumo y es difícil darle la espalda a eso.

 

Dice Carlos, padre de Nico, en la novela: "ellos nos manejan, imponen su dictadura, y a la que te descuidas, te conviertes en un maltratador". ¿Es difícil acabar en casa con estas actitudes?

Hay una cosa que hace referencia a la hipocresía de lo políticamente correcto. Ahora no podemos darle un cachete o un tirón de orejas a un niño porque parece que son métodos que están superados, y eso no tiene nada que ver con el maltrato. Los pedagogos están en contra de esto y creo que todo es una tontería. No es que abogue por el castigo físico, por supuesto, pero estamos llegando a un punto en que un profesor no puede coger a un alumno por el brazo para sacarlo de clase porque el niño lo amenaza con denunciarlo. Vivimos un poco asustados con las consecuencias de todo esto. Un profesor o un padre a veces no pueden hacer nada sin que sea entendido como maltrato porque ahora cualquier cosa a veces se considera maltrato. Eso es un discurso de doble moral que está también alentando la impunidad de los chicos: si un chaval le da una paliza a su profesor, luego pasa unas horas a comisaría pero finalmente se va a casa tan campante y aquí no ha pasado nada, entonces estamos dejando que esto se nos vaya de las manos.

 

¿Te has encontrado en tu vida profesional algún caso semejante y de tanta magnitud como el de Nico?

Yo quisiera matizar una cosa, los niños son pícaros y traviesos por naturaleza y es fantástico que sea así. Está bien que los jóvenes sean transgresores y rebeldes, lo malo es que estamos ante una adolescencia muy apática, sin valores, realmente pasota y eso es algo contra lo que es muy difícil luchar. Sería deseable queridocainque los jóvenes fueran rebeldes, pero no violentos.

En cuanto a la pregunta, yo mismo he vivido una situación extrema: venía a casa con moratones, heridas… eso fue con doce años, más o menos y mi verdugo era un niño como Nico, un chaval muy inteligente, muy líder, al contrario que Nico éste era muy sociable. Pero también tenía ese estilo de juego perverso, se regodeaba viéndome sufrir, le servía para mejorar su estatus. Eso lo sufrí y eso me ha llevado a escribir la novela. Yo trabajo en un instituto como psicólogo y me veo en la piel de los chicos que vienen a verme acomplejados por esas situaciones. He reflejado en esta novela que aunque Nico es un caso extremo, sí es un caso posible y además es un hijo de nuestro tiempo. Tenemos que abrir los ojos ante esta realidad y no decir que esto ha ocurrido siempre, estamos llegando a situaciones muy alarmantes. En la novela he intentado hacer una indagación de la raíz del mal en un niño que puede ser la forma más pura de nuestra naturaleza.

Hay un doble discurso, el de la moral que dice a los chicos que deben ser solidarios, ayudarse entre ellos, deben ser generosos… pero luego cuando son mayores les dicen que miren por su propio bien, que no se fíen de nadie, que pasen por encima de quien sea. Eso los niños lo ven, no les pueden engañar con discursos paternalistas. Nico ve eso y se da cuenta de que el rollo moral es hipócrita.

 

Has dicho "la influencia materialista y permisiva en que vivimos es atroz". La sociedad no parece que vaya a cambiar para bien. ¿Nos estamos adentrando en un callejón sin salida?

Bueno, el mundo en el que vivimos es un mundo de la cultura del espectáculo, de la televisión, de Gran Hermano… Educar es ir a contracorriente, cuando hablamos del diálogo, de la solución pacífica, nos damos cuenta de que los chavales en el fondo tienen unos héroes que no son eso, son los que con dos cojones bien puestos imponen sus razones porque sí y eso son valores que tienen muy asumidos. Esta sociedad alimenta pequeños monstruos, sobre todo cuando las familias no saben educarlos, ni la escuela ni la sociedad los educa y eso es el precio que pagamos. Es un gran reto formar a los chicos con cultura y humanística, no solo para que trabajen y ganen dinero haciendo lo menos posible.

 

John B. Watson dijo en 1925 lo siguiente: "dadme a doce niños sanos, bien formados, y un mundo ajustado a mis especificaciones para criarlos, y garantizo que puedo tomar a cualquiera de ellos al azar y formarlo para convertirlo en cualquier tipo de especialista que yo escoja: médico, abogado, artista, comerciante, ladrón… con independencia de sus talentos predilecciones, tendencias, habilidades…" ¿Crees en esta tesis?

(Sonríe) Watson me gusta mucho, él era un conductista radical, pero ya ha sido totalmente superado. Incluso Skinner, que fue quien le siguió y revisó sus teorías ya fue mucho menos radical. Watson era un poco farolero. Todo eso depende mucho de los talentos, Watson no tuvo en cuenta que hay niños que no tienen talento para ciertas cosas. Hay personas que son negadas por capacidad, por talento, por personalidad, por genética. Cuántos padres han luchado para que sus hijos sean abogados, médicos… y han acabado siendo pintores.

No es cierto por lo tanto lo que dice Watson, pero hay una cosa que sí es verdad y es que el entorno desde que un niño nace es muy importante para reconducir las tendencias innatas a una dirección. El entorno es un cincuenta o un sesenta por cierto, eso está claro, pero lo que dice Watson denota mucha chulería e ignorancia, las cosas no son tan simples. Esto tiene mucha relación con el libro porque la novela en el fondo intenta responder a la pregunta de si el asesino nace o se hace, si la maldad es natura o cultura. Desde luego la cultura es muy importante, pero no siempre es la explicación. No siempre puedes explicar que un niño sea destructivo porque ha tenido unos padres que le han pegado, o porque tenga una madre alcohólica, o porque se haya criado en la calle, o porque en la escuela no le educaron bien o porque haya nacido en un suburbio, no.

De hecho estamos asistiendo a un fenómeno nuevo que es el síndrome del emperador, que se da en niños de clase alta, que son cafres, tiranos… tanto como los niños de clase obrera. Eso es una demostración de que no siempre podemos explicar las raíces del mal en lo que rodea al niño.

 

Entonces si nos tuviéramos que quedar con alguna teoría, ¿con cuál nos quedaríamos: con la de Rousseau, que creía que el hombre era bueno por naturaleza o con la de Hobbes, que creía en la tesis contraria?

Veo que me quieres simplificar las cosas (ríe), pero la verdad es que no se puede simplificar. La historia nos enseña que a lo largo del tiempo el hombre ha avanzado a base de matar a los suyos, guerras, genocidios, atrocidades… eso es la historia de la humanidad, una guerra tras otra. La historia de la Iglesia, de los reyes… es conquistar, imponer… Siempre ha habido un afán de dominación, por lo tanto la historia es hobbesiana cien por cien. La experiencia nos dice que Hobbes no podía estar equivocado.

Rousseau era un ingenuo, pero es una teoría que nos tranquiliza, pensar que los niños nacen como angelitos y luego se les caen las alas, pero insisto, creo que es una gran ingenuidad. Por ejemplo, mi hijo tiene dos años y disfruta cuando me tira la comida a la cara y le encanta sacarme de quicio, pero nadie le ha enseñado eso, es natural e incluso forma parte de su encanto, pero nadie se lo ha enseñado, es un morbillo y un regodeo que tenemos desde que nacemos. Aunque a un niño lo criemos entre algodones, tarde o temprano saldrá la serpiente, si la hay.

 

"Querido Caín" es tu novela más personal. Julio, psicólogo en la novela, es tu alter ego. Nico de alguna manera es aquel niño que te hacía sufrir de pequeño… ¿Sientes que has saldado algún tipo de cuentas contigo mismo después de haber escrito esta novela? O dicho de otro modo, ¿te has sacado alguna espina?

Desde luego es un ajuste personal con ese niño cruel de mi pasado, un niño que se me ha aparecido en mis pesadillas durante muchos años. Tengo la esperanza de que esta novela sea el fin de esa pesadilla, que aquel niño pase a ser una criatura de ficción. Cuando piense en este chico, quiero que sea solamente un personaje de ficción, un ser que nunca ha existido. Ese es el ajuste de cuentas personal, el exorcizar un demonio, pero también es una llamada de atención a este problema que tanta alarma social está creando, de la violencia infantil y la crueldad. Toda novela creo que tiene que tener un alegato moral, porque no se escribe una novela solamente para enganchar, al menos yo no lo hago, sino que tiene que cuestionarnos nuestros principios y nuestros fundamentos, que nos haga reflexionar qué somos y por qué somos eso. La novela gira también entorno a las relaciones de inteligencia y maldad, también es una manera en que ese niño interpela a los adultos y les hace ver sus miserias. Todo esto es la cuestión de fondo que espero que los lectores capten, no solo que disfruten con un thriller trepidante.

 

¿Y te ha resultado difícil volver a ese niño que eras de pequeño para escribir la novela?

No tanto, porque la novela no trata sobre el maltrato. Lo único que tiene es que la construcción del personaje es aquel chaval que me hizo tanto daño, solamente con eso yo ya había sentido que había sacado los miasmas de las sombras. Pero la novela tiene más que ver con mi presente, es decir las relaciones terapéuticas. Yo todavía no he conocido un niño de estas características tan extremas, pero he conocido a otros muchos que me han puesto los pelos de punta.

 

En "Querido Caín", ¿qué te ha costado más: elaborar la trama de este thriller o perfilar personajes tan complejos como Nico?

Las dos cosas. Armar la trama me ha costado más que la escritura, es decir todos lo esquemas, flechas, estructura, trama principal, trama secundaria… Todo eso me llevó dos años, mucho tiempo, porque decidí que la novela debía de ser muy de género y en estos casos o construyes una trama muy sólida o mejor te dedicas a otra cosa. Luego escribirla fue más fácil, porque ya lo tenía todo pensado. Sabía qué tiempo debía tener cada acto. No quería hacer una escritura demasiado pragmática, demasiado al grano, porque pierde la calidad literaria, debe haber una ambientación, un buen perfil de los personajes… por eso me lo tomé con calma. Debía equilibrar la balanza en la necesidad de mantener el ritmo sin perderme en vericuetos, pero al mismo tiempo sin ser demasiado escueto.

Para escribir esta novela he tomado ciertos referentes como Richard Ford, Carver, Hemingway… He buscado más un lenguaje directo, odio la retórica, algo que tenemos mucho en la narración española, ese complacer tanto nuestro propio estilo. Creo que hay una crisis ahora en la novela porque muchos escritores llegan a dominar muy bien el lenguaje y el arte de la metáfora, pero no saben crear buenos argumentos ni saben cómo estructurarlos. Eso es algo que yo echo en falta a los narradores de ahora, que son tan propensos a hacer metaliteratura y metaficción, autoreferencialidad y egonovelas porque realmente no saben contar buenos argumentos. Yo apuesto primero por crear buenos personajes y segundo por crear buenos argumentos. Puede haber una buena novela sin un buen argumento, pero no hay buena novela sin buenos personajes.

 

Cambiando de tercio, Ignacio. El ajedrez está muy presente en esta novela. Julio, Nico, Laura… son buenos jugadores. Pero… ¿qué tal juegas tú al ajedrez?

(Sonríe) Yo juego regular, porque para cualquiera que juegue bien, yo soy un matao. Juego bien entre aficionados, pero en un campeonato serio yo no paso de la primera ronda. Pero el ajedrez me apasiona mucho, es un juego muy limpio donde tienes que saber qué piensa el otro, por dónde te quiere llevar, imponer tu juego. También hay mucho simbolismo del ajedrez en esta novela: los peones que son manejados, el peón que gana a dama, matar al rey…

 

¿Y por qué crees que el ajedrez aparece a menudo en las tramas de muchos thrillers?

Pues porque a veces los thrillers también son juegos de estrategias, la intriga se basa en una lucha de poder en que cada uno mueve pieza. Es muy fácil recurrir a esa comparación, pero a veces se recurre de una forma muy superficial, cuando la novela no tiene nada que ver con el ajedrez, pero se utilizan metáforas del ajedrez y a mí eso siempre me ha parecido muy forzado. En esta novela el ajedrez es un elemento de la trama importante y me parecía adecuado utilizar metáforas del ajedrez en una novela donde el ajedrez es parte integral de la trama. Aunque luego resulta que la gente sabe poco de ajedrez y yo temía que las partes donde narro una partida fuesen demasiado arduas. En alguna ocasión algún lector me ha dicho que no comprendía muy bien las partidas de ajedrez, pero realmente eso no tiene importancia, en una novela no hay que entenderlo todo. El que sabe de ajedrez, lo disfruta, y el que no, se lo imagina.

 

Pues que los lectores disfruten de tu novela, Ignacio. Muchas gracias por tu tiempo. Que tengas mucha suerte.

Gracias a ti, ha sido un placer.

 

ver + Ignacio García-Valiño

 

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