Anika entre libros

Entrevista a Hernán Casciari por "España, perdiste"

"El libro lo que hace es subrayar una característica del argentino, y esa característica tiene que ver con la queja permanente. Da igual dónde esté, él se va a quejar, incluso en Argentina"

Firma: Manel Haro / Fotos: autor / Octubre 2007

 

Hernán Casciari es un argentino nacido en Buenos Aires en 1971. Se dice que en Argentina fue periodista, escritor, publicista, psicólogo -obviamente- y cantante pop. Es el autor del falso blog de Letizia Ortiz y ha publicado Más respeto, que soy tu madre (Plaza & Janés), recopilatorio de su weblog Diario de una mujer gorda.

Ahora acaba de publicar España, perdiste (Plaza & Janés), una serie de artículos en los que hace una caricatura de la invasión argentina en España: vienen con su acento, su arte de seducción, su mate, creyéndose los reyes del mundo y encima se quejan de todo.

En este libro, el autor, un arquero al acecho, dispara flechas envenenadas contra la absurda moralidad ciudadana y dice lo que piensa sobre los españoles, los argentinos y el mundo en general.

Sin el mate, ni el dulce de leche, ni cervezas Quilmes, lo hemos pillado en Barcelona y hemos charlado con él.

 

 

ENTREVISTA

 

Hernán, para adentrarnos en el libro, ¿en qué momento decides que tienes que escribir un libro sobre la invasión de los argentinos en España?

No hubo un momento, fue todo absolutamente natural. Yo creo que tiene que ver con canalizar ciertas cuestiones. Este libro está totalmente recopilado de un blog de Internet que empecé a escribir en febrero de 2004 sin saber que iba a escribir, entre otras cosas, sobre ese tema. Pero la situación de cualquier persona que deja un lugar y se va a vivir a otro, sobre todo si eres escritor o te relaciones con hernancasciarialguna cuestión creativa, siempre te va a llevar para ese lado, tarde o temprano, porque es necesario canalizar. Y lo empecé a escribir sin darme cuenta: la idea del blog era hacer textos humorísticos de ficción, un poco de ensayo, pero en ningún momento hubo nada preestablecido que me dijera que debía hablar sobre esto.

Cada tanto me ocurrían determinadas desgracias y lo que hacía era exagerarlas. Empecé a crear un personaje que se pasaba la vida despotricando y utilicé el tópico del argentino soberbio, nostálgico, que piensa que todo lo que dejó es mejor y que el lugar donde está es el peor. Ese personaje me gustó mucho para canalizar toda esa situación, pero no hubo en ningún momento una decisión.

Fue más tarde, al hablar con la editorial y cuando ya tenía todo el material preparado, cuando les propuse la idea de que sería un libro que insertaría muy bien en el mercado de los argentinos que viven aquí y a ellos les pareció bien. Pero en el proceso literario no hubo predeterminación.

 

Tu blog lo podemos leer en tu web personal, www.orsai.es. ¿Orsai significa offside?

Exacto, fuera de juego. Es más o menos un título que tiene que ver con la expatriación, estar en un lugar donde la pelota no tiene valor, una posición antirreglamentaria.

 

Si te tuvieras que quedar con algo en concreto, ¿cuál sería lo que más echa de menos un argentino cuando llega a España?

Yo creo que inicialmente, cuando llegas, está todo encarado hacia lo gastronómico. Es decir, nuestra gastronomía difiere muchísimo de la española. En España lo dulce no está tan presente en el día a día y, en cambio, sí lo salado. En Argentina ocurre justo lo contrario. Esa necesidad de estar permanentemente en contacto con lo dulce, en España, la calle no te lo ofrece; es decir, no puedes encontrar rápidamente elementos que tengan la combinación del chocolate con dulce de leche, pero sí te encuentras cosas rellenas de atún, que el argentino no consume demasiado.

También se echa de menos el corte de la carne, que es completamente diferente: aquí el corte del carnicero es en paralelo al nervio y eso hace que sea muy desagradable para nuestro paladar. El dulce de leche y la carne son, creo, las grandes añoranzas. Después empiezas a sacar la capa de la cebolla y encuentras otras sutilezas, pero lo principal es lo gastronómico.

 

Hablemos del personaje que te inventas para criticar la cultura ibérica. ¿Hay algo que le moleste especialmente de los españoles?

No, las molestias tienen que ver como cuando te molestan unos zapatos nuevos: los primeros veinte días te molestan al caminar y los viejos siempre son más cómodos. Esto pasa cuando te mudas de patria, también.

Yo creo que los primeros dos años era bastante más parecido a ese personaje y paulatinamente fui perdiendo ese rasgo de quejita. Tiene que ver, supongo, el haber tenido una hija aquí y estar aprendiendo juntos el catalán y saber, además, que esa será su patria. Entonces cambian muchas cosas, cambia casi todo.

Siempre me he sentido muy bien, he tenido trabajos placenteros, no pasa mucho por ahí la función.

El libro lo que hace es subrayar una característica del argentino, y esa característica tiene que ver con la queja permanente. Da igual dónde esté, él se va a quejar, incluso en Argentina. Se queja por necesidad y por idiosincrasia. Me gusta mucho resaltar eso.

También lo utilizo para hacer crítica: me molesta mucho poner la radio los domingos y escuchar cómo relatan en España los partidos, porque tengo una cultura completamente distinta, donde el locutor explica lo que está pasando en el terreno de juego, en vez de estar charlando mientras ocurre algo en el partido.

También me molesta muchísimo la publicidad en España, que es patética; me molesta la televisión y cómo está encarada; me molesta el poco valor que se le da a la cultura; me molesta que las librerías estén llenas de best seller... Hay mil cosas que me molestan, pero no es que sea España, en realidad me molesta el mundo.

Lo que tiene Buenos Aires de atípico es precisamente eso: librerías que están abiertas toda la noche y un mundo cultural un poco más vivo y más heterogéneo, a pesar de las crisis, del hambre y de todas las porquerías que hay. Allí vivimos dentro de una burbuja cultural que añoramos cuando nos vamos a otro país.

 

Pues retomando lo que dices de la publicidad en España, cuando aquí hay algún anuncio que se sale de lo normal e intenta ser original, siempre sale alguna asociación y pide retirar el anuncio porque hiere ciertas sensibilidades. Hablas precisamente de esto en el libro. ¿Por qué crees que ocurre?

Yo no creo que se circunscriba únicamente al terreno publicitario, está pasando, cada vez de formas más alarmante, en todos los ámbitos de la creatividad. Cualquier cosa que se salga de lo normal, no solo la publicidad, vas a encontrar a un tonto pataleando. La razón es justamente esa, que se ha salido de lo normal. Yo creo que el gran problema es que no hay nadie desde las empresas de comunicación que deje de hacer caso al tonto, ahí hay un problema gravísimo.

El País sacó hace dos años una publicidad sobre las torres gemelas, que no era muy buena, pero que tampoco era nada del otro mundo. Alguien se quejó diciendo que hería la sensibilidad de las víctimas y este diario, progresista, en vez de hacer caso omiso al tonto y seguir con su línea, prefirió pedir disculpas y decir de sí mismos que habían sido unos infames. Ahí está el problema, cuando el tonto descubre que la tontería llega a un cauce. Desde ese punto es muy complicado que se haga buena televisión de humor, sobre todo, porque el humor tiene que ser irreverente por definición.

Es decir, ¿qué sentido tiene quejarse porque el "Un, dos, tres…" saque a un enano? Apelan a la sensibilidad de estos, pero lo que están haciendo realmente al pedir que lo saquen de la tele, es quitarle el puesto de trabajo al enano. Esta enorme sensibilidad se está dando en muchos ámbitos, y lo que más miedo me da es que no es la derecha. La hipersensibilidad es de la izquierda, y esto es tristísimo.

 

¿Es muy diferente la televisión en España de la de Argentina?

Hay una diferencia fundamental que tiene que ver con el cable. Argentina tiene cable desde hace muchísimos años y no es el del Canal +, que te pasan una serie determinada o te ofrecen comprar un partido… Son canales de televisión alternativos, culturales, que cuando hay una producción que no funcionaría inicialmente en aire por ser demasiado específica o cultural, empieza con menos recursos en cable. Si ese programa de televisión empieza a correr de boca a boca y comentan lo bueno que es, los canales de aire están abiertos a estos programas.

Es decir, el cable es como una cantera: tenemos la posibilidad de ver una programación de reserva, que puede saltar a primera. Esa es la primera gran diferencia.

La segunda es que los directivos en Argentina son chicos de 35 años que empezaron como actores o guionistas con 16 y que saben de lo que se está hablando. En España los directivos son cocainómanos mayores, entonces nunca va a funcionar.

 

En el libro dices que eres de los aburridos que en las bodas se sienta y espera la hora de irse. ¿De verdad eres un tipo aburrido o lo has exagerado?

Es cierto, lo que hago es subrayar mis taras o mis fobias. Yo ocupo ese rol en la sociedad (risas). En realidad ese artículo en concreto es una metáfora de todo, yo siempre soy el tipo aburrido. No me divierto con la parafernalia, mi diversión pasa por otro lado. Naturalmente no tengo una vida social de barnizaje, no conozco a otros escritores ni a nadie de los medios televisivos ni me importa.

Yo me fui a un pueblo chiquitito en la montaña, porque me interesa más estar con mis amigos y mi familia y poder despotricar con toda libertad, sin tener amigos a los que pedirles perdón por no haberme gustado su programa de televisión… O sea que sí, soy el aburrido que está bien lejos, observando y sacando conclusiones.

 

¿Te consideras algo así como un escritor humorista?

El humor es una herramienta que utilizo permanentemente porque sé que me sale mejor que otros recursos. Hacer reír es una forma de decir cosas con una capa de protección, que si las dijera en un tono trágico o solemne, quedarían peor espanaperdiste-portadade lo que quedan cuando las digo riendo.

En la vida personal, más que humorista soy payaso. Pero en privado, sería incapaz de hacer una payasada ahora. Mi vida privada es un circo por necesidad. Cuando alguien se ríe, es como un aplauso, la forma más universal del agradecimiento. En general me gusta provocar ciertos sentimientos, también hacer llorar.

 

¿Crees que alguien pueda decir que en algunas partes del libro tu humor es demasiado negro?

Sí y escatológico también. Forma parte de mis caídas libres, no puedo mantener todo el tiempo la compostura, ya te dije que soy un poco payaso. Es imposible que se me pueda tomar en serio. El humor negro y el humor escatológico me acompañan desde siempre en la sobremesa, no puedo eliminarlo porque cuando escribo un libro, no hago algo más importante que otra.

Escribir forma parte de la autenticidad y yo no voy a ir engañando. Es decir, soy ese y si no te gusta, me mandas un mail. Mucho más que eso no puedo hacer. De todos modos, yo me quejo de muchas cosas, por lo que no hay razón para que un lector no pueda quejarse de la baja calidad de mi humor.

 

A mí personalmente me llamó la atención el tono de la primera parte del libro. Hablas sin tapujos.

Claro, es que son charlas. Cuando escribía cada una de esas cosas, sobre todo las más bárbaras, no pensaba en la posibilidad de incluirlas en un libro. Pero me parecía más ridículo no incluir esos artículos en el libro. Escribo sobre mí mismo, me gusta cagar leyendo, ¿qué problema hay? Quizá sí tenga un deje de desparpajo, que es el natural de quien escribe sin ningún tipo de pretensión ni pensando en nadie.

 

En el libro aparte de humor hay nostalgia. ¿Eres nostálgico?

Sí, los textos que no son humorísticos donde se subraya el argentino soberbio, son lacrimógenos, donde resalta el argentino nostálgico. Yo estoy mucho más cerca de esta caricatura, que de la otra. Me declaro gustosamente nostálgico. Si hay un día de lluvia y no estoy nostálgico, hago todo lo posible, con películas y música, para estarlo. No extrañas una patria, extrañas unas pérdidas. Lamento no haber vivido cierta decadencia o ciertas tragedias, todo eso me genera un dolor egoísta y muy dulce. No es el dolor con el que se sufre, sino nostalgia.

 

Una cosa que llama la atención, Hernán, es esa simbología de escribir bebiendo un pack de cerveza Quilmes.

Sí (risas), mi suegro siempre que va al mercado, me trae un pack de seis o de doce. Es un detalle hermoso, que agradezco. La Quilmes no era la cerveza que más me gustaba en Argentina y además yo tengo un paladar horrible para esto, no distingo una de otra. Pero estando aquí, ver un partido de fútbol a las tres de la madrugada mientras bebes una Quilmes, te genera un rito muy especial, que tiene mucho que ver con el recuerdo de mi papá. Sospechar que él pueda saber que yo estoy haciendo eso, me reconforta. La Quilmes es un símbolo, cuando un argentino ve la portada del libro, ya sabe de qué va la cosa.

 

¿Qué tal fue la experiencia del falso blog de Letizia Ortiz?

Aquel falso blog fue una estrategia de marketing. Yo estaba haciendo otro blog en ese momento, Diario de una mujer gorda, y tenía muchas visitas femeninas, de toda Hispanoamérica, pero no de España. Aquí el boca a boca no había funcionado. Cuando esta periodista (Letizia Ortiz) se convierte en la novia del príncipe y salta a la prensa, pensé que muchas mujeres españolas iban a teclear en Google el nombre de Letizia para saber cosas sobre su vida. Hice un falso blog donde lo primero que decía era que leía el Diario de una mujer gorda. Muy rápido en Google me puse primero y creo que sigue estando, a pesar del tiempo que hace. El tráfico de referencias fue espectacular y el mantenimiento del nuevo lector también. Dio los resultados esperados. Es todo marketing.

 

Eres astuto…

Es que el marketing en Internet es otro tema que me apasiona. Me gusta mucho el trabajo de alta en buscadores, de posicionamiento, todo lo que tiene que ver con la comunicación; es decir, cómo comunicamos un mensaje. En Plaza & Janés siempre pido hacer yo la parte de publicidad de Internet porque me divierte mucho y obtengo resultados también.

 

No puedo dejar de preguntarte qué opinas sobre el secuestro de la revista El Jueves.

Me parece que son los últimos coletazos de un sistema de pensamiento que está en decadencia. Y precisamente por estar en decadencia, pega coletazos bastante absurdos. Un pez en el agua nada muy bien, pero cuando está fuera del agua, hace movimientos muy raros. Son estos movimientos extraños, que lo que hacen es justo eso: hacer algo para que no piensen que están muertos.

No me refiero solo a la justicia, hablo del mundo en general: me refiero a Telefónica no dándote el cambio en los teléfonos públicos o a como cierto sector del universo está haciendo el mal.

Yo creo que hace 50 años, el mal se hacía con mucha más discreción. Antes no había apenas resistencia y los malos estaban acomodados, pero ahora sí tienen resistencia. Los malos se están quedando solos, es lento, pero se están quedando solos. Es decir, Telefónica sabe que existe skype y sabe que dentro de poco la cosa le va a cambiar, pero insiste en robar el cambio a los usuarios.

Es un ejemplo de mil: las compañías de móviles, que te estafan con los sms; las mentiras que te cuentan cuando te vas a abonar a determinado servicio; que un país desarrollado tenga que padecer la velocidad de Internet que tenemos al precio que lo estamos pagando… Son manotazos de ahogado. Hay gente que sabe que dentro de diez años no podrá robar más y aprovecha para robar todo lo que pueda ahora.

Con los jueces pasa lo mismo: en vez de ocuparse de cosas importantes, están haciendo levantar temprano al pobre Manuel Fontdevila para ir al juzgado, solo porque hizo un dibujo. Es un mundo que se está muriendo y yo me divierto al ver cómo se muere.

 

Ya decías antes que te molestaba el mundo en general…

Sí, somos mucha gente la que hacemos lo posible para que ese mundo se muera, con nuestro pequeño granito de arena: dejando el Emule encendido toda la noche, estamos haciendo algo, por ejemplo. No hay que hacer grandes revoluciones, se equivocaron los rusos en 1917, se equivocaron los del catolicismo al decir aquello de "haz el bien, sin mirar a quién ni decir por qué", hay que poner cada uno nuestro granito de arena. Ahora estamos haciendo algo, lentamente, pero los que primero se están dando cuenta son ellos, los malos, que están robando de una forma descarada.

 

Impresionante, Hernán. Cambio de tercio, ¿conociste de verdad a tu mujer en un Chat?

Sí (risas), necesitaba un libro de Camilo José Cela, que no encontraba en Argentina por ningún sitio. Leí la obra completa en dos años, que son 27 tomos, pero me faltaba uno, Diccionario secreto, así que me metí en un Chat a ver si alguien me lo mandaba. Entonces encontré a Cristina y me lo regaló.

 

En el libro dices que en los Chats se miente mucho. Yo te quiero preguntar si tú mentiste a tu mujer.

El nombre, por una cuestión de privacidad, le dije que me llamaba Tadeo (risas). Pero en todo lo demás no, porque incluso le di mi dirección para que me enviara el libro y, claro, tuve que decirle que le había mentido en el nombre. Era la primera vez que usaba un Chat y fue la última. Todo fue por Camilo José Cela.

 

En tu web incluyes varias formas de contactar contigo, ¿qué tal es esa estrecha relación con los lectores?

Es alucinante. Aunque pasan cosas raras, anoche me llamaron a las cuatro de la mañana, porque no eran conscientes de la diferencia horaria. Independientemente de esas cosas, que no son muy habitualmente, es buena.

La dirección de mi casa sí la tuve que quitar, porque tuve un problema de amenazas con unos paraguayos, pero el teléfono lo he dejado siempre, desde el principio, para que la gente sepa que soy un tipo que está ahí, no estoy en una nube.

Me parece muy enriquecedor charlar con todo el mundo, aunque es mucho más complicado hacerlo ahora que antes. Antes contestaba doce mails por día, pero ahora hay muchísimos y tengo que ponerme cada sábado cuatro horas a contestarlos. En general son elogios y yo los agradezco. Trato de no dejar ningún correo sin contestar y esa cercanía es buena, porque mido la temperatura de la gente a raíz de lo que escribo.

 

ver + Hernán Casciari 

 

¿Te ha gustado? Compártelo:

Comentarios de los lectores:

Publicidad
Anika entre libros
Actividad subvencionada por el Ministerio de Cultura
Ministerio de cultura

Esta web utiliza cookies para obtener datos estadísticos de la navegación de sus usuarios. Si continúas navegando consideramos que aceptas su uso. Más información X Cerrar