Anika entre libros

Entrevista a Guillermo Galván por "Llámame Judas"

"se puede escribir para conjurar fantasmas personales, para ajustar cuentas con el mundo o con determinada persona, para verbalizar pensamientos que de otra forma jamás verían la luz o, simplemente, para contar una historia"

Firma: Anika Lillo / Fotos: autor / Julio 2006

 

¿Qué pasaría si Judas, aquel que vendió a Jesucristo, fuera en realidad una marioneta? ¿qué pasaría si la historia religiosa tal y como la creemos no fuera del todo real? Mucho o nada. Estas son dudas que Guillermo Galván, autor de Llámame Judas nos desvelará en la entrevista.

"Llámame Judas" es una novela a mitad de camino entre el thriller y la historia. Un misterio a resolver. Una garganta profunda que utiliza la disposición de un periodista jubilado a destiempo para que investigue algo que si no cambia la historia, al menos sí deja muertos por el camino.

Cuando jubilan forzosamente del periodismo a Angel Casares, éste decide escribir una novela, pero una nota no fortuita llega hasta él. El texto está escrito en un lenguaje antiguo y aquella persona que se lo envió le introducirá en una historia que deja, a su paso, crímenes sin resolver. La garganta profunda que se ha introducido en su vida quiere que Angel escriba una historia, la de un Judas Iscariote fiel a Jesús. Para convencerle, le va dando pistas y señales.

Personajes con vidas privadas que surgen o están, una trama en la que la historia tal y como la conocemos podría ser distinta, un Judas Iscariote fiel, un Jesús algo diferente al que nos muestran en la religión católica, un final que necesitas desde que empiezas el libro. Así resumiría yo "Llámame Judas".

 

 

ENTREVISTA

 

El protagonista de esta novela es un periodista forzosamente jubilado ¿cómo llega a convertirse en investigador?

Todo periodista tiene algo de investigador, así que esa condición ya se le presupone. Su objetivo inmediato tras quedar en paro es documentarse para escribir una novela, una historia que le ronda la cabeza desde hace muchos años y que la rutina del trabajo y su propia desidia han ido arrinconando como un propósito siempre frustrado. Durante este proceso, un supuesto azar excita su curiosidad y relega a un segundo plano sus buenas intenciones. A partir de ahí, los acontecimientos se imponen de forma inesperada sobre los proyectos.

 

La portada de "Llámame Judas" así como el inicio sugieren que la novela está relacionada con el edificio Windsor cuando se incendió ¿es realmente así?

Así es. La novela ofrece una versión acerca del siniestro que no coincide con las explicaciones oficiales. A veces, la visión autorizada de los hechos, aquella que quedará como verdad registrada para la Historia, resulta más fantasiosa si cabe que una novela, y yo, simplemente, me he permitido ponerla en duda.

 

Tu protagonista, Ángel Casares, en un momento dado utiliza el chat y se pone un nick. Santomé. En un segundo supe a quién se refería porque "La tregua" es uno de mis libros favoritos ¿por qué esa elección de nick? ¿por Ángel o más por ti?

Por ambos. Por mí, naturalmente, porque soy quien lo ha elegido: aquella novela me sedujo y me he atrevido en la mía a rendir un humilde aunque merecidísimo homenaje a Benedetti. Y por Ángel, porque, aunque más joven que Santomé, tiene en común con él la cercanía de una edad en la que la vida empieza a verse de otra forma, y además su repentino desempleo lo convierte en un hombre de psicología en cierto modo vulnerable, como lo es el protagonista de "La tregua".

 

Guillermo, llevamos unos años en los que las novelas donde se descubren cosas que cambiarían el mundo por sus descubrimientos del mundo antiguo es una moda ¿En qué se diferencia "Llámame Judas" del resto de novelas que hay en el mercado?

Básicamente, en su esencia. Todas esas novelas tan de moda sobre supuestos descubrimientos en torno al cristianismo, como griales, conspiraciones cósmicas, Marías Magdalenas y descendencias crísticas, a pesar de su heterodoxia y de los sarpullidos y anatemas que levantan a veces en instancias oficiales con su correspondiente cuota de publicidad, contribuyen a mantener un mito en pie. "Llámame Judas", por el contrario, cuestiona el mito desde su misma raíz. Puede que, antes de ser leída, exista la tentación de incluirla en ese particular género, quizá por su estructura, o por su tono de intriga de transfondo histórico, pero en llamamejudasmi opinión es radicalmente distinta. Por otra parte, mi preocupación fundamental al escribirla ha sido no ofender a la inteligencia ni a la literatura y, modestamente, creo que ambas quedan bien paradas en este caso.

 

Desde luego la Diputación de Cuenca ha debido verlo así...

Ha sido muy satisfactorio que un jurado del que forman parte escritores de la talla de Almudena Grandes, Lorenzo Silva y Antonio Pérez Henares considerase mi novela como merecedora del premio Alfonso VIII, certamen que año a año va ganando peso en el panorama de los concursos literarios en castellano. Para mí, por supuesto, es todo un honor ver mi nombre en la lista de sus premiados. Y una palmada de ánimo para seguir adelante en este peculiar e intrincado territorio de la literatura.

 

¿Estamos, entonces, ante un libro donde los personajes son tan importantes como la trama? ¿imprimen carácter a la investigación? ¿cuál es el misterio?

Para mí los personajes, algunos personajes, suelen ser tan importantes o más que la propia trama. Tanto como el protagonista, que en este caso narra en primera persona, me interesan los secundarios. A veces me da la impresión de que escribo para crear secundarios, y basta con repasar las cuatro novelas publicadas previamente para llegar a una conclusión parecida. En ésta, sin embargo, los secundarios están más o menos apuntados, y la narración gira básicamente en torno a Ángel Casares y los acontecimientos que lo envuelven. El papel de los demás personajes está en función de lo que significan para el protagonista y su historia, que es lo que me interesaba contar en esta novela. Desde luego que podría haberlos desarrollado con más intensidad, que cada uno de ellos permite una presencia mucho más rica, pero su peso habría desnivelado la novela en una dirección inoportuna.

 

Judas es, en la actualidad, una especie de garganta profunda, pero es mucho más en esta novela... ¿el inicio de una Historia distinta a la que conocemos, quizás?

Judas es un juego de palabras. Remite inevitablemente al Iscariote, pero también al personaje que abre las puertas a la sorpresa. Y no, "Llámame Judas" no intenta, no quiere ser el inicio de una Historia diferente. Tal vez sí una interpretación muy distinta de la Historia que damos por cierta. Tampoco es un ensayo ni una tesis doctoral. Es una novela, una obra de ficción, muy documentada, eso sí, que no pretende dar respuestas, sino que, por el contrario, deja flotando alguna que otra pregunta que a más de uno le interesará.

 

¿Hasta qué punto es importante confundir al lector con las pesquisas del protagonista durante la obra?

Supongo que te refieres a un criterio global de la estructura narrativa porque en "Llámame Judas" no se produce tal confusión. Al lector nunca se le debe engañar, mucho menos si la novela se plantea desde la perspectiva de un narrador omnisciente, que no es el caso. Y no me refiero a la veracidad de los datos básicos porque, al fin y al cabo, la ficción sólo está obligada a ser coherente con el mundo que ella misma crea. El engaño narrativo, si dejamos a un lado la calidad literaria, es el pecado más grave que se pueda cometer contra el lector, a pesar de que haya quien venda millones de ejemplares utilizando este subterfugio y nadie parece sentirse estafado. El narrador omnisciente no puede decir, por ejemplo, que Fulano no conoce a Mengano y cien páginas más adelante salir con que ambos son amigos desde hace treinta años. Desde la perspectiva de un narrador en primera persona en una novela de intriga no existe un "dios" que todo lo controla, que todo lo sabe: el lector avanza a medida que lo hace el protagonista y, por lo tanto, desconoce lo que éste desconoce y averigua lo que éste consigue averiguar. Esta dinámica permite una complicidad especial entre protagonista y lector que, desde luego, jamás puede ser violada con engaños por parte de quien se tenga por escritor.

 

Para dejarlo claro y que no de lugar a malentendidos, me refería a que en un momento dado Angel es engañado y con él lo somos nosotros. ¿Por qué no funciona el dúo Ángel-Cristina y sí el formado por Ángel-Araceli?

Ningún dúo funciona si alguna de sus unidades no quiere. En el primer caso, la extrema diferencia de edades e intereses lo convierte de antemano en inviable. Y en el segundo, bueno, no estoy del todo de acuerdo con que funcione excepto como un futurible. En ambos casos flojea uno de los elementos.

 

Dime una cosa Guillermo... si esta historia de descubrimientos sorprendentes se convirtiese en realidad ¿qué crees que pasaría?

Nada. Nada en absoluto. Si existe alguna tesis de fondo en la novela es precisamente esa: que hoy es más importante la fe en el objeto que el objeto en sí mismo, y que nuestros mitos ya están muy consolidados desde el punto de vista social como para que se produzcan presuntos cataclismos. En nuestra cultura es mucho más importante creer en una supuesta verdad que la verdad en sí misma. Somos mitómanos en todos los terrenos y sólo el paso de las generaciones permite cambios más o menos sensibles en ese sentido. Por supuesto, desde el punto de vista literario se podría especular con la posibilidad de un terremoto sin precedentes. Pero sólo sería literatura.

 

Siguiendo con la hipótesis... ¿Se tambalearía algo aparte del Vaticano?.

No. Ni siquiera el Vaticano. Tal vez alguna que otra incomodidad, un escándalo pasajero que sería diestramente manejado por los de siempre para que se modificaran las apariencias sin que nada cambiase en el fondo. La propia Historia lo demuestra. Las religiones no están basadas en hechos racionales científicamente verificables, sino en el testimonio de algunos de sus creyentes. Así, al menos, se ha construido a lo largo de los siglos ese aspecto de nuestra cultura occidental: optando por unos testimonios frente a otros, simplemente por el hecho de que se ajustan en mayor o menor medida al canon previamente definido. Pensar en un drástico proceso de revisionismo a estas alturas sí que es ficción porque el poder secularmente establecido no renuncia gratuitamente a los dogmas que lo sustentan.

 

Y aquel que recibiera la información, como Ángel, ¿en la vida real podría "olvidarse" del tema?

Desde luego que no. Y creo que queda muy claro en la novela porque su desenlace es suficientemente abierto como para que Ángel decida en el futuro seguir investigando. Eso sí, siempre que pierda todo aprecio por su vida.

 

Tengo una curiosidad muy grande -que me corroe, jeje- porque hablas de un periodista, labor que compartes con él... Cuando describes a Ángel Casares ¿estabas pensando en algún conocido?

Ángel Casares es un producto de ficción, aunque seguramente más de un periodista, yo mismo, se verá reflejado en él porque sus situaciones cotidianas participan de las comunes al oficio. De algo tiene que servir la experiencia de treinta y tantos años en la profesión. Pero no, no se trata de nadie en concreto, ni siquiera de mí mismo. Aunque debo reconocer que seguí personalmente cada uno de los pasos de la investigación de Ángel para escribir la novela, el protagonista sólo se parece a mí en algunas de sus reflexiones íntimas respecto a lo humano y lo divino. Su contexto personal y familiar, las anécdotas de su vida, no tienen nada que ver con el autor ni con otro periodista que yo conozca.

 

Una curiosidad de tu libro es que hay un aviso al inicio que indica que la novela está escrita en base a las nuevas normas de acentuación de la RAE...

Pues sí. Cuando iniciamos el proceso de composición, la editorial Edaf sugirió la posibilidad de que la novela se editase siguiendo esas recientes normas tendentes al ahorro de tildes. Me pareció una buena idea la experiencia, pero quise dejar claro ya desde el epígrafe que no se trataba de despistes de edición porque la primera palabra de la novela es un "Sólo" que iba a aparecer sin acento gráfico. Realmente, las diferencias son muy escasas, apenas detalles que pasan casi inadvertidos en el balance final. Entre tú y yo: más allá de este y otros experimentos, sigo escribiendo como antes.

 

Precisamente en ese "Solo" me fijé yo (sonrisa). Uno de tus personajes, Araceli de Zúñiga, admite que escribía como terapia ¿se escribe así o hay distintos caminos hacia la escritura?

Los caminos hacia la escritura son tan numerosos como autores hay. Cada cual sabe qué es lo que lo mueve a hacerlo. O quizá no, no lo sabe. Tal vez ni siquiera sea importante saberlo, al menos de forma explícita. Cierto que se puede escribir para conjurar fantasmas personales, para ajustar cuentas con el mundo o con determinada persona, para verbalizar pensamientos que de otra forma jamás verían la luz o, simplemente, para contar una historia, acariciarte el ombligo o quitarte una china del zapato. En el fondo, escribir lleva implícito un cierto ejercicio de impudor, de exhibicionismo, una mínima convicción de que lo que uno hace pueda tener algo de interés para los demás. Es toda una osadía.

 

Muchas gracias por tu libro Guillermo, y por supuesto por esta entrevista. Un abrazo.

Gracias a ti. Es un placer haber podido compartir un rato tan agradable charlando con quien ha leído la novela. Ya sabemos que, una vez la obra está en la calle, es tan propiedad de quien la escribió como de los lectores porque cada uno de éstos reconstruye la historia desde su propia vida. Y la verdad es que resulta sorprendente la variedad de reinterpretaciones que "Llámame Judas" ha suscitado.

 

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