Anika entre libros

Entrevista a Eric Marchal por El sol bajo la seda

"Es muy importante esta época porque fue un momento en que los cirujanos al abrir los cuerpos humanos en las autopsias se preguntaban en dónde estaba el alma; buscaban la sede del alma y no la encontraban"

Saray Schaetzler, mayo 2014

 

El Hotel Presidente de Barcelona es el lugar que la editorial Grijalbo ha elegido para realizar la entrevista con el autor de "El sol bajo la seda", un escritor nacido en Metz, ciudad que ostenta un cuantioso patrimonio arquitectónico de la Edad Media. 

Teniendo en cuenta que en los antecedentes de Eric Marchal constan ciertos estudios de farmacia, y si añadimos a este dato su obvia pasión por la historia, como así lo demostró durante la entrevista que mantuvimos, el caldo perfecto está servido para que esta obra conste de cierto rigor -por ambos flancos, histórico y médico- que me complace destacar.

Durante la entrevista nos acompaña Neus Mueno, una profesional que además de traducir simultáneamente y sin titubeos ostenta además de una memoria envidiable, pues mientras que yo, lo confieso, recelaba en un primer momento al comprobar cómo Eric Marchal hablaba y hablaba, ella solo escuchaba haciendo gala de una serenidad extraordinaria, y sin inmutarse fue dejando que el autor se explayara hasta que aquel ponía el punto final, para sorprenderme entonces con su retentiva y capacidad de conmutar entre lenguas y códigos, con la naturalidad de quien pela una mandarina de temporada.  Impresionante de veras.

 

 

ENTREVISTA

 

Hábleme del que parece un arduo trabajo de investigación en esta obra, que abarca tanto el tema histórico, como el bélico o el social, y también en lo que se refiere a la ciencia médica -el tema central-.

La documentación para esta novela ha sido muy importante porque abarca, como tú misma has dicho, muchos temas diferentes. Tengo la suerte que no habría tenido hace diez o quince años de que las grandes bibliotecas francesas, y también las del resto del mundo han digitalizado sus fondos, sus libros de los siglos dieciséis, diecisiete y dieciocho, que ahora te los puedes descargar y leer tranquilamente en tu casa. Si no fuera así tendría que haber ido a la Biblioteca Nacional de Francia, a París, pedir cita, sacar el libro, consultarlo, devolverlo, y si me olvidaba de algún detalle habría tenido que volver a solicitarlo y habría sido complicado -en mi caso, imposible- presentarme físicamente allí cada vez. No solo la Biblioteca Nacional de Francia sino también bibliotecas extranjeras que sorprendentemente me han permitido consultar libros franceses muy antiguos; por ejemplo, bibliotecas canadienses; y de forma aún más sorprendente las estadounidenses, o inglesas.

He encontrado las obras de Ambroise Paré, y todos los tratados médicos de este gran cirujano. Respecto al ambiente histórico he encontrado documentos de la época y crónicas que me han permitido saber cómo vivía la gente de la época, su vida cotidiana Eric -marchal -libroen Lorena y en Francia en general. Así que he tenido la fortuna de que se hayan digitalizado estos fondos; si no, no habría podido hacerlo.

 

¿De dónde surgen los nombres propios?

Para los nombres me he inspirado en almanaques de la época en donde salían nombres de personas normales, personas no conocidas, listas de cirujanos y de médicos, y por ejemplo, para el caso de Nicola me he inspirado en una familia muy conocida de Lorena que eran pintores, no cirujanos. También busqué la musicalidad en los nombres de los personajes. A veces pasa bastante tiempo antes de asignarle un nombre a un personaje, porque quiero hallar el nombre adecuado, uno que en cierto modo le pegue. También hay personajes que existieron realmente, y con esos sí que he mantenido el nombre.

 

La normalidad de acudir al médico de cabecera y los adelantos actuales nos hacen olvidar la dificultad de los primeros pasos de esta ciencia. ¿Es esta novela en parte una reflexión a tener en cuenta sobre lo importante de los comienzos de la misma?

Sí, es cierto, justamente esa es mi intención. Hoy en día vamos al médico, nos trata con toda normalidad e incluso nos opera, cuando solo hace doscientos cincuenta años -tampoco hace tanto- no existía la anestesia. Las operaciones, debido a ello, eran mucho más complicadas, y el único medio que tenía el cirujano para evitar el excesivo dolor del enfermo era el láudano, que es un derivado del opio. De todos modos, el láudano dormía un poco la conciencia, pero en cuanto el cirujano empezaba a trabajar el paciente se despertaba por el propio dolor. El problema que generaba el dolor, además de la evidente incomodidad, era que podía parársele el corazón.

En aquella época, si eras rico te operaban en casa y si eras pobre ibas al hospital, que era simplemente un lugar en el que se reunía a los enfermos. Al rico le operaban en la mesa de la cocina, y a los pobres también, en unas mesas vueltas del revés, a las que les ataban las manos y pies a las patas para que no se moviesen a causa del dolor durante la operación. No se conocían los microbios ni se sabía lo que era una infección, así que el concepto de la higiene no tenía nada que ver con el nuestro: había polvo por todas partes; los útiles del médico se lavaban con agua entre operaciones, y la gente les tenía mucho miedo porque además de lo dolorosas que eran había muchas muertes; las retrasaban lo máximo posible, hasta que no había más remedio. 

La operación más frecuente y conocida de aquella época era la de los cálculos de la vejiga, que son muy dolorosos. El cirujano abría con el escalpelo, sacaba el cálculo y cosía; uno de cada cuatro pacientes moría durante la intervención, y a consecuencia de la infección perecía otro de esos cuatro, así que aproximadamente sobrevivía la mitad de los pacientes de estas operaciones.

 

 

Me maravilla como en ese tiempo el desarrollo de la medicina suponía un trabajo de campo, un estudio basado meramente en la observación y en la lectura del trabajo de otros.

¿Cree posible que aún existan esa especie de llamémosle artesanos de la medicina en nuestros días, que trabajen con esa pasión?

Los personajes de la novela son unos pioneros que trabajan por pasión, teniendo además en cuenta que los cirujanos estaban muy mal pagados, era una clase social inferior respecto a los médicos. Hoy en día, a pesar de todos los avances, aún hay cirujanos y médicos que trabajan por pasión, que son pioneros en su campo; por ejemplo, los que operan con robots, que ellos mismos dirigen y manipulan, que buscan un medio robótico para operar. Hay que pensar que hace solo ciento veinte años que existe la anestesia y cien años que existen los antibióticos; es enorme el progreso que se ha realizado, y todavía hay pioneros que buscan mejorar las condiciones, y aunque estén muy reconocidos socialmente lo intentan por la mejora en sí misma, por el ser humano y pensando en mejorar las técnicas para que haya menos sufrimiento y más porcentajes de éxito.

 

La medicina, sobre todo en algunas épocas, va de la mano de la iglesia y sus creencias, mientras que en otras se desliga. En esta obra, los interrogantes de los cirujanos respecto a la figura de un dios omnipotente son patentes.

Precisamente es muy importante esta época porque fue un momento en que los cirujanos al abrir los cuerpos humanos en las autopsias se preguntaban en dónde estaba el alma; buscaban la sede del alma y no la encontraban. A pesar de la prohibición de la Iglesia, que en esa época ya no estaba vigente, algunos señores de pequeños estados, especialmente, habían animado a médicos y cirujanos a abrir los cuerpos para hacer progresar la medicina y la cirugía. Justo antes de la época de esta novela los cirujanos no podían abrir un cuerpo humano so pena de excomunión. Fue entonces cuando comenzaron las autopsias, lo que benefició enormemente a la ciencia médica y a la cirugía en concreto.

En esta época es también cuando los cirujanos se empiezan a aliar con los artistas, y cuando hacen una autopsia les piden que dibujen lo que ven; hay unos atlas de anatomía que he podido consultar que muestran una perfección y una precisión asombrosas por parte de los artistas, en donde muestran con todo detalle lo que han visto. Esto ayudó mucho al progreso de la cirugía.

 

¿Algún otro apunte sobre la relación clero/medicina? Me interesa especialmente, pues a cada poco se entrecruzan sus personajes y sus convicciones; parecen incasables.

En esta novela se presenta no solo la oposición entre el clero y la medicina, sino además entre los médicos y los cirujanos; el cirujano pertenecía al pueblo, era la persona que tocaba al enfermo -el médico no lo hacía-, y era el que se planteaba la existencia de Dios, mientras que el médico era mucho más dogmático, estudiaba en la universidad y leía los libros en latín; tenía un saber académico, al tiempo que hacía su diagnóstico hablando con el enfermo y observando su orina, y tras ello daba las instrucciones al cirujano. Estaba mucho más ligado al clero, y pertenecía normalmente a la burguesía -en algunos casos a la nobleza-. De aquí nace una gran diferencia entre la relación opuesta que tiene el médico o el cirujano ante el clero.

Hay una frase muy famosa de Ambroise Paré en el siglo XVI, que es un momento en que la iglesia todavía tenía mucha fuerza, que dice: Yo he tratado a un enfermo, y Dios le cura.

 

Eric -marchal3

 

Curioso el papel de las mujeres denominadas regatonas. ¿Quiénes eran? ¿Existieron en realidad?

Sí, efectivamente existieron, lo encontré en un libro antiguo y me llamó mucho la atención. Cuando la nobleza o la burguesía ya habían aprovechado la carne de un animal les llevaban los restos a estas mujeres, que rascaban los huesos y todos los restos que se pudiesen rascar y lo revendían.

 

Durante la lectura asombran las condiciones paupérrimas de los cirujanos, cuyas operaciones transcurren entre jergones y cocinas acondicionadas a modo de hospitales de campaña, utilizando herramientas y utensilios mínimos. No nos preguntamos, sin embargo, cómo son las condiciones actuales de muchos paises subdesarrollados. ¿Hay alguna similitud o estoy exagerando?

Es cierto que en muchos países subdesarrollados se trabaja con medios muy pobres, pero la diferencia con esa época es que, sea cual sea el país, y sean cuales sean las condiciones económicas, ahora se tiene conocimiento de lo que son los microbios, cómo se produce una infección, a través de la herida, y por tanto la manera de trabajar es diferente: en ninguna parte se trabaja como se trabajaba en esa época. No creo además que por muy subdesarrollado que sea el país se trabaje sin anestesia en ningún sitio.

 

Me resulta curiosa la empatía que en esta novela siente la mayoría de los cirujanos por otros de su misma profesión, y cómo ello repercute en un claro avance y en la adquisición de experiencia. ¿Es el individualismo del siglo XXI un campo de cultivo de mediocridad, a pesar de los avances tecnológicos?

(Risas) Esa es una buena pregunta. Creo que hay un espíritu corporativista, y hay pioneros en el campo de la medicina y la cirugía. De todos modos, y cualquiera que sea la profesión, tanto si eres abogado como ingeniero, médico o cirujano, el individualismo perjudica al ser humano en general, porque la persona que solo trabaja para sí misma, para alimentarse o para su familia, para progresar en su carrera, para enriquecerse incluso, si no transmite su saber a otras personas no beneficia a nadie, hay que tener en cuenta que no somos un peón en un tablero de ajedrez sino un eslabón en una cadena, y es así como progresa la humanidad. De todos modos piensa que hay mucho espíritu corporativista y también pionero en el campo de la medicina y de la cirugía.

Hay un personaje que sale muy poco, solo en una escena, y está basado en un personaje real; es un holandés que ha inventado un método para embalsamar, pero que como no lo transmite a nadie, eso se pierde.

 

Sí, lo recuerdo, el del cuadro de anatomía: Kuijnisk… (risas)

Sí, un nombre raro (más risas). Los métodos de embalsamar eran muy importantes, puesto que si estaba bien hecha podían abrir un cadáver y sacar los órganos, y a su vez estos se podían mostrar a jóvenes cirujanos para que trabajasen a partir de ellos, aprendiendo mucho. Este personaje no quiso transmitir su secreto a nadie, y por tanto se perdió.

 

Dos mundos discordantes y su armamento particular: la medicina, con el escalpelo, y el mundo militar, con la espada. ¿En qué punto convergían ideales tan opuestos, vida y muerte?

Lo cirujanos de guerra curaban y trataban a los militares en el campo de batalla. En esta época es el comienzo de la cirugía militar, porque hasta entonces a los heridos se les dejaba en el campo de batalla para que se la arreglasen por su cuenta, y comienzan a sustituirse además las heridas de arma blanca por las de bala de cañón o balas de fusil. Para los cirujanos constituye un reto y al mismo tiempo una enorme ocasión de aprendizaje el pasar de una heridas que ellos llamaban limpias -la herida de bayoneta entraba en el cuerpo y no desgarraba, sino que cortaba- a las heridas por bala, que producían un desgarro en el interior del cuerpo; por eso ha tenido que ser -por desgracia- la cirugía militar la que ha ayudado mucho a la cirugía civil, porque los cirujanos aprendían a arreglárselas con este tipo de heridas con los medios de que disponían y así tenían el conocimiento para luego curar a civiles con heridas complicadas y ampliaban su conocimiento de la anatomía.

 

La sociedad de la obra me recuerda tanto a la actual: la frontera insalvable entre ricos y pobres, el poco valor del papel que cubren las mujeres, esclavismo, condiciones miserables. Podría ser la época actual, cambiando cuatro nombres y modernizando los escenarios. Soy bastante pesimista al respecto.

¿Por qué nos negamos a avanzar, a pesar de todos los adelantos que tenemos a nuestro alcance? ¿cambiará, si hacemos caso a lo que patrocinan algunos grupos de Nueva Era?

Yo no soy tan pesimista, pero es cierto que en aquella época había muchas más personas que vivían en condiciones miserables que hoy en día, y aunque es cierto que estamos rodeados de grandes avances tecnológicos el corazón y el alma humana no
han evolucionado al mismo ritmo: hay personas muy pobres, y hay personas muy ricas, que en su mayoría no comparten con nadie.

Una reflexión que se me ocurre es la vivencia de la muerte, la relación de las personas con la muerte. En aquella época, no es que la gente no se pusiera triste ante la idea de la muerte, pero era para ellos algo más cercano: alguien se podía ir por la
Eric -marchal2mañana a trabajar al campo y no volver por la noche, y aunque su entorno se entristecía, evidentemente, no extrañaba a nadie. En la novela sale por ejemplo el duque Leopoldo, que tiene varios hijos con su esposa y la mayoría muere a los pocos días o años, algo corriente en aquella época.

Otro aspecto que me recuerda mucho a hoy en día es cuando el duque Leopoldo llega a través de Lorena y se apropia de su tierra, y expulsa a los vagabundos y a los extranjeros, y también prohíbe y excluye los vinos extranjeros; este es un comportamiento de repliegue y miedo que hoy en día también se mantiene en Europa: miedo al extranjero y repliegue sobre uno mismo como protección; los mismos reflejos que aparecen hoy en día en todas partes.

 

Una última pregunta: cuando uno llega a las quinientas páginas, no dice ¡ay, dios mio, ¿qué estoy haciendo?

(Risas) Creo que lo que hice fue tratar de no pensar en ello. Si supiera de antemano que trabajaría en ello durante un año y medio no lo haría, porque cuando comienzo una novela, si pensara en el final, creería que es demasiado trabajo y nunca escribiría hasta el final; lo que hago es ir paso a paso, como cuando caminas por la montaña: si miras la altura de la montaña piensas que jamás llegarás a la cima; debes mirar a tus pies e ir paso a paso, y eso es exactamente lo que hago cuando escribo.

Es realmente difícil cuando escribes un texto largo, porque la alegría llega después de mucho tiempo, a diferencia de cuando escribes textos muy cortos -poesía o canciones- con los que rápidamente conoces la opinión de la multitud. Con estas novelas largas tardas en saber la impresión de la gente, y por eso evito pensar, ya que pasarán meses hasta que me entere de lo que los lectores piensan. 

Ahora estoy comenzando una novela nueva, lo hice justo tras la edición de la actual en francés, y quise cambiar el periodo, el lugar, todo, porque me gusta aprender; desde hace cuatro meses tengo mucha documentación que he encontrado, y ya entonces pensé, dios mío, por qué elegí este tema y un nuevo siglo, por qué cambié todo. Pero tras ese momento de duda comencé a escribir, así que en este momento solo pienso en concentrarme. Todos los personajes están en mi cabeza, y voy paso a paso. Mentalmente es difícil.

 

¿Se puede saber con qué periodo histórico trabaja ahora?

Es el final del XIX y comienzos del XX, la Belle Epoque; comienza en España y finaliza en Francia, así que estoy leyendo mucho sobre Andalucía en ese periodo, ya que es allí en donde transcurre, es muy interesante.

 

Así que tendrá que viajar a Andalucía…

Tendré que hacerlo, aunque no ahora. Tendré que volver y viajar allí; cuando trabajo tomo primero la idea académica, leyendo libros, y luego viajo. Lo hice a Lorena, ya que la última novela transcurría en Lyon, pero solo tras tenerla escrita, porque me gusta tener primero la impresión del lugar en el contexto temporal sobre el que escribo, y por eso leo las crónicas de los lugares en el tiempo en que transcurre en mi novela, ahora por ejemplo, libros de viajeros que estuvieron en aquella época en Andalucía.  Lamentablemente solo he encontrado de franceses que lo hicieran, y es curiosa su visión del lugar en esa época.

 

No quiero que Eric Marchal sufra la incertidumbre de esperar durante largos meses para conocer la impresión de su novela, así que, yo que ya he  superado el ecuador de una obra de más de seiscientas páginas comparto mis impresiones y le hago saber lo mucho que estoy disfrutando con su lectura, que me transporta a un tiempo lejano y me hace vivir las anécdotas como si estuviera en el sitio que describe. Cuando cierro el libro me pregunto si estoy allí o aquí; un nuevo método de viajar en el tiempo, si quieren, sin moverse del lugar, y sin sufrir demasiado los aspectos menos atractivos de los que ya nos ha hablado el autor. La magia de la literatura.

 

+ Eric Marchal 

 

 

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