Anika entre libros

Entrevista a Anna Gavalda por "El consuelo" y "La amaba"

"Nota: Esta entrevista no es pregunta-respuesta como suele ser habitual"

Firma: Patricia Tena / Fotos: Patricia Tena y Manel Haro (Desayuno de prensa) / Febrero 2009

 

ANNA GAVALDA: fotógrafa de almas, escritora de ilusiones

Anna Gavalda estudió Literatura Moderna en Sorbona (París) y no tiene la sensación de haberse convertido en escritora en un momento determinado, pues desde que tiene uso de razón siempre ha inventado historias.

Trabajó como profesora y se hizo conocida por dar chocolatinas a los alumnos que se atrevían a romper el hielo y ser los primeros en preguntar, una costumbre que sigue practicando con sus lectores cuando, tras un encuentro literario, se inicia el temido turno de preguntas. Sabe que la primera pregunta siempre es la más difícil; al igual que la primera oportunidad.

Empezó a publicar en el diario de Carrefour y para el sello de novela romántica Arlequín. Sin embargo, en 1999 la pequeña editorial Dilettante le cambió la vida: publicó su libro de relatos cortos Quisiera que alguien me esperara en algún lugar, después de que docenas de editoriales lo rechazasen. Como muestra de gratitud, a pesar del éxito obtenido desde entonces, todos sus libros los ha seguido editando con ellos. (En España, sus novelas han sido publicadas por Seix Barral).

En 2002 escribió una novela juvenil que suele ser la gran olvidada en sus biografías: 35 quilos de esperanza. Pero un año después volvió a resurgir con fuerza en el mundo editorial gracias a una novela brevísima con título contundente: La amaba.

Sin embargo fue en 2004 cuando el público y la crítica internacionales cayeron rendidos a los pies de esta espigada francesa. Juntos, nada Gavalda1más se convirtió en un éxito de ventas inmediato y se creó una especie de comunidad entre sus lectores. Esta historia sobre cuatro almas solitarias que empezaban a creer en la felicidad al conocerse, le devolvió la ilusión y la esperanza a multitud de lectores. Muchos siguen enviándole e-mails diariamente para que escriba una segunda parte, petición que ella considera "totalmente imposible".

En 2008 publicó su último trabajo hasta la fecha: El consuelo, cuyo título original -La Consolante- hace referencia a un término francés usado en el ámbito deportivo: la partida que se juega después de la revancha, cuando ya no hay ganadores ni perdedores y tan sólo se juega por placer. Un título idóneo para hablar de un hombre -Charles Balanda- que sobrevive llevando una vida gris pero que no tiene valor para cambiar, hasta que le anuncian la muerte de su gran amor, Anouk. Al no tener ya nada que perder, se atreverá a luchar por ser feliz.

Las cifras no mienten: 10 millones de ejemplares vendidos y traducciones a 38 idiomas, aquí tienen a la autora francesa más leída actualmente: Madamme Gavalda.

El día que visitó Barcelona

Su relación con la prensa es complicada y frente a ellos se le nota un tanto inquieta. Desde hace un tiempo sólo concede entrevistas mediante correo electrónico. Algunos dicen que como castigo después de que un periódico publicara una foto de sus hijos menores de edad; otros aseguran que lo hizo para evitar tener que responder a las poco originales y repetitivas preguntas que le hacían sus entrevistadores. De este modo, las tiene preparadas y las manda. C'est fini.

Sea como sea, lo cierto es que es su primera visita a España -en este caso, Barcelona- y llega al encuentro con la mirada un tanto perdida, sonriendo tímidamente y acercándose sigilosa a la bandeja de croïssants.

Viste unos sencillos tejanos y una camiseta ceñida, se cubre con una chaquetilla de color gris y reluce en la sala gracias a un bonito collar dorado. Tiene el pelo corto, rubio y muy fino, y emana ese aire de falso despeinado que tan de moda está hoy día, aquel que sabes que realmente ha costado su trabajo frente al espejo.

Juraría que se siente incómoda siendo el blanco de todas las miradas y preguntas, pero su tensión desaparece cuando se pone a hablar de sus personajes, esas criaturas con las que convive durante mucho tiempo y para las que crea un universo propio que les hace parecer muy reales.

La autora es enemiga confesa de la superficialidad y para El Consuelo Gavalda2pasó meses enteros estudiando las profesiones que tienen sus protagonistas: un arquitecto y una enfermera. Mientras a otros autores les hubiera bastado con buscar información o charlar con un amigo; ella prefiere meterse en su piel y aprender al mismo tiempo que ellos. Visitó hospitales y escuelas de arquitectura, habló con diversos profesionales y se informó como si le fuera la vida en ello. No es de extrañar, pues, que muchos críticos aseguren que cada novela de Anna Gavalda es una tesis.

Otro ejemplo: el protagonista, Charles Balanda viaja a Rusia - durante sólo unas páginas- por negocios. La escritora cogió un avión y se plantó en el país de Dostoievski para poder plasmar en el papel cómo olían las calles y de qué hablaban sus gentes.

Puede parecer exagerado, pero ella asegura que no sabe trabajar de otra forma: "El personaje siempre se me impone. En Juntos, nada más me apareció de repente un cocinero que me decía 'ya puedes empezar a estudiar cocina, tú que no sabes ni preparar unas croquetas a tus hijos'. Soy observadora y me gusta aprender, es lo mejor de mi profesión".

Charles, Kate, Anouk, Franck, Camille, Philibert, o Paulette. El lector conocerá mejor a los personajes por sus defectos que por sus virtudes, y sin embargo, estos se atreven a darnos lecciones: ¡Con esfuerzo todo se puede conseguir! ¡Eres dueño de tu vida, si no te gusta, cámbiala! ¡No hay nada peor que arrepentirse de algo que no hemos hecho! parecen gritarnos a través del papel.

A pesar de los obstáculos, sus protagonistas deciden gastar su último cartucho de esperanza y apostar que pueden ser felices. Y lo mejor de todo es que casi siempre lo consiguen.

Esta visión de la vida ha provocado que muchos lectores apoden cariñosamente a la autora La Amelie Poulain de Saint Germain des Pres. Un calificativo que no le molesta, pero con el que tampoco se siente especialmente identificada: "Es cosa del marketing, pero sin duda prefiero que me comparen con ella, cuya película me encanta, que con Danielle Steel".

Sin embargo, algún periodista le reprocha que sus finales sean excesivamente felices, incluso "almibarados". La escritora no lo ve así: "He hecho sufrir mucho a los personajes durante demasiadas páginas y no sé si soportaría verles acabar mal. No creo que mis finales sean optimistas, sino que la imagen final lo es. Al día siguiente volverán a tener problemas, pero yo hago la foto antes".

Le gusta hacer hincapié en la comparación con la fotografía. Después de apretar el disparador, queda inmortalizado ese instante, pero la vida sigue con sus problemas y sus alegrías. Sus finales son parecidos: quizá si continuáramos leyendo Camille dejaría a Franck o Kate no podría vivir en pareja y dejaría de cocinar galletas con forma de corazón, sin embargo la autora ha querido que nos quedáramos con esa imagen. Todos sabemos que después del "y fueron felices y comieron perdices", vino la vida real.

Cree que sus lectores agradecen los finales felices porque "la vida ya acaba mal demasiadas veces". Y ella quiere complacerles: "La única opinión que me preocupa es la de mis lectores porque la crítica francesa ha tenido momentos muy duros conmigo. No lo tengo en cuenta porque imagino que es como el papel de una madre, que siempre es más dura con sus hijos que con otros niños"; además confiesa no haber leído nunca una crítica entera "soy demasiado sensible y temo que un comentario negativo me dejara inutilizada para escribir", puntualiza.

Por ese motivo, no puede evitar sentirse un poco "decepcionada" por la desigual acogida que ha tenido El Consuelo. Las innovaciones que ha llevado a cabo no han acabado de cuajar: una trama alargada innecesariamente -en total son casi 700 páginas- y una primera parte compleja de entender y, por lo tanto, de disfrutar: saltos temporales que descolocan, frases inacabadas y pronombres que se obvian y provocan confusión a la hora de saber quién está hablando.

¿Es un reflejo de cómo se siente el protagonista Charles Balanda por dentro o simple innovación creativa? "Mi personaje tiene un problema consigo mismo y he querido trasmitirlo en el estilo. Precisamente el estilo cambia cuando Charles adopta otra actitud. De todas formas siempre he pensado que el lector es inteligente y no hace falta explicárselo todo".

Su estilo, marcadamente visual, también ha agradado a los estudios cinematográficos. En 2007 el recientemente fallecido Claude Berri adaptó para la gran pantalla Juntos, nada más; con Audrey Tautou -Amelie- como protagonista. Sin embargo, la escritora no lleva demasiado bien ver Gavalda3sus palabras traducidas en imágenes: "No me gustan las adaptaciones. Cuando me invitaron al rodaje y vi a Philibert con unos zapatos relucientes, tuve que marcharme. En mi novela jamás los hubiera llevado".

Reconoce ser una autora estricta a la que no es fácil complacer. "Ahora están adaptando La amaba, con un gran actor francés Daniel Auteuil. Pero el guión no me acaba de gustar". ¿Y El Consuelo? "Me lo han propuesto y me han dicho incluso que Oprah Winfrey está interesada en comprar los derechos. Pero no me lo planteo, no estoy preparada para ver la casa de Kate en el cine, yo la imaginé muy especial y no soportaría verla convertida en una casa cualquiera".

Lo que sí se plantea es su próximo libro. Uno en el que ya está trabajando. "Será una novela epistolar no demasiado larga, sobre el cierre de una fábrica. El protagonista será el patrón, un buen hombre que se ve obligado a tomar una decisión difícil que le supone una crisis vital". Su imaginación ya está en marcha y el proceso de documentación también. Afirma que el principal problema que tendrá es que, como ella usa lo que en teatro se conoce como el método Stanislavsky, tendrá que aprender a dirigir una fábrica y a dar órdenes a sus empleados. "No sé cómo lo haré, yo, que ni siquiera sé darle órdenes a la mujer de la limpieza", añade con una tímida sonrisa.

 

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