El gato que curaba corazones

Opinión:

Ana G. Aranda

Alfie ve como su mundo se desmorona de un día a otro. Su "humana" ha fallecido, y él debe buscar una nueva familia que le quiera. Durante su búsqueda de un hogar, sufriremos junto a él el frío, la lluvia, el miedo, el hambre… Un gato que ha vivido en una casa no suele sobrevivir en las calles, pero Alfie es muy listo y muy cuidadoso, y con la ayuda de algunos gatos callejeros consigue llegar a Edgar Road, donde finalmente decide establecerse para buscar una nueva casa.

A través de los ojos de Alfie la autora hace un retrato de cuatro hogares muy diferentes entre sí. Los habitantes de cada uno de ellos se enfrentan a una soledad distinta pero Alfie hará todo lo "gatunamente" posible para ayudarles. Porque necesitan mucho cariño y él también necesita a alguien que le cuide y le mime.

Con una prosa sencilla y emotiva, Rachel Wells, no sólo nos habla de las familias humanas que Alfie ha elegido sino también nos habla del propio gato, de cómo pasa su día, cómo se relaciona con el resto de felinos del barrio y especialmente del vínculo que establece con cada miembro de su nueva y gran familia. Lee sus emociones y sabe lo que cada uno de ellos necesita.

¿Qué destacaría de "El gato que curaba corazones"? El amor por los gatos de la autora, la emotividad del relato, lo complicadas que resultan las relaciones humanas a ojos de uno de los animales más "independientes" del reino animal  y sobre todo al propio Alfie, protagonista indiscutible de la historia.

El ronroneo de un gato alivia el corazón. Y leer este libro, también. 

Ana G. Aranda

Carol Inabé Barba

Esta novela es una alegoría a la resiliencia, esa capacidad del ser de sucumbir, para luego resurgir de las cenizas, curar sus cicatrices y fortalecerse…

Alfie, el "gato de sofá", es un gato que siempre ha sido amado, pero al cambiar las circunstancias tan drásticamente, debe salir de su zona de confort y convertirse en un gato de la calle. Allí conocerá otra cara distinta del mundo, más dura, más peligrosa, pero también conocerá amigos peludos, que le ayudarán en este trance y le darán consejos muy sabios: sé un "gato de portal", nunca tengas un solo hogar, no vayas a quedarte otra vez en la calle.

Y aquí vemos a Alfie, deambulando por la calle Edgar. Es un pequeño gato, pero con un corazón enorme. Tan grande que puede repartir felicidad en diversos hogares, porque de eso se trata ser "gato de portal", comparte su peluda vida con algunas familias, va y viene, sus cuatro peludas patas corren de un lado a otro para ir enhebrando una rutina que le cansa, pero le llena de alegría. Porque  ser "gato de portal" es una labor intensa. Incluso peligrosa, según transcurre la historia…

A lo largo de las páginas del libro nos vamos introduciendo en la vida de Alfie y sus "dueños" descubriremos personas que necesitan un empujoncito extra para encontrar la felicidad. Allí donde va, el pequeño peludo se impone con su dulzura, sus ronroneos y con sus ganas de ayudar. Que sí, que sí, que parece que nunca nos enteramos, pero los felinos van haciendo que nuestras vidas cambien poquito a poco, son como pequeños armonizadores con pelo. Muchos podemos dar fe de ello. Contienen, acompañan, están ahí cuando se necesita una zarpita amiga. Eso es lo que hace Alfie con las personas que habitan la calle Edgar, hace de puente para que se conozcan dos madres y vecinas, apoya la soledad de unos mientras recuperan su luz, se hace cómplice involuntario de los amoríos de otros, aunque tampoco es  que le guste mucho la idea… incluso, por amor a su primera humana, en su nueva vida como "gato de portal", pone su vida en peligro.

Como decíamos, esta es una novela sobre la resiliencia, esa capacidad para salir adelante con una nueva versión de ti mismo mejorada, más plena, con la lucidez y las ganas de que todo esté bien dentro y fuera de ti. Alfie lo sabe, sabe que estuvo solo y le contuvieron, que tuvo hambre y le dieron de comer, que sintió su corazón romperse, pero se curó en la medida que ayudaba a otros a curarlo, sean peludos o no. De eso se trata la vida, de ser feliz y lograr que los demás también lleguen a ese punto. Y de eso, Alfie, sabe mucho.

Carol Inabé Barba