Diderot y el arte de pensar libremente

Opinión:

«La posteridad es para el filósofo lo que el cielo para el hombre religioso» escribió Denis Diderot, manifestando así su esperanza por ser leído y recordado con el paso de los siglos. Él mismo sabía, sin embargo, que ello no sería fácil, pues en vida apenas publicó algunas obras menores que quedaron en la sombra de los grandes filósofos de la Ilustración francesa: Voltaire, Montesquieu y Rousseau. Mientras estos publicaban obras tan notables como "Cándido" o "El contrato social", Diderot se entretenía en unas primeras traducciones de "Historia de Grecia" de Temple Stanyan y del diccionario médico de Robert James. Sus primeras obras ya llamaron la atención por la valentía con la que criticaba a la religión cristiana, como ciertos argumentos deístas que incluía en "Pensamientos filosóficos". Sin embargo, tras la publicación de "Carta sobre los ciegos para uso de los que ven", Diderot fue arrestado por ateísmo radical y pasó tres meses en la prisión de Vincennes, tras lo cual el vínculo con su familia paterna se rompió definitivamente.

Si Andrew S. Curran insiste realmente en un aspecto de la vida de Diderot es precisamente en su legado póstumo. Y es que, cuando el escritor llegó a la sesentena, contrató copistas para disponer de tres colecciones de sus manuscritos; tras su muerte, una serie fue confiada a su hija, Madame de Vandeul; otra se entregó a su admirador Jacques-André Naigeon, y la última, junto a su biblioteca de 3.000 volúmenes, se envió por barco a Catalina la Grande, a San Petersburgo. Entre esos manuscritos encontraron obras inéditas que apenas alguien había leído aparte de su autor: "La religiosa", una pseudobiografía de una monja que sufre el maltrato y la seducción de sus superioras; "Jacques el fatalista", una novela ficcional que reflexiona sobre el libre albedrío, y "El sobrino de Rameau", que un bibliotecario descubrió en 1891. En 1948, el joven académico germano-americano Herbert Dieckmann encontró el último escondite de estos manuscritos, aún conservados por los descendientes de Diderot, y por fin se pudo recomponer en su totalidad la labor intelectual del filósofo francés.

Estos textos, integrados cada uno en su momento vital concreto, sirven a Andrew S. Curran para reflexionar sobre distintos aspectos que Diderot trabajó a lo largo de su vida. Tanto "La religiosa" como la breve novela erótica "Los dijes indiscretos" permiten comprender el interés del filósofo por la sexualidad humana, tema que termina de tratar en "El sueño de D'Alembert", donde finge un diálogo entre el matemático y la escritora Julie de Lespinasse. Con "El sobrino de Rameau", Curran estudia el acercamiento de Diderot al teatro neoclásico y, en especial, su admiración por las obras que Carlo Goldoni empezaba a popularizar en Italia.

En el ámbito estrictamente biográfico, "Diderot y el arte de pensar libremente" se centra en las relaciones entre el filósofo francés y algunos de sus contemporáneos. Por ejemplo, se insiste mucho en su tensa relación con Rousseau, con quien Diderot terminó intercambiando críticas mordaces en diversos escritos. También cobra una gran importancia su mujer, Anne-Antoinette Champion, que siempre tuvo recelos de la relación amorosa que Diderot mantuvo durante años con SophieVolland. Tras las décadas trabajando junto a D'Alembert en el proyecto de la Encyclopédie, Catalina de Rusia lo invita a su país y mantiene con él importantes diálogos sobre política y cultura, si bien su figura y su manera de gobernar cambian la concepción política de Diderot.

Con un estricto orden cronológico y un conocimiento excelso de su obra escrita, Andrew S. Curran penetra no solo en los episodios vividos por Denis Diderot, sino también en sus sentimientos, en sus contradicciones y en sus miedos. Como resultado, construye en "Diderot y el arte de pensar libremente" un retrato humano de gran verosimilitud, y una perfecta puerta de entrada para todos aquellos interesados en la Ilustración y en las obras de este filósofo.

Darío Luque