La tierra oculta

Opinión:

No es casualidad que Manuel Rivas iniciase su trayectoria literaria en el género de la poesía. En el "Libro do Entroido" (1980), en "Balada nas praias do oeste" (1985) y en "Ningún cisne" (1989) se encuentran algunas de las características que definirán toda su escritura, tanto en el ámbito del periodismo (sus reportajes y artículos están reunidos en "El periodismo es un cuento", "Mujer en el baño" y "A cuerpo abierto") como en la prosa de ficción. Sus versos daban cuenta tempranamente de rasgos que definirían una poética propia, como su compromiso sociopolítico y su preocupación por Galicia o por temas vinculados a su tierra, como la emigración y la carestía rural; también un cruce muy consciente entre la épica y la magia de lo cotidiano, y una revalorización de ciertos ámbitos marginales, que constituirán no solo el espacio de su literatura, sino también el lugar donde se ubicará la mirada del escritor. Tanto es así que en el prólogo a "La tierra oculta", volumen antológico que reúne cuatro obras narrativas relacionadas con el universo rural, el autor gallego reivindica su "realismo orillero", entendiendo por orilla aquel ámbito marginal, lateral o excéntrico que permite descentralizar el pensamiento y descolonizar la imaginación. En este mismo texto, Manuel Rivas sitúa sus obras en una tradición heterodoxa que tendría como signo común la atención a la naturaleza, y en la cual se integrarían textos tan dispares como el "De correctione rusticorum" o "Pro castigatione rusticorum", sermón del siglo VI dirigido a los antiguos habitantes de Galicia, o también ciertas obras inclasificables de Ursula K. Le Guin, de Lawrence Ferlinghetti y de John Berger.

Los textos reunidos en "La tierra oculta" tienen en común, según su propio autor, el fondo de un mundo en convulsión, a punto de romperse en añicos. Así es para los personajes de los diecinueve relatos que conforman "Un millón de vacas", libro que fue galardonado con el Premio de la Crítica española en 1990 y que constituye el primer eslabón de este volumen recopilatorio. En estas breves historias, la mayoría de menos de cinco páginas, encontramos un rico repertorio de escenas protagonizadas por padres y madres conscientes del valor de la inocencia; por marineros y navegantes en ambientes fantasmales; por borrachos, bebedores y fabuladores; por tristes almas que sobreviven trabajando a deshoras en hoteles y mercados; por personajes hastiados que migran, o que regresan; e incluso por personajes singulares, como el gran Dombodán o el misterioso Tom, amigo invisible para una niña que se niega a perder la candidez de la infancia. Muchos de estos textos comparten rasgos, además del estilo y de algunos personajes, con la narración fragmentaria y a ratos caótica de "Los comedores de patatas", una novela inspirada por el cuadro de Van Gogh, a ratos un poco absurda. La obra gira en torno a Samuel, un muchacho lesionado que escapa del hospital con ayuda de su hermano, Nicolás, y regresa a la casa familiar, donde deberá enfrentarse a ciertos fantasmas muy reales producidos por el consumo de una sustancia, o acaso por los juegos de los misterios de la tierra.

Mayor interés tiene "En salvaje compañía", novela galardonada en 1994 con el Premio de la Crítica en gallego y, en mi opinión, la mejor obra recogida en "La tierra oculta". En esta compleja novela, de tono similar a otras narraciones de realismo mágico, presenciamos la vida cotidiana de Rosa, antigua guardesa del Pazo de Arán y madre de varios niños. A lo largo de las páginas descubrimos su cercanía con Misia, una señora mayor que comparte con ella relatos ancestrales de la tierra; también descubrimos la historia de Simón, hermano de Rosa que marcha a Coruña en una expedición mágica en busca de su enamorada Beatriz; finalmente, el otro eje de la historia lo constituye la tensión entre Cholo, marido de Rosa, y Spiderman, amigo de la familia y pretendiente de la protagonista. Estos acontecimientos son contemplados por un cuervo, Toimil, que le narra la vida de Rosa a otro cuervo blanco, el rey de Galicia, quien lidera un ejército de trescientos cuervos. No son estos los únicos animales con conciencia en la novela: la narración también nos acerca a Don Xil, cura del pueblo que ha sido reencarnado en un ratón, y que se encuentra en su nueva vida con otros habitantes de la zona también reencarnados: el sapo Borborás, el caballo Albar, el gato Arturo de Lousame o la araña Miranda. Entre el plano mítico-alegórico y el costumbrista, la historia gira en torno a todos estos personajes sin descuidar nunca a Rosa y al cuervo Toimil, pues este último actúa como puente entre ambos planos narrativos. Finalmente, este volumen incluye también una antología de relatos titulada "Los habitantes de la dificultad", donde se revisita de formas muy diversas ese universo rural que con tanto esmero ha construido Manuel Rivas en su ficción.

Así pues, los cuatro libros que conforman "La tierra oculta" participan de un trabajo de imaginación de la tierra que permite desidealizar el paisaje gallego y repensarlo desde un nuevo lugar, desde una mirada menos convencional, desde ese "punkismo mágico" que reivindica Manuel Rivas en la introducción del volumen.

Darío Luque