En el corazón del bosque

Opinión:

Una historia muy original, tierna, emotiva y envuelta en un halo de tristeza si nos metemos de lleno en el papel de la pequeña Inge quién fue arrancada de sus padres y de su hogar a los 2 años de edad mientras dormía plácidamente en su cuna por una anciana de 82 años, Jerusza, quién decía poseer un don especial para percibir sensaciones y predecir el futuro, y que, siguiendo esas voces internas, "no podía permitir que permaneciera viviendo con los Jüttner", berlineses, creyéndose valedora de cambiar el destino de una criatura (hasta cambia su nombre a Yona que significa "luz en la oscuridad"), y quizá, ¿del mundo?, como si estuviera predestinada a alterar el curso de muchas vidas.

Así, al igual que el cuento de La Bella Durmiente y la pequeña Aurora, nuestra ahora Yona es criada entre los bosques de Polonia por una supuesta "salvadora" que no lo hace como una madre, sino como una maestra enseñándole todo tipo de armas para salvaguardar su vida, con métodos para dar muerte, pero también formas de sanar; le enseñará idiomas, a leer, a entender la ciencia, los números, textos religiosos, geografía, etc., y con el tiempo Yona se convertirá en una joven inteligente, muy espiritual, sensible e intuitiva, pero ¿y de la vida? ¿quién enseñó a la pequeña Yona la vida real que se le desplegaría según fuera creciendo? Porque Yona llegará a la adolescencia y a la juventud con múltiples preguntas acerca del mundo fruto de su desconocimiento tras toda su corta vida de no salir de los bosques. Era normal que, a los 16 años, a pesar de su inocencia, se atreviera a curiosear el mundo y, especialmente, el anhelo de estar junto a otras personas. Sabría mucho de la naturaleza, pero muy poco acerca de lo que circundaba más allá y, ahora, en una palabra - la civilización - era una tentación para ella, a pesar de que esa civilización, según le había enseñado la anciana Jerusza, le arrebataría la libertad. Empezarán a despertar en ella anhelos, deseos, ilusiones ante ese mundo que existía allí fuera y, sobre todo, dejar atrás la soledad impuesta… No se resistirá a saber a dónde la llevaría, y por primera vez, ella sería la que decidiría sobre su vida.

Pasarán varios años y llegaremos a una joven Yona con 22 años. El transcurso de los acontecimientos históricos hará que en ese mismo bosque se encuentre con grupos de refugiados judíos huyendo de esa barbarie de la que a ella la habían protegido quizá salvándole la vida, pero a su vez privándola de otras muchas cosas, y algunas de ellas muy buenas. Ya llevaba mucha soledad a cuestas, tanta, que ya no se separaría de la gente más. En compañía de esa gente conocerá la oscuridad de los hombres, pero también la luz de la vida y un futuro todavía por escribir. Descubrirá que en el mundo real pasaban cosas atroces, pero también había risas, abrazos y amor; al fin y al cabo, el universo es un equilibrio, verano e invierno, día y noche, bien y mal. Llegará hasta el impacto humano de lo que estaban haciendo los alemanes, esto es, su familia origen, y puede que tuviera que protegerse de quién era y de las consecuencias de sus decisiones. Aprenderá a amar, a pesar de que cuando lo haces te arriesgas a perder mucho y ella no esté preparada, pero es valiente. Conocerá sentimientos hasta el momento desconocidos por ella: dolor, rabia, pena, pero responsabilidad y sentido de pertenencia. "A lo mejor no importa el destino que te espera al nacer, sino el que hayas elegido convertirte".

Más que recomendable, una bella historia apta para todos los públicos con una emotividad y sensibilidad que llega hasta el mismo final convirtiendo a Yona en una valiente heroína que descubrió quién era en la oscuridad y ayudó a dar vida a muchos que, de lo contrario, no habrían vivido. Al final, puede que crecer como lo hizo no fuera lo ideal, pero su sabiduría y su sexto sentido procedía de ese pasado, y ese pasado le salvó la vida. "El universo brinda continuamente oportunidades para la vida y para la muerte, y Dios encuentra el modo de permitir que la luz regrese". Y, a través de ella, conoceremos un episodio más de la crueldad de la Segunda Guerra Mundial, en este caso de los judíos perseguidos y muertos en Polonia, quienes, según notas de la autora, superan con diferencia a los que murieron en cualquier otro país, y aun así hubo gente que encontró la forma de sobrevivir contra todo pronóstico. Una historia de ficción, pero con base y detalles históricos y testimonios reales de supervivientes para conformar el relato que rescataron sus vidas de las ruinas en las que se habían quedado tras perder todo, y encontrar la forma de renacer. Lo más espeluznante es que en la actualidad ese odio entre naciones, religiones y razas sigue ocurriendo cuando "los seres humanos tienen una responsabilidad para hacer algo más allá de protegerse a sí mismos. Ayudarse unos a otros, especialmente ante el mal. Es la única manera de que la humanidad pueda sobrevivir". 

PD: Es una historia que produce una dicotomía de sentimientos. Por un lado, desde el comienzo conocemos el origen alemán de la pequeña Inge/Yona y el año en el que empieza a transcurrir la trama, por lo que sabemos que nos adentraremos en la Segunda Guerra Mundial. Quizá el mantenerla alejada de toda la barbarie por la que habría pasado en caso de haber permanecido con sus padres fuera lo mejor; sin embargo, la soledad que sintió durante muchos años, la forma en que había crecido sola con una anciana ajena a ella y ni siquiera cariñosa, fue tremenda y encoje el alma. El cuento de la Bella Durmiente siempre me pareció cruel. Si la bebé Aurora estaba predestinada a pincharse con un huso a los 16 años, ¿por qué las tres hadas se la llevaron de su hogar, de su familia y la privaron de la vida que debería haber llevado si a los 16 años la llevaron igual de vuelta para pincharse? Que nadie elija por nosotros. Nunca sabremos si lo que hemos vivido ha sido lo mejor para nosotros, pero está claro que esto es lo que nos ha llevado a ser lo que somos.

Belén Flores