Velázquez desaparecido

Opinión:

Mucho se ha escrito sobre la pintura de Velázquez, de su maestría en el trazo, de su forma de pintar que Cumming no duda en calificar como milagrosa, mágica, misteriosa. Cómo gracias a su mano la confusión de impalpables trazos y colores en una visión cercana se convertía, como un juego de efectos especiales, en una visión perfecta a cierta distancia, donde entonces surgen poderosos los rasgos visibles de un rostro humano, de un cielo poblado de nubes, o de una escena real donde los planos se superponen en una conceptualización revolucionaria no sólo de una escena, sino como retrato de un instante cotidiano de una familia real. Cómo sus aparentes destellos de colores anuncian situaciones únicas, sus trazos casi invisibles cambian el sentido de una escena, la anticipación realista de la vida gracias a una pintura al servicio del relato de una verdad, de un momento, de una situación, de un contexto.

Ese juego que obsesionó a Picasso durante años, y que nunca consiguió descifrar, fascinado por el misterio de una obra como Las meninas, cuyos planos superpuestos representaron un enigma conceptual que ha provocado ríos de tinta y miles de horas de contemplación en los últimos siglos. Porque la obra de Velázquez era fundamentalmente veraz, creíble, el arte puesto al servicio de una visión respetuosa de la vida, pero al mismo tiempo provocadora, audaz, incluso rebelde con sus retratos de criados y enanos, de la vieja friendo huevos o el librero, al retratar esos seres anónimos que entregaron su imagen para esas formidables obras que reflejaban la verdadera naturaleza de la vida humana.

Ese misterio de la obra de Velázquez es el que pretende descifrar este magistral ensayo, que con tintes detectivescos rebusca en la vida y azares de un librero, John Snare, obsesionado por una dudosa obra asignada a un famoso pintor flamenco, pero que él reivindica con acierto como obra de Velázquez. Así, la autora se sirve de esta fascinante historia, de ese extraño retrato del rey inglés Carlos I, para invitarnos a conocer una época en la que el arte era una parte importante de la vida cotidiana de las élites, de las cortes reales, de la importancia del retrato cuando no existían otros medios más eficaces para reproducir los rostros; pero también de cuando el amor al arte se convierte en fatal obsesión, del proceloso mundo del mercado del arte, de las casas de subastas, y especialmente de los avatares que las guerras, los cambios de régimen político, la mudanza de las leyes en las naciones, las extravagancias de los poderosos, también sobre las estafas y los intereses creados en el mercado de la creación artística.

Una obra sobre el complejo y variable valor del arte, de las diferentes maneras de verlo, de considerarlo, de valorarlo, según quien sea el nombre del propietario de la mano que lo crea. Cumming nos ofrece un espléndido ensayo sobre la creación artística que se puede leer como una novela de aventuras, especialmente indicada para todos aquellos interesados en el mundo del arte, en la Historia, en las idas y vueltas que una pintura puede vivir a lo largo de las décadas, en un pintor tan genial como Velázquez y su manera de entender el mundo, tal y como expresa su formidable obra. También de una obsesión cuando alcanza el grado de la locura, de la pasión ilimitada por el arte, y, en esa misma dirección, del amor y precio infinitos por una convicción acertada que puede paradójicamente conducir a la ruina y el desprestigio.

Un libro sobre varias historias que convergen una y otra vez, la de Velázquez, la de una obra desconocida suya, la de un librero obsesionado, un relato con mil momentos apasionantes para gozar con la agitación y curiosidad que provoca una prosa tan brillante como hipnótica. Un gran libro para disfrutar gracias a una magnífica edición de la editorial Taurus y el brillante trabajo de su traductora.

Jorge Riet