un rey sin diversión

Opinión:

Este es uno de esos pocos libros que no sabes si sabrás reseñar bien, o sobre todo si serás capaz de transmitir sus sutiles invitaciones, porque sí, porque "Un rey sin diversión" invita sutilmente, a sonreír, a cotillear, a vivir en un micromundo muy particular, a perseguir cual voyeur a un personaje que en principio no tiene por qué resultar atractivo pero cuya lectura hace que te lo plantees y hasta lo dudes..
 
Quizás la respuesta esté en la introducción que hace Isabel Núñez, su también traductora. En ella habla de simbolismos y de la dificultad que han tenido otros para descifrar la que creen es su obra con más cantidad de claves. Hasta ahí, lo confieso, yo no llego.
 
Estamos ante una novela en principio engañosa: creemos que vamos a leer un thriller, o al menos eso nos indica el comienzo donde bajo temporales de frío helador y nieve que sepulta todo a su paso, comienza a morir gente. Un hombre viene a investigar y resolver el caso. Se trata de Langlois. ¿Y quién es Langlois? Pues ahí está la cuestión, ahí radica el leit motiv de “Un rey sin diversión”, o quizás la conexión. Es a través de Langlois –pero con voces ajenas- como Jean Giono nos conduce a un pueblo de la Provenza, nos presenta a sus personajes y nos invita a concluir la historia con el final de Langlois. Curiosamente no te das cuenta de que el libro que estás creyendo leer es otro hasta que has avanzado la historia y te percatas de la sutileza con que Giono te ha desviado hacia otro camino. Porque esa es otra, la lectura amena. La forma en que narra –utiliza varias voces- incita a seguir. Sus personajes hacen el resto.
 
Este, el de los personajes, es otro punto fuerte de esta extraña novela que no es lo que parece. Y sospecho que es ahí donde se esconde ese humor del que habla la traductora en la introducción (lo describe como jocoso) porque aquí es personaje hasta el caballo de Langlois, y aparte de sentir ternura por su peculiaridad no es extraño sonreírse con su historia. Pero también están la vieja Salchicha, o la criolla de la que Langlois se hace tan amigo, y los narradores, el propio Langlois…
 
La verdad es que es una forma extraña de narrar una historia quizás porque no parece una novela típica, pero tiene su encanto y resulta amable de leer. En mi caso avanzaba y avanzaba prácticamente sin darme cuenta. Eso sí, siempre con la duda de qué clase de novela estaba leyendo.
 
Por cierto, yo no le había quitado la solapa en ningún momento de la lectura pero ahora, por casualidad, lo he hecho y ¡bravo por la editorial por ese diseño y el mimo que le ponen a sus libros!
 
Anika Lillo