Anika entre libros

un pez que va por el jardín

Ficha realizada por: Manel Haro

Título: un pez que va por el jardín
Título Original: (un pez que va por el jardín)
Autor: José Corredor Matheos
Editorial: Tusquets


Copyright: 1ª edición, noviembre de 2007 ISBN: 978-84-8383-031-4
Etiquetas:

Argumento:

Siguiendo la línea de anteriores poemarios, como El don de la ignorancia, José Corredor Matheos habla del lugar que ocupa el yo poético en el mundo. Esta vez lo vemos aunado con la naturaleza: hay una correspondencia con los pájaros, los árboles, el mar, etc. El espacio y el tiempo pertenecen al yo poético a la vez que se le escapa; en ocasiones el ser va tan rápido por el jardín –como el pez que da nombre al título- que los versos no pueden seguir la estela y, sencillamente, se detienen.

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Opinión:

Si el pájaro vive en libertad, solo pendiente de su vuelo, sin saber que ha nacido y que debe morir, por qué el ser humano debe ser consciente de tales extremos. El yo poético se muestra muchas veces en actitud pasiva ante la naturaleza, la creación se produce por el murmullo del viento o por el vuelo de los pájaros. Hay una constante necesidad de que el cielo arroje luz sobre las sombras, aunque el cielo se muestra muchas veces impasible.

La desorientación, el antitético sentimiento de pertenencia y no pertenencia a este mundo, hacen que el yo poético ande perdido, errado. Uno puede dominar su propio tiempo y espacio pero, a la vez, cae en la conciencia de que vida solo hay una: la vida magnánima de la naturaleza a la que pertenecemos todos los seres vivos. En ese caso, no somos más que una partícula de una gran esfera.

El juego de antítesis es importante en esta obra poética. No solamente por esa perspectiva de pertenencia y no pertenencia, sino también por el contraste de luz y oscuridad, de lo que vuela y lo que permanece en tierra. El título mismo suena antitético: un pez que va por el jardín. Quizá esa desorientación, quizá la muestra palpable de que un pez es un ser de agua y fuera de su hábitat se siente ahogado, perdido. El yo poético es un pez intentando aletear en un jardín. Como el jardín del Edén, que supuso la desgracia para el hombre, pero que a la vez fue el punto de partida para la procreación de nuestra especie en la Tierra.

Este poemario es de esos brutales, que deja sin aliento a cada golpe de verso. Uno tiene la sensación de que entiende la completa dimensión de la existencia cuando entiende los sentimientos de este gran poeta. La soledad, la muerte, la vida, la naturaleza… todo lo que conforman la vida a la que pertenecemos, pero sin olvidar que la vida misma nos pertenece también a nosotros.

Manel Haro

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