Anika entre libros

todo lo que tengo lo llevo conmigo

Ficha realizada por: Ariodante
todo lo que tengo lo llevo conmigo

Título: todo lo que tengo lo llevo conmigo
Título Original: (atemschaukel)
Autor: Herta Müller
Editorial: Siruela


Copyright: Traducción de Rosa Pilar Blanco
Año edición: 2010 ISBN: 9788498414004
Etiquetas: alemanes autores escritores literatura alemana literatura germana premios nobel

Argumento:


Herta Müller (Nitchidorf, Banat,1953), escritora rumana germanoparlante, recibió el premio Nobel de Literatura en 2009. Sus padres eran granjeros suabos, su padre sirvió en las Waffen-SS durante la II Guerra y su madre fue deportada a la Unión Soviética en el 45, donde pasó cinco años en un campo de trabajo ucraniano. Herta estudió filología germánica en Timisoara (Rumania) y participó en una tertulia literaria del grupo Aktionsgruppe Banat. Trabajó un par de años como traductora en una fábrica, pero la despidieron por no cooperar con la policía  secreta del régimen comunista rumano, subsistiendo como empleada de guardería. Su primer libro, una colección de cuentos (1982) fue censurado. En 1987 se consiguió trasladarse a Berlín, donde vive y trabaja.

La obra pinta un desgarrado y crudo paisaje tras la guerra: está estructurada en breves capítulos que son como pequeñas anotaciones en un diario mental, a veces limitándose a detalladas descripciones de innumerables pasos, a veces evocando recuerdos, a veces describiendo hechos o personas que rodean al protagonista y narrador, un joven rumano-germano de diecisiete años, Leopold, que es trasladado forzoso a un campo de trabajo soviético al acabar la II guerra mundial. Stalin decidió castigar a los civiles –como fue el caso de la madre de la autora- de origen germano de los países satélites obligándoles a trabajar para la Madre Rusia como expiación por las ofensas infligidas por Alemania. Su estancia y supervivencia en el campo, su salida y movimientos posteriores hasta su definitivo exilio: una vida rota, es lo que nos relata esta descarnada obra. El material que compone la novela surgió, según la propia autora nos cuenta en el epílogo, de diversas conversaciones con personas de su pueblo que habían estado en campos de trabajo rusos. En compañía de su amigo el poeta Oskar Pastior (1927-2006), que también estuvo en un campo, se propuso compilar y engarzar en una obra que expresase el horror de un campo, las sensaciones y desdichas vividas allí. La muerte de Pastior hizo que Herta se hiciera cargo de la obra, cuyo resultado es el que analizamos hoy.

A lo largo de los sesenta y cuatro breves capítulos (algunos apenas cubren media página), van surgiendo los terribles momentos vividos por el joven protagonista, que ingenuamente, cuando es reclutado, desea salir de su pueblo y hasta le ilusiona la posibilidad del campo, como un positivo cambio en su vida. Ilusión que se ve obviamente pisoteada en breve, mientras son transportados en vagones de ganado a través de la estepa nevada a quince grados bajo cero. La sensación omnipresente, incluso más que el frío, es el hambre. Un hambre inmensa, constante, implacable. El ángel del hambre, como la llama Leo, y que le marca para el resto de su vida. Un hambre que consigue que no piense en otra cosa más que en comida, que sus conversaciones sean sobre comidas pasadas o futuras, que sus ojos imaginen qué hay de comestible en lo que te rodea, y que pueda casi matar a alguien por unos mendrugos de pan robados. El frío, el cansancio, las necesidades básicas a las que se ven reducidos los trabajadores del campo, bajo la atenta mirada de los guardianes y vigilantes, componen una obra testimonial que indaga en la naturaleza humana llevada a límites insospechados. Su paulatina reincorporación a la existencia humana, una vez fuera del campo, y su indeleble huella, nos muestran cómo una vida puede ser tronchada en sus comienzos cuando un tallo joven es pisoteado.

Opinión:


El título que se le ha dado a la traducción expresa una idea central de lo que vamos a leer ya que el título original del libro es intraducible, algo así como “oscilación respiratoria”, movimiento del pecho al respirar, inspiraciones. La respiración es imprescindible para vivir, y respiramos en cortos tramos, como los cortos capítulos de esta novela, o las entradas de un diario, que sería lo más parecido a la obra que leemos. Estas entradas describen momentos imprescindibles de subsistencia, situaciones en las que los recluidos en un campo de trabajo se buscan la manera de sobrevivir: cómo soportar el cansancio, el dolor, la humillación, el asco, el frío... y el hambre. Cómo rastrear la posible comida, hasta el punto de rescatar basuras, o insectos, cualquier cosa susceptible de ser deglutida. Las descripciones de recetas de cocina son los cuentos más ansiados entre el grupo de esqueléticos residentes. Así como se dice que se puede comer con los ojos, ellos comían con los oídos, al escuchar detalladas y largas explicaciones sobre las distintas maneras de preparar un suculento pastel o una empanada.

Cómo el protagonista recibe el pañuelo bordado de una aldeana que se apiada de él y lo conserva como algo cuya belleza le hace daño, pero que le recuerda la premonición de su abuela: Sé que volverás y que conserva hasta su salida del campo. Y efectivamente, Leo vuelve a casa, pero su familia le acoge como a un fantasma, un ser transparente. Nadie pregunta. Nadie quiere saber. Sus padres han engendrado a un hermanito, su sustituto, como él le llama, receptor de la atención y el cariño familiar. Los otros compañeros del campo, vecinos de su pueblo, se evitan entre sí.

La venta o el intercambio de sus tres libros por comida o ropa, página a página (ya que el papel no les estaba permitido) hacen que su ejemplar del Zaratustra circule como papel de fumar. Los esfuerzos por conservar la miserable ración de pan entregada por la mañana para todo el día, el pan escondido para echar en el aguachirle que supone la cena tras un duro día de trabajo, mantienen en vida a esta famélica legión. La muerte, otro fantasma que impregna la vida en el campo: “La muerte se engrandece y añora a todos. No hay que tratar con ella. Hay que ahuyentarla, como a un perro molesto. Nunca mostré tanta decisión contra la muerte como en esos cinco largos años en el campo. Para luchar contra la muerte no se necesita una vida propia, sino una vida que no haya terminado del todo”.

Cruda obra testimonial escrita de un modo minimalista, elemental, colocándonos cada movimiento o respiración de Leo ante nuestros ojos, haciéndonos sentir en nuestra piel su frío y en nuestro cuerpo su hambre; lectura penosa, triste y en algunos casos verdaderamente repugnante o atroz, pero que sabe evocar el espíritu de aquellos infelices y desgraciados trabajadores forzosos cuya única culpa era hablar alemán bajo un régimen vencedor y totalitario que no sólo había de aplastar a los hablantes rusos sino que, con más razón, a los hablantes de la lengua vencida tras la guerra. Una obra que era necesario escribir, para que no se desvanezcan los hechos como jirones de niebla, para que quede constancia de unos hechos y de unas vidas marcadas. 
  
Ariodante
Agosto 2010

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