Tiniebla

Opinión:

Esta novela es oscura, trágica, implacable, como una inevitable compañera de viaje del corazón de las tinieblas de Conrad, porque precisamente de eso se trata, de la tiniebla que se desparrama en un África decimonónica ignota que se vierte sobre el infierno del alma humana.

No es casual el recurso de impenetrables selvas para ese viaje extremo, incluso salvaje, porque allí donde la naturaleza impone su ley sobre la civilización, la vida humana es un frágil juguete.

Kawczak es un explorador de la miseria moral del ser humano, que además de homenajear literariamente a Conrad, describe minuciosamente ese descenso a los infiernos, esa tiniebla que impide la luz, esa misma donde se reúne la enfermedad, la soledad, la locura, el horror, la avaricia, la desaparición de todo código moral, precisamente en esos inexplorados territorios donde trazar una línea sobre un papel, dibujar una frontera, supone el afán humano de domesticar la geografía.

Un empeño contra el que se rebela la naturaleza, castigando a los que osan extender esa lógica radicalmente humana sobre una tierra salvaje ajena a ideas como la avaricia o el poder.

Una pena que zarandea a los protagonistas de esta novela, que insertan su propio pasado urbano, burgués y europeo en un presente extraño y remoto, en ese espacio indómito en el corazón de África. Ese viaje conradiano que propone con éxito Kawczak representa esa miseria moral del poder extremo, que se ceba sobre frágiles almas humanas, sólo justificado por una estrategia extractiva de los viejos poderes occidentales sobre territorios rebosantes de recursos naturales y débiles estructuras de poder.

Porque esa lógica de los viejos imperios que se apropian de territorios, recursos, personas, de la propia geografía en la que trazan mapas cuyas fronteras se tiran en función de intereses que se dirimen en las cortes monárquicas del viejo continente, se despliega al margen de la ley de la naturaleza, de su selva, sus ríos, sus montañas, su fauna, cuyo orden proviene de una fuente universal radicalmente distinta.

Una magnífica novela no apta para estómagos sensibles o asustadizos, porque es un implacable retrato de la miseria moral del ser humano, en un viaje extremo a las tinieblas que atenazan a la humanidad cuando esta se comporta ajena a la ley natural donde habita.

Jorge Riet