teatro

Opinión:

El teatro de Don DeLillo es tan personal como su narrativa. Tan hipnótico, tan cargado de suspense y en ocasiones tan críptico (si cabe aún más) que sus novelas. Provoca la misma inquietud y desasosiego que sus obras más famosas, con la diferencia de que aquí se vale exclusivamente de los diálogos de los protagonistas, lo que nos lo pone aún más difícil. Hay en todas ellas, como suele ocurrir en la obra del autor, un punto de misterio, una inquietud, un detalle o situación extraña incluso en los ambientes más comunes. Son esos momentos los que a uno le hace dudar sobre lo que está leyendo/viendo.
 
Como no podía ser de otra forma, sus tramas no son convencionales, y como ocurre con el resto de su obra, su lectura está formada de muchas capas de significado. DeLillo utiliza el teatro como representación de la vida, pero al mismo tiempo nos habla del propio hecho teatral. En el segundo acto de “La habitación blanca”, el juego de  identidades que en el primer acto se había producido entre enfermos y médicos, ahora tiene lugar entre los actores que representan la propia obra. DeLillo mira a Godot, y también al teatro del absurdo, y con ello reflexiona sobre la propia naturaleza del ser humano. Es el DeLillo más existencialista.
 
Más convencional, y en cierto modo algo anticuada (no en su mensaje, quizá sí en sus formas, ya se sabe que esto de la modernidad tiene fecha de caducidad) es la obra “Valparaíso”, que de una manera exagerada se burla de los medios de comunicación y su tendencia a “deshumanizar” al individuo en beneficio de la audiencia. Si esa obra se representara hoy, quizá sería conveniente cambiar el discurso televisivo por el de internet, mucho más representativo en nuestros. En esta obra, Delillo sorprende al incluir cierta carga erótica, y es de todas ellas, la más irónica.
 
Quizá la más representativa de su estilo sea “Sangre de amor engañado”, en la que vuelve a tratar algunos de sus temas favoritos: la soledad, la enfermedad, la muerte y un concepto de la familia alejado de lo convencional. Es su obra más grave, más oscura y dramática, tal vez mi parte favorita del volumen.
 
Las dos obras escritas para ser representadas en un minuto sorprenden por su rotundidad, y es su brevedad e intensidad lo que las vuelve brillantes.
 
En definitiva se trata de un libro fundamental para entender una de las voces más importantes, profundas y complejas de la literatura mundial. Una obra nada fácil, como en realidad ningún libro de Don DeLillo supone, pero al mismo tiempo, inspirador. Necesario, me atrevería a decir.
 
Jorge Borondo