Anika entre libros

snuff

Ficha realizada por: Patricia Esteban Erlés
snuff

Título: snuff
Título Original: (snuff, 2008)
Autor: Chuck Palahniuk
Editorial: Debolsillo


Copyright: © Chuck Palahniuk, 2008
© Random House Mondadori S.A., 2011
1ª Edición, Junio 2011 ISBN: 9788499088167
Etiquetas: autores escritores estadounidenses literatura americana literatura estadounidense literatura norteamericana mayores de 18 años norteamericanos pornografía

Argumento:


Cassie Wright, una legendaria estrella del porno venida a menos, se plantea un nuevo reto en su carrera dentro del cine para adultos. Un reto casi suicida consistente en protagonizar una película en la que será penetrada sucesivamente por 600 voluntarios, elegidos de entre todos los candidatos que respondieron a un anuncio en el periódico, con el que pretende batir el anterior récord, establecido por otra actriz de cine para adultos.

Palahniuk  nos permite conocer los motivos que han llevado a los candidatos 72, 137 y 600  a presentarse como actores amateurs en esa gang bang kamikaze, y también los oscuros pensamientos de Sheila, la jovencísima asistente de Cassie y verdadero cerebro del proyecto, que  tiene sus propias razones para que el rodaje de esa película de alto riesgo se lleve a cabo.

Opinión:


A estas alturas no descubro nada si digo que Chuck Palahniuk no es un autor apto para todos los estómagos. Desde el comienzo de su carrera este novelista norteamericano se decantó por unos temas y un tono narrativo que podríamos calificar sin muchos miramientos de provocadores y sórdidos. Palahniuk se ha regodeado siempre en el empleo de la violencia, en la exposición detallada de lo escatológico, lo más sucio o vergonzoso del ser humano, aquello que tradicionalmente suele quedarse fuera de las obras decorosas. Y lo ha hecho con un desparpajo que lograba dotar a sus textos de un humorismo negro, corrosivo, que, a mí en concreto, me hacía pasar de la mueca de asco a la carcajada incontenible en apenas segundos. No es que Palahniuk radiografiara una sociedad, mostrándonos sus huesos, la intimidad estática de los esqueletos de sus protagonistas. Lo que él hacía, más bien, era más parecido a sacar fotografías saturadas de color en medio de una intervención quirúrgica, a poner ante las narices del lector las vísceras palpitantes, los órganos aún chorreando sangre, de sus personajes. Y debo decir que yo disfrutaba mucho con esa forma de abordar la construcción de una novela, renunciando a lo sublime como toma de postura que vi, por ejemplo, en Fantasmas, donde Palahniuk abordaba también un fenómeno de la sociedad de masas, el reality show, sacándose de la manga una especie de Gran Hermano para aspirantes a escritor, de consecuencias previsiblemente trágicas. La estructura de aquella otra obra, que iba alternando las voces e historias de todos los estrambóticos candidatos a formar parte de ese proyecto shellyniano de encierro colectivo en una casa, a fin de culminar la escritura de un texto literario, era similar a la de Snuff. Sin embargo, creo que cualquiera que se acerque a esta novela puede padecer el mismo efecto que yo, y es que la repetición de motivos y esquemas resta sorpresa, efectividad, y hace que decaiga el interés por lo que se nos cuenta.

Desde luego, el tema es tan morboso como de costumbre y eso tiene sus alicientes. La historia de un rodaje de porno extremo, protagonizado por una leyenda del género decidida a sacrificarse en la orgía con esos seiscientos varones puede atraer, en principio, a un amplio sector de lectores. Desde luego que en ocasiones es esa misma sordidez la que nos lleva a seguir adelante, ante la amenaza de embolia vaginal que acecha a la protagonista de ese film snuff consentido desde la primera página, intrigados por los diferentes motivos que llevan a tres de esos hombres a participar en el rodaje. Hombres a los que conocemos solo por el número escrito con un rotulador de tinta indeleble en sus antebrazos (72, 137 y 600), que determina el orden en el que irán entrando en el set para ser filmados mientras penetran a Cassie por el orificio que prefieran, durante unos pocos minutos, rigurosamente cronometrados por Sheila, una jovencita que trabaja como asistente de la estrella del porno y que también oculta las verdaderas razones de su celo profesional.

Por otro lado, Palahniuk salpica su libro de múltiples anécdotas del cine clásico convencional realmente curiosas, poniéndolas en relación con acontecimientos de la trama, casi podría decirse que propulsándola. Datos relativos a la vida, la muerte, los secretos de belleza, los falsos nombres de estrellas de Hollywood se alternan con los correspondientes a actores y actrices porno, creando una simetría entre estos dos mundos en apariencia tan diferentes y en realidad tan parecidos. No es esta la única incursión en el pasado glorioso que hace el autor. Durante la filmación, y para estimular a los aspirantes, se proyectan sin cesar, en múltiples pantallas, películas de su larga carrera que casi siempre constituyen remakes de obras literarias y cinematógraficas clásicas. El ayer, el esplendoroso físico de la diosa del porno, su éxito y su omnipresencia en cualquier película para adultos que se preciara de serlo se contrapone a su hoy como cuarentona al borde del abismo, decidida a poner en riesgo su vida para conservar su lugar en el mundo del cine X.

Curiosamente, no lograremos acceder en ningún momento a los pensamientos de Cassie, que permanece siempre fuera de campo, tumbada y presumiblemente desnuda en una habitación contigua del plató, a la espera de la nueva remesa de cinco hombres que entran por turnos a cumplir su fantasía  de mantener relaciones sexuales con la diva del porno. De esta forma se acentúa, pienso, su cosificación, el papel asumido por ella en tanto mujer objeto, muñeca hinchable que respira y puede morir. Como he mencionado antes, todo lo que sucede lo conocemos a través de otros cuatro personajes, que han decidido utilizar a Cassie para sus propios fines, que se van desvelando poco a poco y que conforman un desenlace que tiene algo de decepcionante, por el efectismo final que despliega Chuck Palahniuk en el último tramo de la obra y que convierte algunos de sus aciertos anteriores en una burda caricatura de sí mismos. 

Patricia Esteban Erlés

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