séneca en auschwitz. la escritura culpable

Opinión:

La escritura torrencial y a veces compleja de este libro avanza sin concederle tregua al lector, ni siquiera un punto y aparte, un espacio para la propia meditación. No podemos detenernos si queremos seguir el hilo del pensamiento del autor, esa redacción desbocada que es el síntoma claro de la patología que aqueja al hombre después de Auschwitz y uno de los rasgos destacables de la obra de  Fernández Vítores, quien establece un vínculo coherente entre lo que defiende y el estilo que utiliza para hacerlo, ratificando su idea de que los ciudadanos occidentales que heredaron el todo quemado, todo arrasado, de los nazis tartamudean cuando descubren que nada de lo dicho, ni siquiera el cómo fue dicho, antes de Auschwitz es válido ya.
 
Así se va desgranando una reflexión sin concesiones, poco complaciente y certera en la exposición de datos, trufada de citas de pensadores (de Séneca a Foucault, pasando por  Hobbes, Deleuze, Adorno, etc) que pueden consultarse en el aparato bibliográfico,  y distante en el tono. El autor repara en esa palabra, Aleph donde la A y la Z establecen los límites del espanto, las fronteras del escenario del horror moderno. Alterna la exposición de datos objetivos, estadísticas terribles del procedimiento seguido por el nacionalsocialismo en su búsqueda de la solución final, con la aplicación de teorías sociopolíticas que se sirvieron de  la concentración, el exterminio y el trabajo con el único fin de eliminar de raíz sectores de la población que resultaban incómodos. Así, en las sociedades de control el propio Estado, en otras circunstancias garante de las medidas de protección del individuo, busca reductos, los  guetos, que quedan al margen de él y propician la desaparición masiva de aquellos colectivos residuales, inservibles o molestos. Desde las primeras campañas de esterilización obligatoria de sujetos que podían trasmitir enfermedades hereditarias en los comienzo del gobierno nazi se pasó a la eutanasia forzosa de miles de enfermos, y más tarde al exterminio en masa.

Fernández Vítores medita sobre la aparente normalidad de aquellos ciudadanos alemanes que participaron en el genocidio y fusilaron o guiaron a la cámara de gas a tantas víctimas inocentes. Y nos deja pensando que es cierto, que los herederos de esa modernidad civilizada poco o nada podemos decir, sin tartamudear y sentirnos culpables, al escribir sobre los barracones de Auschwitz.

Patricia Esteban Erlés