Malayerba. La vida bajo el narco

Opinión:

Hace pocos días, en un aeropuerto internacional de una capital europea, vi a un adolescente que vestía una camiseta con una silueta que coronaba un simple nombre, "Pablo". Una sensación extraña provocaba la imagen comercial de uno de los más famosos, impresentables, inmorales y peligrosos narcos del mundo, Pablo Escobar, sobre un muchacho que paseaba esta figura como si fuera un ídolo de rock o un personaje de moda, a la ola de una ubicua presencia de este asesino en libros y series de televisión. Viene de lejos esa extraña tradición, a menudo más cinematográfica que literaria, que representan a mafiosos, delincuentes, narcotraficantes, fuera de la ley o simples asesinos, como individuos atractivos, interesantes, incluso carismáticos y hasta simpáticos. Una peligrosa empatía que invita a imaginar una vida fácil, lujosa, excesiva, acelerada, sólo distraída por los muertos que riegan la vida fastidiosamente cotidiana con su sangre, como simples anécdotas de seres destinados a un final tan abrupto como merecido según su lamentable código moral. Afortunadamente hay escritores como Javier Valdez Cárdenas que nos rescatan de semejante disparate.

Cada relato de "Malayerba" pone las cosas en su sitio, porque describe con tanta precisión como contundencia un mundo repugnante, inmoral, inhumano, donde la vida de un individuo vale menos que un puñado de polvo o de billetes. Esas vidas truncadas de una madre, una hermana o un hijo, de un simple empleado o un despreocupado conductor simplemente detenido ante un semáforo en rojo. También relatos de personajes siniestros, escurridizos, a menudo tan dotados de escasas entendederas como de brillantes y engrasadas armas, con frecuencia tan oscuros como las lunas tintadas de sus pesados vehículos. Con momentos de fatídicos errores, penosas casualidades, desafortunados encuentros, dudosas amistades y peligrosas lealtades.

Historias cotidianas del horror y el terror, protagonizadas por la crueldad infinita parida por un puñado, por montañas, de dólares. Historias de inocentes y culpables, de héroes anónimos sin más mérito que la supervivencia, de víctimas imprevistas, de asesinos y traficantes sin más ley que su pistola. Con el rumor de fondo de los consumidores de drogas, que con su dinero nutren hasta el fin de los tiempos la podredumbre de una sociedad rota, quebrada, desigual y radicalmente injusta.

Cuando uno viaja por las páginas de Malayerba queda hipnotizado por unas historias tan creíbles como veraces, gracias a una extraordinaria capacidad narrativa de su autor, que nos introduce como oportunos testigos en las casas, en las calles, en los vehículos, en las escuelas o en los parajes donde tienen lugar los fatídicos encuentros entre las víctimas y sus victimarios. Una obra brillante, audaz, valiente, no sólo al servicio de un necesario retrato de una realidad fatal, sino sobre todo como una espléndida muestra de buena literatura. Una demoledora descripción de una sociedad aquejada de males infinitos cuya metástasis crece gracias al dinero proveniente de ese medio mundo que vomita su inmundicia e hipocresía moral hasta ese rincón en el que la única ley es el ruido de las balas. Esa esquina del planeta que encuentra en cualquier parte cómplices y entregados colaboradores en los que consumen y los que venden, en los que roban para comprar y en los que trafican con vidas ajenas, en los que ofrecen y en los que aceptan, como un perfecto ejemplo de eficaz mercado global en el que todo el engranaje está siempre dispuesto para ese permanente viajar de sustancias tóxicas y dinero tan negro como el alma de los narcos.

Es justo felicitarse por el éxito alcanzado por este libro publicado por la editorial Jus,  porque se lo merece sobradamente. Es un libro que habría que invitar a leer a todo el mundo, especialmente a los jóvenes con una vida por delante, porque explica esa terrible realidad de la que nos distraen y confunden esas series de televisión que ofrecen una realidad edulcorada y de cartón piedra, donde la sangre es salsa de tomate y el último muerto hace olvidar rápidamente al anterior. Esa inevitable realidad en la que existen o deberían existir límites, obligaciones, responsabilidades, pero que es frecuentada hoy por graves riesgos, innumerables peligros y pérdidas irreparables, que provocan dolor, enfermedad, tragedia y muerte que podrían evitarse. Un libro muy bueno para disfrutar de buena literatura y de paso para poner las cosas en el sitio que realmente merecen. Un acierto de Jus con esta obra absolutamente imprescindible.

Jorge Riet