El Verbo se hizo sexo (Teresa de Jesús)

Opinión:

A principios de los años treinta, tras las participaciones bélicas de España en Marruecos y el consecuente Desastre de Annual, la narrativa española vivió un momento de incertidumbre que se resolvió con un auge notable de la novela militar. Quizás por ello los ejemplos más conocidos de novelas publicadas en aquellos años sean "Imán" de Ramón J. Sender y "El blocao" de José Díaz Fernández, dos novelas de corte antibelicista que reflejan las preocupaciones morales y políticas de la España de la época. En los mismos años, sin embargo, se publicaron muchas otras obras que, eclipsadas por la situación del país, han caído en el olvido para la historia literaria. "El Verbo se hizo sexo (Teresa de Jesús)" es una de esas obras: publicada por primera vez en 1931 por la editorial Zeus, fue reeditada hasta en dos ocasiones antes de ser desechada por su propio autor, que no la incluyó ni siquiera en los volúmenes de sus obras completas, publicados a la vuelta del exilio. Ciertamente, esta novela teresiana ignoraba en gran medida las ideologías revolucionarias y sociales que caracterizarían la narrativa de Sender en los años previos al exilio, pero no por ello dejaría de ser un importante documento literario sobre la vida de Teresa de Jesús.

Dividida en cuatro partes, cada una para una etapa de la vida -adolescencia, crisis de pubertad, pasión y reposo y santidad-, "El Verbo se hizo sexo (Teresa de Jesús)" propone un acercamiento desde la ficción a algunos de los episodios que los biógrafos de Santa Teresa han remarcado a posteriori, como su afición por los libros de caballerías, la labor de sus hermanos en las Indias Occidentales, su noviciado en el Convento de la Encarnación o los ataques de paroxismo que tanto la acercaron a Dios. Dos son, en realidad, los aspectos biográficos en los que Sender ha centrado sus esfuerzos de recreación: las relaciones familiares y la experiencia sensorial del cuerpo. En cuanto al primero, es digno de elogio el retrato que el novelista lleva a cabo de los hermanos de la santa -Rodrigo, valeroso cristiano, y Pedro, de carácter antagónico-, de su padre -Alonso Sánchez de Cepeda, descrito en la novela como un cuadro del Greco-; también de su primo Diego, primera y última conexión de la santa con las pasiones humanas, y de su prima Irene. Pero más interesante resulta la reconstrucción del ambiente religioso e ideológico que envolvía tanto al convento como a la sociedad castellana de la época: las compañías moriscas de Pedro y su condena a ojos de la sociedad, el desprecio del padre Bonifacio hacia las criadas musulmanas, el carácter celoso e inquisitivo de las monjas…

Todo ello contrasta con la figura de Teresa de Jesús, desprovista de celos y de ocio, preparada para amar a todo el prójimo. En cualquier caso, creo que el verdadero interés de la novela recae en el tratamiento de la carnalidad y del archiconocido imaginario erótico que siempre se ha relacionado con la vivencia mística de la santa. El propio autor, reconociendo que "el sexo es al misticismo lo que el corazón al romanticismo", confiesa en el prólogo su interés por la temática sexual, no tanto para banalizar la figura de la santa, sino para elevar la cuestión sexual. En este sentido, a lo largo de la novela asistimos a la peculiar relación que Teresa de Jesús mantiene con Jesucristo, una relación que se inicia en la fe y prosigue en sus famosos arrebatos de paroxismo, descritos a veces como desmayos, como golpes de una enfermedad fatal o como gloriosos éxtasis de un encuentro sobrehumano.

Para resaltar el valor de este acercamiento a la retórica sexual de Teresa de Jesús, esta edición incluye un prólogo de Cristina Morales -autora de "Introducción a Teresa de Jesús"- en el que reivindica la pertenencia de la santa y de Ramón J. Sender a una genealogía punk de la literatura, que se habría iniciado con el arcipreste de Hita y con Quevedo y que se extendería hasta Agustín García Calvo, José María Fonollosa, Paul B. Preciado y Roberto Bolaño. Ahora bien: no sólo por su carácter rebelde y subversivo, sino también por el valor de su prosa y de su imaginación, esta novela se sitúa en la primera línea de la literatura teresiana contemporánea, en paralelo a las obras biográficas que en los últimos años han dedicado a la santa autores de gran renombre como Julia Kristeva, Espido Freire o Fernando Delgado.

Darío Luque